El gordito sintió la invasión del enemigo. Se puso nervioso. Llamó al presidente Obama por el teléfono rojo. Le pidió el experimentado consejo. Escuchó detenidamente las sabias recomendaciones. Agradecido se despidió.
Movido y agitado, el diputado hizo la bélica declaración, estrelló las doce palabras en las cuatro paredes del war room: “No se metas con mi torta ni con mi chaparrita de naranjo”.
El campo de batalla fue, una vez más, el Congreso del Estado, la semana reciente.
Algunos columnistas políticos, convertidos en fedatarios de sus respectivos lectores, dieron cuenta del cretino espectáculo ocasionado por el presidente de la Comisión de Educación y Cultura (?), quien vio en peligro la posibilidad de dejar de comer a costa del dinero ajeno, con los pesos y centavos de usted, sufrido contribuyente.
El comentario de Gabriela Jiménez Castañeda introduce al restaurante de la mezquindad: “Corrientes. Ahora resulta que los reporteros le significan un gran gasto al Congreso del Estado; y es que a decir del diputado Salvador Dávila Montoya; la prensa le sale muy cara al parlamento local.
“¡Vaya con este levanta dedos!, quien incluso señaló que los representantes de los medios de comunicación le dan ‘vajilla’ con el desayuno que se sirve antes de iniciar las sesiones del pleno. A decir del neoaliancista, estos alimentos son para que los legisladores puedan soportar la jornada laboral. Ya ni la burla perdona este personaje, como si el ser levanta dedos implicara un gran esfuerzo.
Además, eso de andar peleando los alimentos es de lo más bajo. Bueno, será que tal vez, la dieta que reciben los diputados por ir a chacotear a las sesiones no le alcanza a Dávila Montoya para hacerle frente a sus gastos, y por eso tiene que andar, como vulgarmente se dice ‘perreando la comida’. Hasta aquí el comentario” (Página 24, “Plaza de Armas”, 6/03/14).
Al día siguiente, Matías Lozano destaca: “En una acción no una consensuada, el reportero (Jesús Peralta de Cable Canal) que recogió la declaración de marras se introdujo al área de curules con una charola del bufete y sin atender la solicitud del secretario general del Congreso del Estado se dirigió al sitio que regularmente ocupa Dávila Montoya como secretario de la mesa directiva, sin notar su ausencia. Finalmente accedió a abandonar el lugar dejando la charola en el piso, todo lo cual mostraron las imágenes tomadas por el camarógrafo compañero de ese reportero, que actuó a nombre de todos pero sin tomarles parecer…
“Algún provecho dejó, no obstante, ese incidente: permitió saber que los representantes de los medios de comunicación no recibieron la mínima muestra de solidaridad de parte de los muchos diputados que se dicen miembros del gremio y cuyo origen laboral fue en algún medio de comunicación: Gilberto Gutiérrez (PVEM), Jesús Rangel (PT), Anayeli Muñoz (PVEM), Lourdes Dávila (PRI), Silvia Garfias (PAN). Nadie se manifestó en defensa de los ‘agraviados’, tampoco la oficina de prensa; Lourdes Dávila lo hizo, pero porque el reportero (Jesús Peralta) la entrevistó al respecto…” (sexenio.com, “Cortando por Lozano”, 7/03/14).
A su vez, La Purísima… Grilla resalta la “euforia” de la Presidenta de la Mesa Directiva del parlamento, María de los Ángeles Aguilera, “quien exigió la salida del reportero por seguridad”, y refiere el “comentario de mal gusto” de la diputada Lourdes Dávila Castañeda, por su caritativo ofrecimiento de “un vasito de agua no se le niega a nadie” (La Jornada Aguascalientes, 7/03/14).
Carlos Romo Medina, por su parte, da cuenta del atropellamiento a la jefa de prensa del Congreso, la siempre profesional Ana Silvia Lozano Galindo -periodista, no comunicóloga, afortunadamente-, de parte de Lourdes Dávila Castañeda, “al declarar sin menoscabo de modestia: ‘Yo como Coordinadora de Comunicación Social en su momento, fue la que insistió en la importancia de ofrecerles algo como agradecimiento a su labor y creo que la postura del diputado (Salvador Dávila Montoya) no fue a nombre de todos, creo que no fue ni siquiera de acuerdo con su idea particular…’ (¿?). Hasta el psicoanálisis entró en juego porque se podría hablar también de dislexia…” (El Sol del Centro, “AGuzadoS”, 7/03/14).
Y para concluir esta penosa historia, Vale al Paraíso agrega: En la antítesis de la desigualdad social se encuentran el esforzado albañil, la aniquilada obrera, el sufrido chofer y la explotada empleada, que con su escaso salario -ellos sí- pagan la torta y el refresco llevado al estómago durante la jornada laboral. ¿Se vale semejante discrepancia?
Porque alguien tiene que decirlo: Doy la más cordial bienvenida a estas páginas al Canto del Zenzontle, el pájaro de las cuatrocientas voces. Se une al multicolor revoloteo de mi amado colibrí, el pequeño gigante de las incansables mil quinientas plumas.
“Las verdades esenciales caben en las alas de un colibrí”, diría en alguna ocasión el inmenso Silvio Rodríguez.
Coda: Un abrazo muy solidario para Raúl Muñoz.