- El Premio Nobel de Literatura 2008 ofreció una conferencia magistral en el marco de las actividades por el centenario del Premio Nobel de Literatura 1990
Como un osado paseante del viaje interior, así definió el Premio Nobel de Literatura 2008 Jean-Marie Gustave Le Clézio al escritor Octavio Paz, durante una conferencia magistral realizada la tarde de este sábado 29 de marzo, en la Biblioteca de México de La Ciudadela.
En el marco de las actividades de celebración por el centenario del Premio Nobel mexicano y, a propósito de la exposición De la palabra a la mirada, en la que se mostrarán por primera vez los libros que Octavio Paz preparó junto con los artistas plásticos más destacados de su tiempo, Jean-Marie Gustave Le Clézio habló de su relación con México y de la figura de Paz.
“El lenguaje de Paz tiene esa aristocracia natural del idioma criollo, y a la vez el ímpetu y la rapidez de la poesía oral; indígena que se desarrolló en el Anáhuac a la sombra del Popocatépetl”.
Recordó que durante una estancia en México, recorriendo la biblioteca privada del poeta José Luis Martínez, se topó con la revista Contemporáneos donde encontró a diferentes autores como Gilberto Owen, Alí Chumacero, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Antonieta Rivas Mercado, entre otros.
“De todos con los que me encontré, el más auténtico, profuso y audaz fue naturalmente Octavio Paz. Él era un claro hijo del surrealismo y de las grandes novelas de la literatura prerrevolucionaria como Los bandidos de Río Frío y, un aficionado a la obra mayor de Fuentes La región más transparente, pero su autonomía literaria me convenció de inmediato”.
Aseguró que leerlo fue comparable a la lectura de los antiguos cantares de los Aztecas: una palabra ligera, fluctuante, emocionante, rítmica, llena de magia y de fantasmas, que lo introdujo a la versatilidad y a la imaginación del pueblo mexicano, además de destacar su poesía con un sentido esencial de la filosofía, como en los tiempos presocráticos o en la mitología hindú.
El escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en el 2008, explicó que la aventura que le preocupó a Octavio Paz toda su vida, fue la búsqueda de la modernidad y; todas sus palabras, su pensamiento, sus acciones, lo guiaron hacia esa inquietud.
“Su aventura es explorar al mundo que vive en él, contradictorio, mezclado, indígena y español, ranchero y catrín; un mundo de revoluciones y de brujería; de certidumbres y de angustia metafísica, de fantasmas y de formas”.
Por lo tanto, dijo, no extrae ninguna lección moral porque no existe la verdad universal, “Y después de haber recorrido el mundo (el de afuera y el de adentro) después de la vuelta, lo único que le queda al poeta es el instante”.
Manifestó que quizá la obra más significativa de Octavio Paz sea el libro que escribió sobre su alter ego femenino, Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la fe que abarca la historia, la reflexión filosófica y la creación poética.
“La palabra de Octavio Paz está arraigada en el mundo moderno donde lo mágico y lo racional; el sueño y la pesadilla; el amor y la violencia son inquebrantables y se entremezclan”.
Agregó que a Octavio Paz se le acusó de antirrevolucionario, a raíz de sus divergencias con Carlos Fuentes y su condena al movimiento zapatista “Basta leer Vuelta para darse cuenta de la verdadera audacia del poeta; su respeto a la libertad es también una desconfianza total de los sistemas radicales”.
Jean-Marie Gustave Le Clézio, quien habló en un perfecto español a lo largo de la charla, acompañado del escritor Alberto Ruy Sánchez, recordó su contacto con la tierra mexicana.
“México nunca me ha sido un país extraño o exótico, lo encontré desde que era niño cuando me dieron un libro en Navidad que hablaba de las artes indígenas de México, en especial de los aztecas y los mayas, en donde se manejaba una teoría absurda de que la civilización mexicana había sido dirigida por las hormigas, a partir de las representaciones de los dioses. Ése fue mi primer encuentro lleno de fantasía”.
Sobre su segundo encuentro con el país, dijo que fue durante su servicio militar, al que fue enviado primero a Tailandia y después a México, en donde tuvo la impresión de estar en un lugar que de alguna manera ya conocía.
“Había algo de conmovedor en la vida popular de México; distinta a lo que viven ahora, de vez en cuando se podía ver a los volcanes, la presencia indígena, pero también de la española que me impresionó muchísimo y una cierta aristocracia del pueblo mexicano”.
Por su parte, el escritor Alberto Ruy Sánchez, encargado de la presentación de la conferencia, abordó la trayectoria y obra de Jean-Marie Gustave Le Clézio y subrayó tres puntos de confluencia del escritor francés con Octavio Paz.
“Además del hecho de que ambos recibieran el Premio Nobel, los une el interés agudo por la sobrevivencia del mundo antiguo de México en el mundo moderno; reconocen ambos en la poesía del mundo, lo que Octavio Paz llamó ‘la otra voz’, espejo de la fraternidad posible entre los humanos, de la hermandad”.
También habló de la existencia de la literatura para ambos como la gran aventura del lenguaje y el conocimiento y; como tercer punto, la respuesta poética de ambos a los retos de la historia.
“Ambos construyen a lo largo de su vida profesional, una manera de ser creadores, de estar en el mundo que no cede a la uniformidad de los partidos, las consignas supuestamente necesarias”.
Doctor en Letras por la Universidad de Niza; novelista, narrador y ensayista, Le Clézio comenzó a escribir a los siete u ocho años. Con sólo 23 años, publicó su primera obra Le procès verbal, con la que se impuso en la escena internacional, ganando el prestigioso Prix Renaudot (1963), el reconocimiento más importante de las letras francesas; cuenta también con el Paul Morand y fue elegido, en 1994, el mejor escritor francés vivo por los lectores de la revista Lire.
Entre sus obras traducidas al castellano destacan La cuarentena, El africano (ambos en Tusquets) o El atestado (Cátedra).
En el evento estuvieron presentes el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa y Marie-Jo Paz, viuda de Octavio Paz.