La alternancia en Aguascalientes inicia cuando el PRI pierde por primera vez la capital del estado y a partir de ese momento se fue consolidando un modelo de alternancia bipartidista entre el PRI y el PAN en el estado.
Desde el punto de vista técnico se esperaría que el proceso de competencia hiciera mejores gobiernos y que las prácticas políticas se afinaran cada vez más para atraer la atención y el apoyo del electorado.
Como consecuencia de lo anterior, se esperaría que el proceso de competencia hiciera mejores ejercicios de gobierno. Contrario a la afirmación de especialistas y académicos, en Aguascalientes esto no ha ocurrido.
En esta competencia electoral cada vez más feroz, se han incrementado con el paso del tiempo, los mecanismos de control político en los dos grandes partidos que gobiernan alternadamente la entidad.
El ejercicio y las prácticas de gobierno que desarrolla el PRI, no se diferencian de manera sustantiva respecto al PAN. Se esperaría que un partido de oposición que ha planteado en sus documentos y sus demandas políticas procesos de democratización y de libertad política, llegue al gobierno con propuestas y prácticas que consoliden los procesos democráticos, Pero eso no ha pasado.
La utilización de los presupuestos y los programas sociales con fines electoreros es una práctica cotidiana entre los dos partidos cuando son gobierno. El corporativismo es otra vieja y viciada práctica que no sólo el PAN, también la izquierda la ha caracterizado como un elemento que atenta en la construcción de ciudadanía, y se practica por igual en el PRI o el PAN. Observamos por lo tanto un corporativismo tricolor, o uno azul.
En aspectos como son la corrupción, tampoco hay una gran diferencia, se practica indistintamente por los dos grandes partidos cuando ejercen el gobierno.
Afinar las prácticas que vienen del viejo sistema ha sido la preocupación central porque significan control político, el compromiso por hacer un buen ejercicio de gobierno, se deja como un objetivo secundario.
Esta situación se ha ido agudizando en la medida en que hay procesos electorales y han conducido a la sociedad a una encrucijada porque obligan al ciudadano a mentir diciendo que tiene una afinidad ideológica por temor al poder, o ser excluido oportunidades laborales o de servicios que realizan los gobiernos municipal o estatal.
No sólo los ciudadanos son sujetos de este bipartidismo tóxico, también la estructura institucional está atrapada en esta práctica política. El Congreso no genera leyes para la sociedad y sus procesos económicos, se hacen y congelan leyes dependiendo del interés del partido que las promueve. En una dinámica similar se encuentra el poder judicial.
Junto con ello las cámaras empresariales, las asociaciones de profesionistas, los medios de comunicación, las organizaciones civiles, hasta el resto de los partidos, están presionadas para tener una identidad ideológica que en realidad debiera ser voluntaria y no obligada por esta circunstancia.
Esta situación está perfilando un escenario peligroso y lleno de incertidumbre. Podríamos decir que debido a esta situación tenemos procesos de ingobernabilidad porque no se están atendiendo los problemas sociales porque el gobierno asume los asuntos de Estado con el tinte partidista. Esto va exacerbando la polarización que puede desencadenar en procesos incontrolables.
Junto a estos elementos tenemos que agregar que los puestos claves del gobierno están en manos de personajes hechos en la escuela antigua que no abonan a un clima de civilidad para darle una salida consensuada a los conflictos que enfrentan distintos grupos sociales.
Son cuatro los personajes claves en el gobierno que tienen a su cargo la responsabilidad de conducir los destinos del estado y las asumen con un gran autoritarismo como si vivieran en los tiempos del viejo sistema autoritario. Encontramos entre esos personajes al Jefe del Gabinete a Javier Aguilera. Al líder del Congreso, Jorge Varona, a cargo del partido a Guadalupe Ortega, y el mismo Gobernador, Carlos Lozano, incapaces de asumir los conflictos y las contradicciones con mesura y tolerancia política.
Por el lado del PAN, los personajes que llevan la conducción del partido, son los dos senadores Martín y Fernando Herrera que se encuentran en distintos grupos políticos, el diputado federal Rubén Camarillo, el exsenador y exgobernador Felipe González, todos ellos metidos en la disputa interna, incapaces de hacer una lectura política fuera de su esfera partidista.
Como el resto de los partidos y las fuerzas políticas no están en condiciones de competir, el escenario en el estado se ve cada vez más confrontado y se puede trasladar en anarquía e ingobernabilidad. En un ambiente tan polarizado se puede llegar incluso a escenarios de violencia. Mi correo: [email protected]