El motivo principal del infortunio en las tragedias clásicas, es casi siempre el orgullo desmedido de los mortales que les hace creerse superiores a los dioses, o que no los necesitan ni les deben honores. Dicha actitud es considerada como el más grave de los defectos, y la causa fundamental de todos los infortunios. La tragedia en la literatura y artes escénicas alecciona al lector o espectador, mediante la experiencia de la compasión y el miedo, respecto a los valores de sobriedad, humildad o benevolencia de la religión clásica. La catarsis, la purificación emocional, corporal, mental o espiritual es, pues, el medio por el cual los espectadores pueden evitar caer en el orgullo desmedido.
Si hubiese capacidad emocional de identificar sus yerros, el infortunio dominaría hoy en día el la vida de los planificadores de la economía mexicana. Hace apenas ocho meses cuando estos hacedores de la política económica proyectaban el comportamiento de las principales variables de desempeño económico para 2014, el optimismo campeaba en sus perspectivas. Al definir el documento “Criterios Generales de Política Económica” sobre el cual se basó el Presupuesto de Egresos de la Federación y la correspondiente Ley de Ingresos del año en curso, las reformas impulsadas por el gobierno, particularmente la tributaria, eran la piedra de toque para disparar desde allí el crecimiento económico.
La semana pasada, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, informó que esa institución redujo su estimado de crecimiento de la economía del país para 2014 a un rango de entre 2.3% y 3.3%, desde el rango de entre 3% y 4% pronosticado previamente, ante la desaceleración económica registrada a inicios del año. El gobernador del Banco de México (BANXICO), durante su participación en el Foro Forbes en septiembre del año pasado, se había declarado convencido de que la desaceleración de la economía de México desde 2008 era temporal, y que a comienzos de 2014 volvería a crecer a tasas de tres por ciento. Aseguró entonces que los factores que generaron la recesión en los años pasados estaban ya en proceso de recuperación y que el Producto Interno Bruto del país crecería nuevamente en 2014, aunque el crecimiento sería “insuficiente para generar más empleos mejor remunerados y abatir la pobreza”.
Si la justificación para la reforma fiscal, es decir, la modificación en la manera como se calculan y cobran los impuestos, estaba en promover la recuperación de la actividad económica, la decepción y angustia por haber hecho el ridículo ante las actuales condiciones económicas del país, sería un primer paso hacia el arrepentimiento.
Pero ese ridículo trágico carece de humor. Con la reforma se han cargado al país, no sólo al no haber sacado a la economía del hoyo, sino por haber impuesto unas condiciones fiscalizadoras que obstaculizan muchas de las actividades económicas. Evidentemente falta aún mucho para completar el proceso, identificación de la culpa -arrepentimiento- propósito de enmienda.
El titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), uno de los más notables economistas de la corriente liberal que encabeza la dependencia del gobierno federal que es la responsable del manejo de la economía del país, objetó inicialmente el diagnóstico sobre el crecimiento que hiciera el gobernador del BANXICO, otro notable neoliberal. Pero finalmente coincidió en que el crecimiento del PIB en 2014 será, según la expectativa actual y salvo futuras correcciones, casi un punto porcentual menor a lo que se esperaba.
El cuento de la recuperación del crecimiento al elaborar las cifras del presupuesto se ha repetido ya varios años. En septiembre de 2012, a unos meses de asumir el mando económico del país el grupo más afín con la tecnocracia neoliberal, el gobernador del BANXICO celebraba que la “mesa está puesta en México para que la economía pueda crecer a tasas del 6%”. Sin empacho ni arrepentimiento, sin proceso catártico que lleve a esperar propósito de enmienda, ahora auguran que el país no crecerá ni la mitad de esa cifra, como no creció en 2013 y, claro, la culpa la tienen los EEUU.
Es notable la cínica desvergüenza ante las constantes fallas que desde hace más de tres décadas cometen los economistas de la corriente monetarista neoliberal en la conducción económica del país. ¿Será que les fallan los números porque son ineptos o porque están siguiendo el juego de un montaje teatral?
El crecimiento del PIB, el indicador clave de desempeño que utilizan -que además es inexacto para medir el bienestar general e improcedente como objetivo para impulsar el desarrollo- es una farsa ya que su perspectiva ideológica lo supedita, como lo han hecho durante más de treinta años, a asegurar antes que otra cosa el equilibrio financiero-monetario. Por ello, aunque el crecimiento sea una meta en el modelo económico neoliberal, el desarrollo no se alcanza como consecuencia. El incremento sostenido en las ganancias del sector bancario, consecuencia directa de ese modelo, es incompatible con el fortalecimiento del sector productivo local y la equitativa distribución de la riqueza en el largo plazo.
Desde hace un lustro, como virtuoso actor tragicómico, el señor “catarrito” Carstens viene diciendo que la desaceleración que registra la economía mexicana sólo es de carácter “temporal”. Consistentemente, cada vez que ha anunciado la trágica reducción en las perspectivas de crecimiento, se obliga teatralmente a mencionar que el desempleo y la pobreza seguirán en aumento (qué pena, pero ni modo).
La tragicomedia es una forma de obra dramática en la que se mezclan los elementos trágicos y cómicos, el sarcasmo y parodia. La crisis, el infortunio, lo ridículo y trágico de las cosas, serviría de catarsis/purificación para reconsiderar las fallas y corregir los errores. En la tragicomedia económica mexicana, sin embargo, no hay visos de que eso suceda.
Twitter: @jlgutierrez
