Desde el viernes 7 de este mes, el colectivo Esto no tiene nombre presentó en un bar de la avenida Madero una exposición colectiva de artistas plásticos locales, organizada por DS Consultores. No hace mucho, el jueves 16 de enero, en la Galería de la Ciudad se inauguró la exposición Aquí y ahora, también colectiva y de artistas locales. La ocasión da pie para pensar, entre otras cosas, que en la ciudad conviven cuando menos dos líneas de difusión artística: la de los espacios consagrados y la de los espacios alternativos en los que se desarrollan actividades recreativas más o menos compatibles con la cultura artística.
El asunto va más allá de la función de válvula de escape que las exposiciones independientes cumplen al liberar la presión sobre los espacios institucionales, rebasados desde hace tiempo por el crecimiento demográfico de los artistas; de acuerdo con esto, el carácter colectivo de ambas muestras proviene principalmente de la necesidad de difundir al mayor número de autores a la vez. Lo importante de la aparición de esta vía alterna de difusión consiste en que plantea modos de consumo artístico distintos de los sancionados por las tradiciones de la llamada alta cultura. Tanto las galerías y salas oficiales como las independientes tienen ahora su contraparte en algunos bares y restaurantes que han empezado a brotar en ciertas zonas de la ciudad. Además, el colectivo se muda periódicamente de lugar, por contraste con la fijeza de galerías y salas tanto oficiales como independientes, perfilando un saludable nomadismo que expresa con nitidez las transformaciones en los usos del suelo de nuestro centro histórico e implica otros aspectos que nos atañen como sociedad.
Según Walter Benjamin (La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, 1938, http://www.upv.es/laboluz/leer/books/Walter_Benjamin_URTEXT.pdf), el espectador contemporáneo se caracteriza por su distracción, descrita como la participación de la percepción táctil y la percepción visual en la solución de los problemas perceptivos que la modernidad nos plantea, superiores a la mera visualidad que procede por atención, mientras que lo táctil procede por acostumbramiento; la arquitectura representa esta vía mejor que ningún otro arte, pues nos acompaña desde el principio.
Pero el filósofo escribió su célebre ensayo hace mucho tiempo, cuando la frontera de la tecnología en el arte se encontraba en el cine. Más cerca de nosotros y con otro enfoque, Néstor García Canclini (Los nuevos espectadores. Cine, televisión y video en México, México, Imcine-CNCA, 1994) asegura que nuestros hábitos de consumo cultural han cambiado pues vemos películas en casa, primero a través de la televisión y después en aparatos reproductores, en lugar de la gran pantalla de la sala de proyecciones.
Todavía más próxima y a partir de su experiencia, pero en relación con la página impresa o virtual, Lucina Jiménez (Gestión cultural en tiempos de diversidad, Cuadernos de Salas de Lectura, Conaculta, 2012, p. 75) asegura que por su familiaridad con la tecnología los jóvenes han desarrollado habilidades lectoras que les permiten realizar varias actividades simultáneamente: navegar en la red, chatear con sus amigos, intercambiar todo tipo de archivos y escuchar música mientras hacen la tarea escolar: “Están en un circo de seis pistas” y no sabemos qué consecuencias puede tener esto. Para ella lo importante consiste en que los jóvenes establezcan relaciones entre la información que reciben, de manera que se vuelva significativa para ellos. Igualmente, la música suena prácticamente en cualquier sitio público o en la intimidad de nuestros oídos, también por el desarrollo tecnológico alcanzado. De esta manera, el arte actual tiende a acompañar nuestras rutinas y placeres, trabajos y descansos, a diferencia del arte clásico, concebido para lugares y momentos especiales.
Podemos decir que la línea alternativa de difusión artística nace aquí arropada por la invasión de la intimidad llevada a cabo por los medios masivos, que así acercan a las masas las diversas expresiones artísticas. Finalmente, éstas tienen la posibilidad de reproducirse por los celulares de sus espectadores directos, aunque se trate de obras concebidas como únicas.
Por contraste, en la exposición en la Galería de la Ciudad el espectador puede concentrarse y disfrutar las obras a partir de su propia educación, separado de la cotidianidad aunque los temas, materiales y conceptos implícitos en las obras lo vinculen con su entorno. La mayoría de los 14 o 15 artistas (algunos nombres en el cartel de enero ya no aparecen en el de febrero) incluidos en “Aquí y ahora” se encuentran entre quienes periódicamente montan exposiciones en algún espacio oficial.
No sorprende que la divergencia en las líneas de difusión atraviese también el territorio de las políticas culturales, con todos sus accidentes, abriendo su extensión a posibilidades inaccesibles desde la línea tradicional. De la distracción benjaminiana al gran circo de los jóvenes, y como síntoma de buena salud, nuestra sociedad alcanza formas de consumo artístico más acordes con la manera de vivir y sentir actual.