La arrogante Croacia / Taktika - LJA Aguascalientes
25/11/2024

Recife, Brasil. 22 de junio de 2014. Tratando de desmoralizar a su próximo rival México, el director técnico de la selección de fútbol de Croacia, Niko Kovac, dice lo siguiente: “Sí hay un equipo mañana a quien le tiemblen las rodillas no será Croacia”.

Prosiguiendo la guerra psicológica contra los aztecas, el centrocampista del Real Madrid, Luka Modric, afirma arrogante: “Le hemos marcado goles a mejores porteros” y remata: “Somos un mejor equipo en calidad individual”.

La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar brevemente al amable lector la historia de Croacia y cómo ésta ha moldeado la arrogancia de su selección nacional de balompié.

Dalmacia, “tierra de montañas”, es la denominación empleada para designar el litoral adriático de lo que actualmente es Croacia. Esta región, tal y como lo describe el historiador italiano Giuseppe Praga, se “situó con actitud sumisa a la sombra de las águilas romanas” a partir del año 9 d.C.

Tras la caída del Imperio romano de Occidente en 476 d.C., tribus bárbaras se hicieron con el control de Dalmacia. A mediados del siglo VII los croatas, una estirpe eslava, se apoderaron de la zona. Sin embargo, la ilustración y el lenguaje dálmatas conservaron un marcado predominio latino, aderezado por la influencia cultural de Bizancio.

Las ciudades portuarias de Split y Ragusa (Dubrovnik, en croata), las urbes más representativas de esta región, buscaron la protección de Venecia, “esa ciudad estado italiana con personalidad bizantina” (Robert D. Kaplan dixit). Cuando estalló la Reforma preconizada por Martín Lutero, los dálmatas, a causa de la influencia italiana, permanecieron en el bando católico.

El catolicismo dálmata, según subraya el cronista francés Fernand Braudel, “era una religión combatiente, enfrentada a la amenaza ortodoxa instalada en las montañas y al inmenso peligro turco”.

Los dálmatas tuvieron la oportunidad de demostrar su catolicismo militante en octubre de 1571, cuando sus galeras se unieron a la flota cristiana que, bajo el mando del almirante español don Juan de Austria, derrotó a la armada turca en la batalla de Lepanto: “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”, afirmó Miguel de Cervantes Saavedra.

La República marítima de Ragusa cesó de existir en 1808, cuando Napoleón Bonaparte la incorporó a Francia. Posteriormente, el Congreso de Viena aprobó la anexión de Dalmacia al Imperio Austro-Húngaro.


Tras el fin de la I Guerra Mundial, Croacia (Dalmacia incluida) se unió al novel Estado de Yugoslavia, conformado por Eslovenia y Serbia. No obstante, las diferencias entre croatas católicos y serbios ortodoxos habrían de devenir en sangrientos acontecimientos que envenenarían el alma croata.

En abril de 1941, la Alemania nazi y la Italia fascista invadieron Yugoslavia y encontraron en Ante Pavelic, y su movimiento Ustacha, un tóxico cóctel de pietismo católico y nacionalismo croata, a sus más fieles aliados. Pavelic y sus adláteres lanzaron acuciosos una brutal campaña contra los gitanos, judíos y serbios.

En 1945 Josip Broz “Tito” y los partisanos comunistas, con el beneplácito del Reino Unido y la Unión Soviética, se hicieron con el poder y procedieron a efectuar represalias contra los dálmatas italianizados, los ustachis croatas y los chetniks serbios. Estos acontecimientos engendrarían más rencor en los corazones croatas.

En el verano de 1991, Croacia declaró su independencia de Yugoslavia. A partir de ahí, cuatro años de sangrientos combates habrían de librarse en Croacia, primero, y posteriormente en Bosnia-Herzegovina. Limpieza étnica, campos de concentración y masacres, hechos que parecían confinados a los libros de historia, ennegrecieron el final de siglo en la “civilizada” Europa.

La primera participación mundialista de Croacia ocurrió en Francia 1998. En tierras galas el combinado del blasón ajedrezado, dirigido por el ariete madridista Davor Suker y espoleado por la recién ganada Guerra de Independencia, se alzó con el tercer lugar.

Sus participaciones en Corea y Japón 2002 (donde, con gol de Cuauhtémoc Blanco, México la vencería) y Alemania 2006 serían, francamente, mediocres.

Los señores Kovac, Modric et al harían bien en recordar que el Mundial de Fútbol es una competición deportiva no una guerra, ni una demostración de superioridad racial contra las supuestas “razas inferiores”.

Sin tratar de envolverme en la bandera (pues hay cuestiones más torales para este país como la reforma energética), desde esta tribuna me gustaría recordarle al Sr. Kovac las palabras del gran histrión mexicano, Pedro Armendáriz: “No a todos les queda el puro, nomás a los hocicones”.

Aide-Mémoire.- Felicito a la generación 2010-2014 de la Licenciatura en Diseño de Moda en Indumentaria y Textiles, por su participación en la 15ª Muestra Exportadora, organizada por el Departamento de Economía de la UAA.


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