Hace bastante tiempo que las series de televisión se han transformado en un referente artístico objeto de análisis, y es que el hecho de su duración extendida da posibilidades creativas ilimitadas, más amplias que en el cine, por ello son diversos los directores del séptimo arte que no dudan en incursionar en el exitoso género televisivo. Las revistas y sitios de internet que se especializan en ellas se multiplican, la mayor parte de los medios de comunicación ofrecen espacios para su estudio, hace un par de años por ejemplo, el número 59 de la revista La Tempestad estuvo dedicado a ellas, Letras Libres tiene blogs donde varios de sus colaboradores habituales de otros temas, dan su personal punto de vista. Algunos de estos productos televisivos ya son referente cultural obligado, pensemos en iconos como esa mezcla de novela policiaca y terror que fue Twin Peaks (del controvertido director David Lynch) las psicológicamente emocionantes Los sopranos o Breaking Bad, y claro, el drama político que ha cautivado a propios y extraños House of Cards.
La selfie de Kevin Spacey con el presidente Enrique Peña Nieto así como el divertido comentario de este último de que no podía dar detalles de la tercera temporada, fue foco de atención esta semana, y no es para menos, House of Cards se ha transformado en una serie referente no sólo para los adictos a este género televisivo, sino además una de las favoritas de los políticos y un gran número de intelectuales. La maquiavélica trama se basa en los vericuetos de un congresista que mueve sus influencias y palancas y no duda en atropellar a todo aquel que se ponga en su camino con tal de obtener más poder. Y aquí hay una precisión muy importante, porque como bien lo dice el personaje principal Francis Underwood, hay una gran diferencia entre poder y el dinero: “Dinero es la gran mansión en Sarasota que empieza a caerse a pedazos luego de diez años. Poder es el viejo edificio de roca que resiste por siglos. No puedo respetar a alguien que no entienda la diferencia”. Tal vez lo que más llama la atención es la peculiar forma en que el demócrata explica al espectador su estrategia y pensamiento, lo que nos hace cómplices de su desgarradora y cruel forma de escalar posiciones.
Y no sólo su narrativa es diferente, por sí misma la serie constituye un enfrentamiento entre una nueva forma de comunicación y los tradicionales medios masivos, pues la misma es creada por Netflix y sólo puede accederse a ella mediante este canal de paga por Internet. Varias son las oportunidades en que la serie va a hacer burla a los medios de comunicación tradicionales como la televisión, los noticieros, los periódicos, los ridiculiza por su lenta forma de actuar frente a los nuevos medios que, según los autores, los desplazan, así uno de los personajes que más van a gustar a los televidentes, la reportera Zoe Barnes, decide retirarse del periódico The Herald por sus añejas formas de hacer periodismo y termina en un medio en línea en el que los reporteros hacen todas sus notas prácticamente en línea a través de sus celulares.
El guión se basa en el modelo estadounidense, indirectamente se traduce en una referencia al nuestro, pues ambos son de corte presidencialista, pareciera que leemos el ensayo La política como vocación de Max Weber, sobre todo donde habla del spoils system norteamericano: un caudillo o líder tiene el control de todos los cargos lo que hace absoluto el poder del ejecutivo, de ahí que la elección del presidente es en sí misma un botín, esto, agregará el filósofo, tiene el gran defecto de que la administración queda en manos de hombres de partido que no cuentan con las calidades necesarias para el puesto lo que inevitablemente genera muchos problemas entre ellos la corrupción. Sigue argumentando Weber que el partido utiliza un boss, un oscuro personaje que se mantiene en las sombras y cuya principal tarea para el partido es recaudar recursos económicos, ya de las cuotas, de los grupos de poder o del cohecho.
Claro que House of Cards se concentra en la parte negra del sistema, no vemos en la historia algún personaje que haga de la política pública un objeto ético, nuevamente citando a Weber, el hecho de que se estén creando puestos vitalicios y con jubilación a los que se accede con exámenes de oposición hacen que el spoils system se debilite. Sea como sea, los fanáticos esperamos con ansias la nueva temporada para seguir siendo cómplices del político que Spacey ha encarnado con maestría y brillantez.