Salzburgo es mundialmente conocida por haber sido el lugar de nacimiento de uno de los grandes genios de la música, Wolfgang Amadeus Mozart, no es una gran ciudad, apenas tiene poco más de 150 mil habitantes, sin duda su grandeza obedece más a lo estrictamente musical, además de ser la cuna del buen Mozart, es la sede de uno de los festivales musicales de mayor prestigio y tradición en la historia de la cultura universal, el Festival de Salzburgo, pero no debemos olvidar que también en esta plácida región austriaca, cercana a la ciudad alemana de München, nació uno de los grandes genios de la dirección orquestal, el maestro Herbert von Barajan, a él deseo dedicarle el banquete de esta semana.
Sucedió el 16 de julio de 1989, estaba en el Teatro Morelos, en el palco que solían asignarnos para la transmisión de conciertos y algunos otros eventos, como por ejemplo, la entrega del Premio Nacional de Poesía, hoy Premio Bellas Artes de Poesía. En aquella ocasión a la que me estoy refiriendo, era para transmitir un concierto de un cuarteto de cuerdas de Moscú, no estoy muy seguro de cuál era, según recuerdo se llamaba Drugba, y se presentó dentro del ciclo “Julio mes de la música” que el Instituto Cultural de Aguascalientes organizaba cada verano. Por cierto que aquel año tuvimos la oportunidad de disfrutar de grandes ensambles, como fue el caso de la Camerata Stuttgart. En fin, el punto es que estábamos en la transmisión del concierto cuando nos enteramos de la muerte de Herbert von Karajan, el mítico y legendario director de orquesta que sustituyó a otro de los grandes referentes de la batuta como fue Wilhelm Fürtwangler como titular de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Por cierto, no sé si ya viste una película que se llama “Réquiem para un Imperio”, es indispensable para cualquier melómano, como seguramente tú, amigo lector lo eres. En esta película se nos presenta a un Fürtwangler perseguido por los aliados después de haber entrado a Berlín y acusándolo de una supuesta complicidad con el régimen Nazi, entre otras cosas se señala también la agria rivalidad que tenían estos dos directores, en aquel tiempo Karajan demasiado joven mientras que Fürtwangler ya era un hombre maduro, entrado en años, pero era tal el desprecio, que Fürtwangler se negaba a pronunciar el nombre de Karajan, se refería a él como “el pequeño K”.
Pues por esas situaciones extrañas e incomprensibles que nos da la vida, Karajan ocupa el puesto de quien tanto lo despreciaba como director titular de la Orquesta Filarmónica de Berlín, históricamente, una de las mejores orquestas del mundo, por cierto, que este es un tema para un futuro Banquete, cuáles son, según los que saben, las mejores orquesta del mundo, pero en cualquier lista de cualquier musicólogo, desde el más complaciente hasta el más exigente y radical, las Filarmónicas de Berlín y Viena deben estar ahí.
El pasado miércoles 16 de julio se cumplieron 25 años de la muerte de Herbert von Karajan, sus trabajos al frente de algunas de las orquestas de mayor prestigio en todo el mundo quedan ahí como testimonio de su arte, su trabajo con la batuta no se limitaba a hacer buenas y exactas lecturas de las partituras que tenía en el atril, su trabajo como director era de verdadera interpretación, personalizaba hasta el extremo su manera de entender la música de los genios que le tocaba dirigir, lo que le ganó, en más de una ocasión, la crítica de diferentes analistas y musicólogos, sin embargo las versiones que él hacía de la música que estaba dirigiendo son, inobjetablemente, de las más apreciadas en el inmenso e inagotable panorama de la gran música de concierto. Evidentemente no entendía a Beethoven de la misma forma que Fürtwangler o Bruno Walter, sin duda, tres de los mejores intérpretes del genio de Bonn y eso precisamente es parte del inconmensurable encanto de la música, en términos de interpretación y dirección de orquesta no hay nada escrito, no hay versiones definitivas, de hecho, una misma obra, por ejemplo, la Sinfonía Sexta, “La Trágica” de su alteza real Gustav Mahler, tocada dos veces por la misma orquesta, digamos la del Royal Concertgebow de Ámsterdam dirigida en ambos casos por Bernard Haitink, no se escuchará de la misma forma, esta es una verdad inapelable, porque las circunstancias cambian, porque nunca las emociones son las mismas en dos momentos diferentes de nuestras vidas y de esta manera y como consecuencia de lo mismo, el arte, en este caso concreto, la música, se expresan de formas distintas. A esto me refiero cuando digo que el trabajo de Karajan, como de otros grandes referentes de la dirección, no son sólo lecturas, sino verdaderas interpretaciones.
En el caso concreto de Beethoven, terreno fértil y muy frecuentado por todos los grandes directores, una escucha atenta y hasta escrupulosa de todo su corpus sinfónico, nos hará, inevitablemente, hacer notar diferencias si comparamos a tres grandes directores, por ejemplo, Fürtwangler, Arturo Toscanini y Herbert von Karajan. Los tres son autoridades en este repertorio, y sin embargo, cada uno tiene sus propias concepciones musicales y su muy particular forma de entender al divino sordo, y claro, los tres tendrán razón en su ejecución, ninguno fue infiel a la partitura, los tres se sometieron respetuosamente a lo que dejó escrito Beethoven, y sin embargo se escucha tan diferente, por eso podemos hablar con toda razón del “Beethoven de Toscanini” o del “Beethoven de Karajan” o del “Beethoven de Fürtwangler”, ya dependerá de nosotros, melómanos incurables, cuál es la concepción que más nos gusta, lo triste en todo caso, sería que nos diera igual, sería una verdadera tragedia ser indiferentes a estos encantos.