La Provincia Mental 2014 - LJA Aguascalientes
16/11/2024

En ciertas discusiones de café, cuando intentamos comprender este o el otro comportamiento de la gente de nuestra ciudad, en mi cabeza resuena La provincia mental de Ramón López Velarde. “Todo se renueva en estas cabeceras (…) Renuévase el árbol, y la belleza de la mujer, y el agua. Todo, sí, menos el pensamiento” y en verdad siento una opresión en el pecho. López Velarde escribió este texto en 1916 y, como mala broma, nada ha cambiado en cien años. O casi. Estamos recorriendo un 2014 bastante particular, con muchas defunciones para mi gusto, con dolores y desconcierto, con las implicaciones que conlleva vivir. Suficiente, no necesitamos más, ni a la señora que se empecina por etiquetar al niño pequeño, compañero de su hijo, como niño problema, y a toda costa consigue que la escuela lo expulse; no al político que nos exhibe como ‘gente buena’, y por lo tanto, como ‘gente mala’ al que no tiene cabida dentro de las características de su etiqueta. No necesitamos al vecino que señala a aquel que no ha cambiado las placas de su vehículo y por lo tanto no ha pagado impuestos, ni al defensor de los animales que a la menor provocación golpea con puño y palabras a los prójimos más próximos. Absurda esta necedad de limitar los matices del mundo al negro y al blanco. Quienes pierden el tiempo de esta manera sólo se hacen acreedores de nuestra diversión: “un sabroso sainete de ideas” se muestra ante nosotros y, como espectadores, disfrutamos de los encontronazos de pensamientos momificados. El progresista y el conservador, ‘la gente buena’ -cualquier cosa que eso signifique- y los demás, nosotros y los de enfrente -y usted ¿con quién se va, con melón o con sandía? ¡Qué cansado es vivir al otro lado de la intolerancia y las percepciones lapidarias! Yo creo en el gris, y en el verde, el azul, el rojo. Y detesto la doble moral que nos determina en esta “provincia mental” que habitamos.

Releo pues a Ramón López Velarde y entiendo que estamos “en un palenque vetusto, bajo el que hierven creencias irreconciliables, próximas a estallar”. Entonces, nosotros público, descubrimos que en esta comedia de enredos el protagonista es la señora que en el fondo no le interesa ni el niño problema ni su hijo ni la escuela, sino el padre del niño problema que se estaciona en su cochera; el político que se traga sus palabras ante un eslogan barato que no significa nada, pues también tiene la obligación de trabajar para ‘la gente mala’; el señor envidioso que no tiene vehículo que plaquear y el defensor de los animales que ni mascota tiene. En fin, estos “polos mentales” sólo demuestran la “pintoresca ingenuidad de los pensadores de los pueblos” desde principios del siglo veinte hasta principios del siglo veintiuno.

 


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