La soledad reinventada / El Canto del Zenzontle - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Las relaciones humanas son ricas, desordenadas y demandantes. Las limpiamos con tecnología. Lo que hacemos en seguida es sacrificar una conversación a cambio de una simple conexión. Nos subutilizamos. Al cabo de un tiempo, olvidamos esto, o simplemente ya no nos importa.

Sherry Turkle

La tecnología, además de ayudar a reducir esfuerzo y simplificar nuestras vidas, ha empezado a provocar transformaciones peculiares -y peligrosas– en nosotros. El o la adolescente promedio de nuestras sociedades urbanas, ha mandado cientos de miles de mensajes de texto, por teléfono, redes sociales y aplicaciones de mensajes instantáneos (el correo electrónico es considerado obsoleto por la mayoría de los usuarios de internet de menos de 25 años).

Las personas adultas hemos empezado a andar al mismo ritmo que las más jóvenes, construyendo un mundo paralelo en blogs, salones de chat y redes sociales, principalmente Facebook. Muchas veces encontramos que la simulación de lo social en esas redes es más interesante que nuestra sociedad de la vida real. Tememos, incluso, a un mundo en el que no esté de por medio un dispositivo electrónico, ya sea una computadora, un teléfono o una tableta.

En los años noventa se popularizó un invento japonés al que se le llamó “tamagochi”. Esta palabra, según una rápida consulta en Google, combina el significado de dos términos en japonés: tamago ‘huevo’ y tomodachi ‘amigo’. Se trataba de un juguete en forma de huevo, con una pantalla digital en blanco y negro y tres botones para interactuar con el aparatejo.

Definitivamente el tamagochi carecía de inteligencia, pero podía simular apego a su dueño, y a la vez exigía de éste, atención y cuidados.

En un interesante experimento, un grupo de personas le fue pedido que tomaran uno de estos juguetes, una muñeca y un hámster de carne y hueso, y se les pusiera de cabeza. Como era de esperarse, el primero en reaccionar fue el roedor, quien se retorció de forma tal que provocó que prácticamente la totalidad de las personas lo soltaran.

Como imaginaremos, la muñeca permaneció inmóvil, de la misma forma que el tamagochi, pero la mayoría de las personas terminaron por regresar a su posición recta al tamagochi antes que a la muñeca, quizá por un sentimiento de empatía al robot.

Pruebas similares a esta son citadas por la escritora Sherry Turkle en su libro Alone Together, como evidencia clara que la humanidad se está acercando a un momento “robotizado”, en el cual hemos aceptado ya la intermediación de las máquinas en las relaciones interpersonales. El siguiente paso, sostiene la autora, es aceptar a las máquinas como compañía. Próximamente, concluye, aceptaremos a robots en roles de “cuidados personales”, sustituyendo a cuidadores de infantes o de adultos mayores, cumpliendo con funciones que la sociedad ha fallado.


No es una película distópica de ciencia ficción. La verdad es que los humanos hemos concluido que las personas de carne y hueso no somos confiables. Nuestros impulsos, nuestras pasiones, nuestro estrés, hacen que se prefiera la compañía robotizada, o cuando menos a las máquinas como intermediarias en nuestras relaciones. Aparecen entonces las redes sociales, los dispositivos electrónicos y la gran red que les une: el Internet. Aquí es en donde las cosas se ponen aún más interesantes.

Iniciamos en esto de la tecnología con la ilusión de que nos va a poner en control de la realidad, y la realidad es que los que terminamos siendo controlados por la tecnología somos nosotros. Empezamos hace algunos años usando nuestros teléfonos para poder revisar nuestro correo electrónico fuera de la oficina, y terminamos siendo lo que revisamos antes de dormir y apenas despertamos. Los hijos e hijas de padres tecnificados compiten durante el día con sus “gadgets” por su atención.

En las generaciones de adolescentes de los años ochenta, la preocupación era la falta de comunicación de sentimientos y emociones de adolescentes y jóvenes, hacia el resto de la sociedad. Hoy, la generación de las redes sociales (y todos nosotros, sus contemporáneos adultos que les mimetizamos) siente que debe registrar para la posteridad y dar a conocer a su interminable lista de “contactos” y followers (seguidores) cualquier mínimo sentimiento, suceso, emoción que tengan mientras llevan un teléfono celular en la mano.

¿Qué dirección le estamos dando a este mundo, a esta sociedad? Las máquinas (computadoras, gadgets, principalmente teléfonos inteligentes), las redes sociales, el Internet… ¿nos controlan o nos sirven para ser mejores personas? ¿Cuál será nuestro futuro, de seguir por el mismo camino?

¿De qué canta hoy el Zenzontle? De robots, de redes sociales, de computadoras… no. Hoy quise hablar de relaciones humanas interpersonales, en la segunda década del siglo XXI. Recomiendo el video que aparece en YouTube, bajo el nombre: The Innovation of Loneliness (La creación de la soledad).

Twitter @manuelcortina

[email protected]

www.manuelcortina.com

Secretario del Ayuntamiento de Aguascalientes


Show Full Content

About Author View Posts

Avatar photo
Manuel Cortina Reynoso

Colaborador Nessun Dorma | Abogado y político hidrocálido, Subsecretario de Gobierno del Estado de Aguascalientes y miembro del Colegio Nacional de Abogados Municipalistas.

Previous Evolución Educativa… Urgente / Letras ciudadanas
Next Quién está bien y quién está mal / Desde Aguascalientes
Close

NEXT STORY

Close

14 de diciembre de 2014

14/12/2014
Close