Futbol y política / Tlacuilo - LJA Aguascalientes
23/11/2024

BRASIL, 1962. Yo, que como Nicolás Guillén nada sé de deportes, me interesé desde el punto de vista sociológico cuando estando en Río de Janeiro, el delirante pueblo carioca se volcó para recibir al equipo brasileiro, que había conquistado por segunda vez la Copa Mundial de Futbol en la bella y plácida Viña del Mar, República de Chile.

Cuando les comenté a mis camaradas de la Unión Nacional de Estudiantes mi intención de participar en aquella recepción popular, me dieron este sabio consejo: no lleves nada en las manos ni en los bolsillos y limítate a una identificación escondida en el cinturón. Así pues, tuve que abstenerme de ejercer mi afición fotográfica, que además era un testimonio de mi viaje por América Latina.

LA APOTEOSIS. Elegí el lugar que me pareció más estratégico en la avenida Río Branco y aunque la espera fue larga, la gente la animaba con porras, bailes, canciones y demás ocurrencias. Cuando por fin pasaron lentamente los bicampeones en un transporte descubierto, aquello fue la locura; la multitud rugía rítmicamente y con precisión asombrosa los nombres de cada uno de los integrantes, separados por tres palmadas (Recuerdo los de ¡Pelé… Garrincha… Vavá… Didí… Amarildo… Zito… Zagallo…!); una vez que pasó el equipo, otra caravana que lo seguía y no quería separarse de él, convirtió aquello en una masa de cuerpos prensados de la que sólo se apreciaba un mar de cabezas desesperadas por liberarse de aquella presión tan grande que nos hacía casi imposible respirar; se oían gritos angustiados de gente pisoteada o aplastada contra la pared o contra los postes de las luminarias; entonces recordé otra recomendación: si la aglomeración se hace insoportable no te vayas a resistir; déjate llevar. Me relajé lo suficiente y automáticamente la presión me expulsó hacia arriba, de manera que viajé sobre la multitud cuyas múltiples manos me llevaban de un lado a otro, mientras otras hurgaban en los bolsillos.

UN CARNAVAL EN JUNIO. Una vez que avanzó lo suficiente aquella turba insólita y volví a ponerme de pie, me di cuenta de que no podía recuperar el equilibrio porque la cabeza me daba vueltas. Todavía no terminaba de tomar aliento asido a la reja de una ventana, cuando me percaté de que venía una comparsa cantando y bailando samba acompañada al ritmo de las percusiones tradicionales; pero cuál no sería mi sorpresa de que no era un pequeño grupo, sino el pueblo que había ido a sacar sus atuendos del reciente carnaval, convirtiendo el recorrido en una parodia del anual como una ofrenda para sus campeones, a los que vi posteriormente en el estadio Maracaná, en un juego increíble que jamás podré olvidar a pesar de no ser hincha del futbol.

Nadie se abstenía de sumarse a aquella marcha rítmica y pletórica de alegría, llevara o no atuendo especial: o tocaba o bailaba. Entonces una hermosa morena me sacó de mi asombro para introducirme en otro al llevarme de la mano al centro de aquél gigantesco fandango. Así empecé a bailar o samba.

FUTEBOL, ECONOMÍA Y POLÍTICA. Pero resultó que la recepción futbolera no solamente tenía un significado sociológico, sino también un severo trasfondo económico y político. Brasil pasaba por una situación delicada ante la permanente amenaza de un golpe de Estado para sustituir con un dictador militar al presidente João Goulart, quien sostenía una política abiertamente favorable a las causas populares, a contrapelo del gobierno de Estados Unidos que estaba decidido a evitar la repetición del caso cubano a tres años del triunfo de su revolución.

La oligarquía brasileira, soliviantada por el Imperio, adoptó entre otras medidas la de provocar reacciones violentas del pueblo contra el gobierno, mediante el acaparamiento del arroz y el frijol que mantenían ocultos para provocar su escasez artificial.

¡Sem arroz e sem feijão, mas Brasil é bicampeão! Por eso el estribillo ¡Sin arroz y sin frijol más Brasil es bicampeón! que el pueblo repetía insistentemente a todas horas y en todas partes, era un apoyo explícito a la política de Goulart.

GOLPE DE ESTADO. Gracias a esto -entre otras cosas- João Goulart pudo resistir dos años más antes de que Estados Unidos lograra -como suele hacerlo- suprimir al presidente democráticamente electo que, aparte de ser uno de los más queridos, contaba con el mejor equipo de futbol del mundo.


LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS. Hace unos días, el presidente Peña Nieto conminó a nuestra selección nacional a regresar con la copa del mundo en la mano; pero como recomienda Cervantes, más vale no entrar en comparaciones.

Aguascalientes, México, América Latina

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