- Hace décadas los choferes ordeñaban las unidades para “alivianarse”
- El circuito funcionaba en complicidad con los despachadores
El siguiente es un añejo secreto a voces entre patrones y choferes. Metido en el entramado del delito, la explotación laboral y los salarios “pinches”, el robo de combustible en todas las líneas del transporte público parece haber derrotado décadas y métodos de inhibición.
Este, dijo en las últimas horas José Rodríguez Benavides, director de Tránsito municipal, es un problema “muy fuerte”. En rueda de prensa calculó que a las unidades se les ordeña un promedio de 30 litros por día.
Un antiguo operador confesó a este diario que la extracción de diésel era una especie de costumbre. El entrevistado trabajó dos años y medio en diversas rutas capitalinas, durante los 90.
–¿Me dice entonces que el robo de diésel era una realidad?
–No había un chofer que no le sacara un bote de diésel al camión, diario. El otro te decía: sácale un botecito, si no qué onda, todos parejos.
–¿Y ustedes sabían que se trataba de un robo?
–Francamente sí era un robo.
–¿Pero entre choferes no se manejaba esa palabra?
–No.
–¿Cómo le decían?
–Decían: vamos a sacar el diésel para el “aliviane”, para el almuerzo. Como te digo, no había un chofer que no le sacara un bote de diésel diario al camión, unos hasta más.
El negocio era redondo y se realizaba por medios distintos. En aquel entonces no había tanta facturación, el control de costos en las empresas de transportes era, hasta cierto punto, relajado. A cambio de una pequeña tajada, algunos choferes acordaban con los dispensadores de combustible cargar una cantidad muy inferior a la ordenada por el patrón. El líquido faltante lo compraban, a menor costo, con otro de sus compañeros.
El mismo entrevistado relató que el almacenaje casero de grandes volúmenes de carburante también era una práctica frecuente.
“Había compas que tenían el tambo en la casa. Lo llenaban, cuando tenían los 200 litros decían: ahora sí, vénganse. Si alguien necesitaba 160 litros, pues ahí mero, y hasta por menos feria, ahí llenaba tanque y hacía su nota en la gasolinera, le daba diez varos al gasolinero y hacía su nota de que metió tantos litros”.
–¿Lo hacían porque consideraban que el patrón los explotaba?
–Yo nunca lo consideré así. Si yo hacía 800 pasadas (de pasajeros) el patrón me daba 20 pesos, 20 de aquellos. ‘Si haces 900 pasadas te doy 30 varos, por mil son 40’, y va subiendo. Yo a veces hacía hasta mil 500, me ganaba más de premio que de sueldo.
Añade que “ganaba 100 pesos por trabajar tres días. En una semana trabajaba tres y descansaba cuatro, a la siguiente semana trabajaba cuatro y descansaba tres. Por tres días me pagaban 100 pesos, y por los cuatro igual, era lo mismo”.
En el mercado clandestino, un bote con 20 litros de diésel se vendía en 20 pesos.
–¿Entre ustedes vendían a peso el litro?
–Sí, estaba muy barato, fue hace 23 años. De gasolina, creo, llenabas el tanque con 50 pesos, ahora le echas 50 y apenas el arrancón, se acabó.
En 1991, dijo, no había más de un centenar de camiones en la capital. Todos cargaban, con truco o sin él, en una gasolinera cercana al Instituto Tecnológico de Aguascalientes. Cada noche el bulevar Adolfo López Mateos se saturaba de hambrientas unidades.
“Los trabajadores también necesitan a veces una feriecilla y es del modo que se alivianan”.
–¿Cada cuándo llenaban el tanque?
–Diario, eso es diario. Diario se liquida y diario se llena el tanque de diésel.
–¿Cuántos litros le cabían a un camión?
–Un promedio de 140, 150 litros. Le sacan el diésel según la ruta. Hay rutas en las que te gasta 130 litros el camión, si le sacas el bote, adiós, te quedas sin diésel. Ahorita yo me imagino que deben cargar dos veces porque las rutas están muy largas, y están muy correteados, antes no estaban correteados.
“A veces le decías al gasolinero: échale 100 litros y ponle 140 a la nota, o 120”.
–¿Y no había modo de que el jefe los sorprendiera?
–Siempre vas a liquidar (entregar el dinero del pasaje) como a las 11:00 de la noche. De ahí te vas a echar diésel como a las 12:00 de la noche. ¿Tú crees que el patrón se va a levantar a las 12:00 para andarte vigilando? Hay uno que otro que sí, pero la mayoría no.
Antaño, la garganta de los tanques no contaba con malla protectora, las mangueras succionaban el contenido con toda facilidad. Varios patrones ya desconfiaban de las gasolineras, incluso pedían a sus trabajadores no comprarles aceites y refacciones. Si algún chofer necesitaba aceite se lo llevaban en persona, hasta el sitio.
El declarante asegura que no siempre actuó con dolo. Afirma que cuando trabajó para Pedro Jiménez se condujo con honradez.
“Quién sabe si todavía vivirá, estaba diabético, ya estaba avanzado de edad. Muy buen patrón, para qué me quejo; yo me la llevé bien con el patrón y él conmigo, nunca salimos de problemas”.
Las cosas ya no son como antes, pero el hurto, según refirió Rodríguez Benavides, continúa. Petróleos, Madero, Apostolado y Oriente son nombres de antiguas líneas. Cada una trabajaba con métodos y controles distintos.
El entrevistado consideró que centralizar los procesos en un único operador -la Asociación de Transportistas Urbanos y Suburbanos de Aguascalientes (Atusa)- con el tiempo bien pudo disminuir los niveles de robo.
Hoy Atusa mueve 50 rutas. En 1990 sólo había la mitad. Las líneas que integran el sistema son Terrabona, Bonagens, Madero, Hidrocálidos, Jesús María, Apostolado, Petróleos y Oriente.
Foto: Gilberto Barrón