- Marçal Aquino logra una trama llena de giros inesperados y reflexiones agudas sobre la naturaleza del deseo, la pasión, la angustia y el enamoramiento
- Novela de estructura arriesgada y original, sin el uso de acotaciones y marcas para los diálogos, el manejo del tiempo lo delimita el ritmo del texto
Al leer Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios, la novela más reciente de Marçal Aquino, volví a una idea recurrente, casi una obsesión. He pensado siempre, y algún día quiero escribir al respecto, que el amor, como el odio, y todos los sentimientos, pertenecen a quien los siente, nada más. Se escucha básico, simple, obvio tal vez, pero sin duda aquella reflexión me ha mantenido girando en el eje de esa cuestión durante mucho tiempo, intentando entender lo ilusorio que puede ser todo lo demás: esa creencia que tenemos de que el sentir nos une a otro, a otros. Esto con relación al amor o al odio, por ejemplo, es una idea de pertenencia. Pero en realidad, ¿hasta dónde es cierto todo esto? Aquello sucede dentro de uno mismo y si no hay nadie con quien compartirlo, entonces no existe comunicación, ni retribución a esa manifestación del ser.
Por supuesto, algunos -y me incluyo ahí- asumen lo que sienten, hasta la propia tristeza. Es parte de uno, no de los demás. Se puede elegir entonces cómo manejar lo que se aglomera dentro de nosotros, sí. Pero, ¿uno puede decidir a quién amar? ¿Uno decide a quién odiar?
Nuestro sentir, aunque parezca frustrante, nadie más puede conocerlo con certeza. La gente no puede entrar en nosotros para saber lo que sucede ahí. Todos son supuestos. Se mantienen conversaciones, se asumen las confesiones y se confía en eso. Es como el pensamiento. Esa voz que nos es propia, y nadie más le pertenece. George Steiner lo dice en su libro Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento: “Esta opacidad hace imposible saber más allá de la duda lo que cualquier otro ser humano está pensando. […] De aquí la posibilidad de que el amor entre seres pensantes sea una gracia en cierto modo milagrosa. […] El amor más intenso, quizá más débil que el odio, es una negociación, nunca concluyente, entre soledades”.
Sin embargo, el amor se da. A veces se busca y otra sucede casi por coincidencia. ¿Pero siempre es un acuerdo, un acoplamiento entre dos personas que tienen cierto vacío y que buscan complementarse con el otro? No sé. Pero sin duda alguna pasa, aunque no exista explicación entenderlo: hay un instante en que dos personas se cruzan y sus vidas cambian, para siempre, sin que haya posibilidad de vuelta en U.
En Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios (novela que se publicó por primera vez en el 2005, y que Editorial Océano publica ahora en su colección Hotel de las letras, dirigida por Martín Solares) el amor es posible en medio del caos personal y del entorno. Marçal Aquino narra el encuentro de un fotógrafo con algo que cambia su realidad para siempre. En una tienda de artefactos para fotografía, que atiende un chino llamado Chang -personaje que no deja de estar presente en toda la novela- encuentra frente a él la imagen de una mujer hermosa. De inmediato siente un destello del porvenir, de la belleza. ¿Qué hay atrás de ese rostro? “Tenía los ojos grandes y oscuros y sonreía como si estuviese viendo, atrás de quien la fotografiaba, algo que la hacía inmensamente feliz. Sólo he visto mujeres sonreír de aquella manera al mirar gatos o niños”. ¿Cómo puede cambiar la vida de un hombre una simple imagen? ¿Qué pueden modificar en su mundo aquellos ojos y esa boca? Quizá nada. Sin embargo, también el amor tiene tanto de casualidades, de hechos inexplicables. Por ejemplo, la posibilidad de que esos dos vacíos, esa locura, esas vidas se pudieran encontrar.
Cauby, el fotógrafo, habla en voz alta, diciendo lo bella que es esa mujer, sin imaginar que ella está atrás, escuchándolo, pues también ha ido a ese sitio a recoger unas fotografías. La mujer se vuelve real entonces. Está ahí, frente a él. Pero, ¿quién es? El amor, como sucede siempre en su primer instante, parece ideal, aunque no lo piensen los involucrados. Es casi como esa única oportunidad que tienen los fantasmas para manifestarse. En un ruido, muy leve, en un instante, en un soplido en la nunca. En la incertidumbre sucede todo el horror del mundo. Así el amor. Por un breve momento todo es posible. ¿Luego? Puede no pasar nada si aquel sentir no se conjuga con el otro; pero si hay esa conexión, entonces se avanza a la incertidumbre. ¿Qué es el amor después?
Para ese fotógrafo quien había llegado a esa ciudad minera del Amazonas a fotografiar a las prostitutas del lugar, encontrarse con esa mujer, de nombre Lavinia, significa un punto de quiebre. A partir de entonces, todas las otras mujeres del mundo se vuelven invisibles para él. Su centro es ella. No piensa de dónde ha venido, quién es. No interesa. Como si presintiera todo lo que está por venir.
Sabes quién es.
No, le dije.
¿Quieres que te lo diga?
No, repetí, sin despegar los ojos de ella.
Chang juntó las manos y tronó los dedos.
Como quieras, dijo.
¿Hubiera sido mejor saberlo? ¿Habría valido todo la pena? ¿Se habría dejado caer de igual modo a ese abismo? Una novela realista que teje una historia de amor sin nudos de cursilería. Aquino nos adentra poco a poco en una trama llena de giros inesperados y reflexiones agudas sobre la naturaleza del deseo, la pasión, la angustia, el enamoramiento y el encuentro entre abismos donde el amor dejar de ser propio y se vuelve un arma.
Cauby, el fotógrafo, rememora -desde una pensión donde comparte tiempo con un viejo enamorado, que cuenta su propia historia, un joven que habla muy poco y una mujer adulta- su relación con Lavinia. Esa mujer de la que se enamora, y que desde el principio se le revela poco a poco en dos facetas. Aquella, la de la imagen, sonriente, de sentimientos transparentes, y también esa, la real, la oscura, la que reacciona a sus impulsos, la que está perdida en el pasado. ¿Cuál de las dos es la que le permite entrar a su vida? Imposible saberlo. Ambas están ahí cuando eso sucede; cuando se enredan en un vertiginoso amor que podría ser perfecto, pero que está amenazado por la realidad, como comúnmente sucede.
Ella no sólo está casada, sino que carga tras de sí un pasado peligroso y latente. Hija de una alcohólica, abusada por su padrastro, vivió durante mucho tiempo en las calles, prostituyéndose. Fue adicta al alcohol y las drogas, repitiendo todos los patrones de la destrucción que ya había presenciado de niña. Hasta que conoce a Ernani, un pastor evangélico que se acerca a ella para intentar rescatarla. Sin embargo, esa sombra es fuerte y pronto se ve él mismo envuelto en una relación con ella, que lo obliga a intentar entrar una y otra vez en su mente. ¿Qué piensa? ¿Qué hay dentro de ella? ¿Habrá peor infierno que intentar conocer lo que pasa por la mente de alguien? Con ella es aún más difícil. De cualquier modo no puede evitar enamorarse, como lo haría cualquiera. De su belleza, de esa parte tierna, ligera, pero sobre todo de aquella, de ese lado pasional, desgastante, adictivo, venenoso. El religioso ve en ella la oportunidad para dejar atrás su propia historia, de ex funcionario, de un hombre viudo, viejo, que se vuelve religioso después de la muerte de su mujer con la que pasó muchos años. Con Lavinia vuelve a revivir toda la tentación de las pasiones. Ella, ella, ella…
Este triángulo amoroso, que involucra tres personalidades distintas dentro de un ambiente hostil, se desarrolla en Pará, una ciudad de Brasil, donde todo se ve, donde quizá todo se sabe; un pequeño pueblo habitado por mineros, comerciantes sin escrúpulos, prostitutas y mercenarios, en donde se encuentran personajes como Viktor Laurence, un periodista local que prepara una venganza silenciosa, o el propio Chang, un fotógrafo que muere envuelto en un escándalo de pedofilia. Detalles todos que tiñen a esta novela de un toque de misterio y que la convierten al mismo tiempo en una novela negra, en donde las historias se vuelve una por momentos, para evaporarse y dividirse y perderse, una vez y otra.
Cauby se remonta también a citas de un autor (ficticio): el profesor Schianberg, que ha escrito un libro titulado Lo que vemos en el mundo, en el que explora la diversas formas y expresiones del amor, así como el tipo de batallas a las que nos debemos enfrentar en él. Así, mientras recuerda su relación amorosa con Lavinia, mientras escucha al viejo en la pensión y se pregunta sobre cosas del presente, recurre muchas veces a la aparente sabiduría de este hombre al que cita una y otra vez: “Pero, ¿en verdad uno puede decidir a quién amar?” El escritor, el profesor, dice: “La naturaleza del amor, al no permitirnos escoger de quién nos enamoramos, nos obliga a tomar una ruta que puede conducir a la ruina”. Cauby después de citar, concluye: “Y le doy la razón. Algunos amores llevan a la ruina. Eso lo supe desde la primera vez que Lavinia entró a mi casa”.
Dividida en cuatro partes, “El amor es sexualmente transmisible”, “En carne viva”, “Postales de Sodoma a la luz del primer fuego” y “Poema escrito con bilé”, Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios se construye con una delicada narrativa, que se sostiene de la palabra, del ritmo y de una forma desencarnada de escribir. Marçal Aquino nos enfrenta a una estructura arriesgada y original, sin el uso de acotaciones y marcas para los diálogos, donde el manejo del tiempo va únicamente delimitado con el ritmo del texto, y no con las marcas comunes (espacios, indicativos, capitulaciones, etc.), volviendo esta novela ligera de leer, ágil y haciéndola muy cercana a la realidad diaria.
El deseo, el sexo, la pasión, lo prohibido… Esta novela reivindica en los lectores (sobre todo jóvenes) al amor como tema. Marçal Aquino declaró en una entrevista reciente: “La síntesis de esta historia es sobre el poder transformador del amor, para bien o para mal”.
Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios fue llevaba al cine por el director Beto Brant y se estrenó en Brasil en 2012.