El festival invisible de teatro / Juego de abalorios - LJA Aguascalientes
15/11/2024

En las últimas ocho semanas asistí a trece obras de teatro. Y con ello no agoté la cartelera local, hubo por lo menos otros siete montajes que no pude ver. Como parte de las evaluaciones semestrales -y en algunos casos de titulación- de la licenciatura en Artes Escénicas: Actuación, de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, y de la licenciatura en Teatro, de la Universidad de las Artes, los estudiantes deben presentar su trabajo ante el público. Si a estos exámenes sumamos los esfuerzos independientes y las puestas en escena organizadas y gestionadas por los institutos de cultura y las universidades, la oferta aumenta de manera considerable. El verano es una buena época para el teatro en nuestra ciudad.

Hubo comedia, teatro de cabaret, drama, obras de media hora y cuatro directores, cuatro actores y una puesta en escena, sangre y perros; también clásicos modernizados, música original, autores colectivos, directores colectivos y productores colectivos; por los escenarios desfilaron vaqueros, presentadoras de vestido rojo, superhéroes, frailes, Prometeo, hombres de sombrero, Puck, mujeres con vidas atroces, amantes, Gardel y algunos enamorados. Las historias fueron adaptaciones, creaciones, modernizaciones y reinterpretaciones. Se presentaron en teatros, teatros móviles, auditorios, patios, bares y bodegas. Algunas obras fueron muy buenas, otras muy malas, y muchas fueron aceptables. Las actuaciones saturaron un espectro que iba de “muy bien” a “no puedo creer que nadie los baje de ahí a tomatazos”. Los directores se arriesgaron unas veces y se conformaron otras, se equivocaron de manera palmaria y acertaron brillantemente. Hubo muy buen teatro, hubo muy mal teatro.

Y aunque la variedad es evidente, un hilo común habitó el verano. Casi sin excepción, las obras tocaban, trataban abiertamente, o bien, tenían como tema central, la violencia. Y no la violencia general, sino la nuestra, la que nos rodea desde hace algunos años, la que sigue moldeando nuestra manera de estar en el mundo. Narcotráfico, secuestros, armas y drogas ocuparon el centro o fueron fondo ruidoso en casi todos los casos.

Me parece que las condiciones para crear un festival de teatro local están dadas. Es más, creo que el festival ya existe, todo es cuestión de hacerlo visible. Cada año, los estudiantes de la Universidad Autónoma, de la Universidad de las Artes y de varias universidades privadas se presentarán para ser evaluados. Cada año, los talleres libres cerrarán sus calendarios y lo harán, por supuesto, montando alguna obra. Los grupos independientes y los de los institutos, invariablemente tienen algo preparado para la época. Hace falta coordinar un poco los esfuerzos -de manera que las funciones, o por lo menos los estrenos no se traslapen- incorporar todas las propuestas a un programa de promoción común, concentrar la difusión. Y, me parece, esto se puede lograr sin desvirtuar la naturaleza de las puestas en escena -muchas de ellas son ejercicios de evaluación o esfuerzos de entusiastas que han cursado apenas un taller-. Además se podría agregar la presencia de algún grupo de otro estado -eso incluso ocurrió ahora, con la presentación de Sueño de una noche de verano, a cargo del grupo Rocinante, de la Casa del Teatro de Pátzcuaro, Michoacán-. La cuestión es que ya existe una amplísima oferta de teatro durante un par de meses en nuestra ciudad, y valdría la pena aprovecharla para invitar a los aguascalentenses a disfrutarla.

Y también sería una buena oportunidad para promover la crítica, invitar a los periódicos a asistir a los estrenos o hacer un concurso de reseña teatral entre estudiantes de bachillerato o universidad. Sé de primera mano que muchos de los grupos que se presentaron no sólo buscaban el aplauso -o no sólo temían el abucheo-, también esperaban la retroalimentación. Y sé también que disfrutarían mucho la tensión de abrir los periódicos un día después del estreno y encontrarse con un texto que hable de ellos. Seguramente odiarán a quien los destroce y amarán al conocedor que los halague; en cualquier caso, tener alguien a quien amar o a quien odiar siempre será mejor que tener al silencio como interlocutor.


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