Educación inclusiva, utopía posible / Discere - LJA Aguascalientes
21/11/2024

La inclusión se ve como el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación

UNESCO

En la educación inclusiva tiene mucha importancia la idea de atender a aquellos que están en riesgo de ser excluidos y hacerlo de manera equitativa y con calidad, sin discriminarlos por su condición física, social, política, religiosa o étnica, con la finalidad de proporcionales las oportunidades de desarrollo integral como seres humanos. Julie Dyson señala que “La inclusión simplemente denota una serie de amplios principios de justicia social, equidad educativa y respuesta escolar”.

La escuela inclusiva supone una nueva forma de entender la educación, en la que todos deben acceder a ella y aprender juntos. En la que ya no debe haber espacios y maestros para los alumnos con necesidades especiales, ni espacios y maestros diferentes para aquellos que no las tienen. Implica también modificar el currículum; desarrollar una formación docente que equilibre las cuestiones pedagógicas con las psicológicas, terapéuticas y valorales. Necesita un presupuesto bien asignado y sobre todo voluntad política para que se pueda llevar a la práctica.

El tema de la inclusión en educación no es nuevo, pero puede decirse que fue en la Conferencia Internacional de Educación para Todos (EPT) de Jomtien en 1999 donde por primera vez se señala la necesidad de que todos, sin distinción, puedan ejercer su derecho a la educación.

Posteriormente aparecerán otros documentos europeos e internacionales, en el rubro de las necesidades educativas especiales, como el de “Resolución del Consejo relativa a la integración de los niños y jóvenes minusválidos en los sistemas educativos ordinarios” (CE, 1990); la “Declaración de Salamanca” (UNESCO 1994); la “Carta de Luxemburgo” (Programa Helios 1996); la “Resolución del Consejo sobre la igualdad de oportunidades en educación y formación para los alumnos y estudiantes con discapacidad” (CE, 2003), o la “Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad” (Naciones Unidas 2006) pero sin duda, el documento más emblemático, es el de las opiniones de los jóvenes con necesidades especiales en 2007 en la Audiencia titulada “Jóvenes voces: Encuentro sobre la Diversidad y Educación” organizado por el Ministerio de Educación Portugués.

La “Declaración de Lisboa: Opiniones de los jóvenes sobre Inclusión Educativa” fue el resultado de una serie de propuestas de jóvenes con necesidades educativas especiales de nivel secundaria, de formación profesional y de educación superior de 29 países europeos. En este documento, los jóvenes redactaron sus derechos en primera persona. “Tenemos derecho a”. También expusieron las mejoras y carencias, los retos y necesidades y emitieron su opinión sobre la educación inclusiva. Al final concluyeron: “Somos los constructores de nuestro futuro. Necesitamos eliminar las barreas que hay en nuestro interior y las del exterior. Debemos crecer más allá de nuestras discapacidades, sólo así el mundo nos aceptará mejor”. Es un texto hermoso y emotivo que vale la pena conocer.

En México ya existe un marco legal que da sustento a la educación inclusiva y a favor de la niñez en general. Hay leyes internacionales como: La Convención sobre los Derechos del Niño. La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. La Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad. Hay también leyes nacionales: La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (artículos 1 y 3). Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación. La Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. La Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad y la Ley General de Educación.

Sin embargo, este sustento jurídico no es suficiente para que un proyecto de inclusión tenga éxito, ya que faltan las estrategias para poder implementarlo de acuerdo al contexto mexicano, que es bastante más complicado que el de los países europeos. Según datos del INEGI, en México hay 39.2 millones de menores de 17 años, de los cuales, el 1.6% sufre algún tipo de discapacidad y el 5.9% son hablantes de lengua indígena en relación con la población total infantil. A pesar de este panorama, ya se están dando los primeros pasos, aunque falte mucho por hacer.


La escuela inclusiva está basada en un modelo pedagógico que exige otro enfoque. Supone concebir la educación como el medio idóneo para desarrollar la cultura de aceptación de la diversidad y la no discriminación. Se necesita un cambio de actitud en profesores, padres de familia y en toda la sociedad, porque lo cierto es que, para lograr una educación incluyente, se necesita que la sociedad también lo sea.

La inclusión educativa en México tiene sus características propias, no puede compararse con los proyectos de otros países, ni actuar por presiones internacionales. Su ritmo es otro, pero ya no puede dar marcha atrás. Encontrará muchos obstáculos y desánimos, pero eso no debe detener el avance del proyecto, ya que aún hay demasiados niños y jóvenes que siguen estando en la exclusión y sin oportunidades. Es preciso que pase, de ser una hermosa utopía, a ser una realidad posible. Según Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. [email protected].

Twitter: @petrallamas


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