- Cuarto aniversario luctuoso del autor de Días de guardar
- Era un hombre que dormía muy poco y se la pasaba trabajando: Rafael Barajas El Fisgón
Era tal la capacidad de trabajo que tenía Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 4 de mayo de 1938 – Ciudad de México, 19 de junio, 2010), que en alguna ocasión el escritor Juan Villoro contó que en Darmouth College lo vio escuchar una conferencia de Carlos Fuentes sin perder ningún detalle, mientras escribía en una libreta un artículo sobre un tema enteramente distinto.
Carlos Monsiváis estudió en las facultades de Economía y de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue director de la colección Voz Viva de México de la UNAM; investigador del INAH; secretario de redacción de las revistas Medio Siglo y Estaciones; cofundador de la revista Nexos y del periódico La Jornada; cofundador y director del suplemento cultural La Cultura en México, colaborador de El Gallo Ilustrado, Estaciones, La Cultura en México, Medio Siglo, México en la Cultura, Personas, Proceso y Unomásuno.
Muchas virtudes le fueron reconocidas. Por ejemplo, su capacidad crítica, su estatura intelectual y su peculiaridad estilística que lo convirtieron en una de las voces más reconocibles del panorama cultural hispánico. Pero algo que llamaba la atención y sorprendía era su omnipresencia en múltiples foros: mesas redondas, presentaciones de libros, programas de radio y televisión, colaboraciones en periódicos y revistas, coloquios, museos, películas, antologías y prólogos de libros. Es decir, era “una máquina de trabajo”.
Así lo recuerda su amigo el caricaturista Rafael Barajas El Fisgón, quien durante varios años acompañó a Monsiváis a recorrer diversos tianguis para encontrar varias de las joyas que conforman la colección que hoy en día alberga el Museo del Estanquillo.
“Carlos tenía una capacidad de trabajo asombrosa y una inteligencia fantástica. Además dormía muy poco, entonces se la pasaba trabajando. Como tenía muchos intereses lo conectaba todo, hacía conexiones entre ciencia y política, entre arte y literatura, es decir, era una máquina de trabajo, además de ser divertido y creativo. Pasarán muchos años antes de que México vuelva a tener otro intelectual público de la calidad y la consistencia de Carlos Monsiváis”, señala El Fisgón.
El don de la omnipresencia de Carlos Monsiváis fue comentado por el escritor mexicano Juan Villoro, quien dijo que durante décadas, la presencia de Monsiváis en un sinfín de presentaciones de libros, coloquios, manifestaciones y convites, fue vista como algo obvio e inevitable. “Su comparecencia en tantos sitios sugería la posibilidad de que contara con replicantes”.
Villoro asegura que así como ningún taxista ha sido capaz de recorrer todas las calles del DF, ningún lector ha sido capaz de leer todos los textos de Monsiváis. “Es posible que sólo el diez por ciento de lo que escribió se haya convertido en libros. Para leerlo completamente se necesitaría una vocación de coleccionista y el afán de detective inconcluso del propio autor, pues muchos de sus textos son ilocalizables”.
Carlos Monsiváis y el poeta Hugo Gutiérrez Vega trabaron amistad en 1955. Hugo conoció a su madre, doña Esther, a quien recuerda como una mujer diez veces más inteligente que Monsiváis. “Ella fue muy importante no sólo para su formación emocional sino intelectual. Fue para Carlos una maestra extraordinaria”.
De la larga amistad que tuvieron, Gutiérrez Vega destaca que el autor de Días de guardar era un hombre de una amplia capacidad de trabajo que aprovechaba los viajes en avión para escribir. En un viaje a Madrid, de unas 12 horas de duración, dice, era capaz de crear 20 artículos.
“Monsiváis era como un gato. Tenía 16 gatos y él era el 17. Comía cuando tenía hambre, dormía cuando tenía sueño, era un auténtico Vagabundo de las islas, como en la novela de Conrad. Era un hombre de un caos perfectamente ordenado y para eso ayudaba mucho doña Esther, su mamá, y no porque lo ordenara, porque Carlos era ingobernable, pero le tenía sus documentos al día y sus compromisos bien establecidos”, evoca Gutiérrez Vega.
Y es que Carlos, agrega el escritor, era capaz de aceptar cuatro compromisos a la misma hora, en diferentes lugares, y cuando le hacían ver que iba a fallar a tres, respondía: No, voy a fallar a los cuatro. “Con Carlos había que aceptar sus reglas del juego. Yo creo que es uno de los pocos que, como dice la canción, I did it my way”.
El escritor Adolfo Castañón, en su ensayo Un hombre llamado ciudad, lo considera “el último escritor público en México”, en el sentido en que no sólo cualquier mexicano lo ha escuchado o leído, sino que todos son capaces de reconocerlo en la calle.
La bibliografía de Carlos Monsiváis está conformada por más de 50 títulos que recogen sólo una parte de su vasta producción escritural; su otra trinchera han sido las varias docenas de publicaciones impresas (suplementos culturales, revistas, diarios) que han presumido ya por medio siglo su firma como trofeo. Eso sin contar los generosos prólogos (se podría hacer otra biblioteca sólo con ellos) y los cientos de ponencias con las que ha participado en presentaciones de libros y conferencias de todo tipo de temas, desde los conciertos de Juan Gabriel y Luis Miguel hasta el narcotráfico, la transición a la democracia o los chavos banda.
Entre sus innumerables libros destacan Días de guardar (1971), Amor perdido (1977), Nuevo catecismo para indios remisos (1982), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1995), Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000), Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), Bolero: clave del corazón (2004), Las alusiones perdidas (2007) y El 68. La tradición de la resistencia (2008), entre otros.
El próximo 19 de junio se cumplen cuatro años del fallecimiento del brillante cronista y ensayista; para homenajearlo, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través de la Dirección General de Publicaciones y el Programa Nacional Salas de Lectura, en colaboración con el Museo del Estanquillo y la Cineteca Nacional, han preparado la celebración Tres esencias viajeras: Carlos Monsiváis, Gabriel García Márquez y José Emilio Pacheco, que se llevará a cabo a partir del 14 de junio, con actividades que tendrán como sede principal el Museo del Estanquillo en la Ciudad de México.
Con información de Conaculta