Uno puede asistir al cine con distintas expectativas, dependiendo el tipo de película, ya sea divertirse, entretenerse, reflexionar, rendir homenaje, asustarse, etcétera; no obstante, hay algunas cintas en las que la mayoría del público coincide en lo que espera de ellas, y Godzilla es una de éstas.
Así que, con la posible excepción de los Godzillafilios, la mayoría de los que acudimos al cine a ver este filme íbamos a ver cómo este monstruo milenario peleaba, pisaba y destruía todo lo que se le atravesara en su camino, porque lo menos que uno espera de la cinta que lleva su nombre, es que el monstruo fuera el centro de todo, desafortunadamente esto no sucedió así.
Tal vez lo que Gareth Edwards, director del filme, pretendía era emular un poco a Spielberg y su Tiburón, película en la que el escualo aparece por primera vez en toda su gloria cuando ya ha transcurrido alrededor de la mitad de la proyección, y para cuando al fin lo vemos, todos los espectadores ya estábamos hechos nudo con la tensión. Sí, quizás ésa fue la intención de Edwards, pero el resultado no fue el mismo.
El inicio de la película transcurre muy bien, poco a poco nos van presentando a los personajes, los lugares y distintas circunstancias que proveen el planteamiento de la historia. Vemos imágenes de archivo que muestran distintas pruebas nucleares que se llevaron a cabo en los 40 y 50, acompañamos a unos científicos mientras descubren, en Filipinas, unos enormes restos de una criatura milenaria, así como lo que parecen ser unos huevos o capullos -uno abierto y otro cerrado-, atestiguamos un desastre nuclear en una planta en Japón y conocemos a la familia Brody (Joe, Sandra y el pequeño Ford) de quienes adivinamos tendrán una presencia importante en la cinta.
Tras el desastre en Japón, avanzamos 15 años hacia el futuro y vemos a un Ford Brody quien ha crecido y tiene ya a su propia familia radicada en San Francisco, y quien se ve en la necesidad de volver al país oriental a rescatar a su padre, quien sigue atormentado con los sucesos de antaño.
La tensión aumenta en la sala de cine cuando vemos que los movimientos telúricos y otras extrañas manifestaciones indican que se repetirá lo que sucedió hace años, aunque ahora parece que los científicos, apoyados con las investigaciones de papá Brody, tienen más idea de lo que está por suceder…la tierra se mueve, las construcciones se derrumban, el vapor se escapa y vemos finalmente a… ¿Godzilla? No, no es él, se trata de una muy mal hecha cucaracha sobre desarrollada a la que llaman MUTO u OTENI (Organismo Terrestre Enorme No Identificado), según si la vieron en inglés o en español.
De boca de los científicos aprendemos que este bicho no es Godzilla (¿de veras?) sino otra antigua criatura que se alimenta de energía nuclear y que está buscando “algo” que no les queda muy claro, y a la que, al parecer, el verdadero Godzilla le está dando caza.
El famoso MUTO, Godzilla, soldados, científicos y nuestro héroe -Ford- comienzan una persecución sin mucho sentido, ni mucha explicación, ni argumento, ni trama, ni diálogos, ni nada que termina en una destruida Honolulu.
Posteriormente, en Las Vegas aparece otro MUTO más que arrasa con la ciudad…y entendemos, son dos y buscan aparearse… ¿y Godzilla?… sigue persiguiéndolos desde las diagonales por razones que el monstruo, y tal vez el director, sólo entienden.
Y, claro, la convergencia de los tres monstruos, soldados y héroe no puede suceder en otro lado más que en San Francisco, casualmente en donde radica la familia Brody.
Y ya se imaginan…lucha, lucha, lucha y el final esperado y tan, tan…
Godzilla realmente aparece en toda su magnificencia, desplegando todo su poder por 20 minutos, muy buenos, no digo que no, con una excelente fotografía y coreografía de lucha, acompañado todo de una fabulosa música, pero… ¿20 minutos en su propio largometraje? Si hubo jamás un personaje que pudiera haberse beneficiado de todos los avances tecnológicos con los que ahora cuenta el mundo del cine es éste, que nació para enseñarnos todo su poder, fuerza y señorío desde la pantalla grande revestido de cuanto CGI se pudiera concebir ¿y me lo relegan a actor de soporte?… ¡de verdad que no es de Dios!
Y no sólo el monstruo está sub utilizado en esta película, también los estupendos actores que conforman el casting, contratados para poner cara de “ooohhhh”, decir frases clichés extraídas de un guión soso, poco inspirado y nada profundo, o para correr de un lado a otro como pollos descabezados… en serio, qué desperdicio.
Hay dos escenas que considero fantásticas dentro de este filme, una, cuando los soldados americanos viajan por tren llevando las bombas que pretenden acabar con los monstruos y son atacados por el MUTO hembra. Y la segunda, la lucha de los gigantes prehistóricos en el centro del barrio chino de San Francisco.
Además, también hay otros dos momentos que no tienen gran trascendencia para la trama pero son un agasajo visual para el espectador: las tomas aéreas de Godzilla nadando en el océano mientras es escoltado por barcos militares, y la caída libre de los paracaidistas en su salto HALO… para mí, éstos son los aspectos rescatables del largometraje, pero, para eso, la verdad, creo que podrían ahorrarse dos horas de su vida y disfrutar una y otra vez del tráiler elaborado para promoverlo.
Productores: Thomas Tull, Jon Jashni, Mary Parent y Brian Rogers; Director: Gareth Edwards; Guión: Max Borenstein, basado en el personaje “Godzilla,” de Toho Company Ltd; Fotografía: Seamus McGarvey; Edición: Bob Ducsay; Música: Alexandre Desplat; Elenco: Aaron Taylor-Johnson, Ken Watanabe, Elizabeth Olsen, Juliette Binoche, Sally Hawkins, David Strathairn y Bryan Cranston (Joe Brody).