Por: Salvador Morelos Ochoa
Con profundo respeto en recuerdo de Don Alfonso Bernal Sahagún,
educador y luchador social pabellonense de talla universal
Entre la penumbra de la madrugada esta semana entró la maquinaria al predio ocupado por el ex Balneario Ojocaliente, para iniciar una acción que da cuenta de la ignorancia, la irracionalidad, la injusticia, la falta de sensibilidad y en definitiva, de la carencia de un proyecto real que hagan realidad el “estado verde”, la “ciudad verde”, la “convivencia social” y la “gente buena” que tanto se pregonan en Aguascalientes.
Las “manos de chango” que dieron cuenta de árboles, removerán el suelo del predio y retiraran los escombros de instalaciones deportivas y del balneario de tan gratos recuerdos para los aguascalentenses, pueden ser vistas como una triste metáfora de la manera en que se toman decisiones en nuestra entidad, atendiendo a intereses económicos prepotentes, a concepciones de desarrollo trasnochadas y a la carencia de una conciencia colectiva que permita a la ciudadanía incidir eficazmente en la construcción de políticas públicas que hagan prevalecer el bien común, y no se limiten a generar eslogans vacuos, carentes de sentido para todas y todos, que abonan a la falta de credibilidad de políticos, funcionarios e instituciones, y dejan en la indefensión a la sociedad en su conjunto.
Autoridades federales que eso sí; con la ley, la normatividad y el “procedimiento” en la mano, autorizan una obra que nadie dice que no pueda llevarse a cabo, pero cuyo cuestionamiento generalizado es ¿Cómo? ¿De qué manera? Porque finalmente como dice la sabiduría popular: la forma es fondo. Autoridades que se limitan a dar a conocer en “lo obscurito” el manifiesto ambiental para la construcción de un nuevo centro comercial, sin convocar a una consulta abierta y formal, en la que puedan participar los distintos grupos y sectores sociales expresando sus puntos de vista y propuestas; a manera de “exhorto matrimonial” la Delegación Federal de la SEMARNAT “invita” a la sociedad a opinar, organiza “reuniones de avenencia” para “escuchar” sin tomar en cuenta realmente las opiniones de sus propios consejeros, así como de los ambientalistas que se acercan para dar a conocer sus preocupaciones y sugerencias.
Las organizaciones ambientalistas hacen oír sus voces como “clamando en el desierto”, los medios les abren espacios en busca de la nota y de amarrar navajas, pero poco se logra en cuanto a generar una opinión pública adecuadamente informada y sobre todo participativa, que en forma organizada haga valer el derecho constitucional a un ambiente sano.
Las denominadas “empresas ancla” del nuevo centro comercial “hacen como que la virgen les habla”, por ejemplo: Soriana se pinta de verde y de sustentabilidad instalando eventualmente centros de acopio, recogiendo árboles de Navidad y dando “oportunidades de trabajo” a adultos mayores y adolescentes. Cinépolis puede lavar su conciencia proyectando en sus salas cápsulas sobre la “Carta de la Tierra” o transmitiendo videoclips sensibilizadores, pero estas dos empresas, como muchas otras tienen un compromiso social y ambiental meramente “declarativo”, seguramente porque está de moda y se ve bien ser ambientalmente responsable, pero finalmente no es exagerado decir que son empresas “verdes por fuera y negras por dentro”, porque en realidad no incorporan en sus procesos de producción y de consumo los criterios del desarrollo sustentable, en lo económico, en lo social, en lo cultural ni mucho menos en lo ecológico. Hoy podrían ser llevados a “la Tremenda Corte” acusados de un “ecocidio” y un “culturicidio”; daría risa, de no ser por la tristeza y el enojo que el hecho produce.
La empresa constructora fue sin duda también incapaz de modificar el proyecto inicial, parece que la conservación de unos cuantos árboles, y el replanteamiento de la propuesta arquitectónica eran imposibles o quizá habrían causado costos exorbitantes; en realidad eso nunca lo sabremos, porque nadie ha sido capaz de dar la cara a la sociedad para dar una explicación razonable a los vecinos que se preocupan por la forma en que podrá afectar la disponibilidad de agua a sus viviendas la instalación del nuevo centro comercial, o a los ambientalistas sobre la forma en que se solventarán los problemas derivados de que la zona constituye un terreno donde el agua está a “flor de piel”.
Y finalmente muchos nos preguntamos por qué no se hicieron las cosas de otra forma, por qué prevaleció la idea de construir un nuevo centro comercial “cuadrado y sin chiste”, que no brindará una alternativa distinta para los potenciales compradores y generará seguramente una nueva isla de calor en nuestra ciudad; porque no se planteó una propuesta basada en la recuperación de los elementos culturales y naturales que podrían haberle dado una identidad propia al centro comercial e inclusive invitaría a la población a acudir a un sitio agradable, que evocara la riqueza arquitectónica, cultural y natural de un Aguascalientes que día a día, a golpe de pico y pala, y con el paso de “trascabos”, “plumas” y “manos de chango” se destruye.
Seguramente se realizaron estudios de mercado que determinaron lo rentable y benéfico que será para la economía de nuestra capital construir un nuevo centro comercial en el Ojocaliente; ojalá y al menos en ello no se equivoquen, porque aun más triste sería que la destrucción de un patrimonio cultural y natural de nuestra ciudad sirva para poco.
Al final todo mundo se ha lavado las manos, o quizá sería más adecuado decir que cada quien “lava su conciencia”, podemos inclusive desgarrarnos las vestiduras pero finalmente poco pasa y nada cambia.
Justo es preguntarse: ¿De qué sirven para la justicia socio-ambiental los planes urbanos, los Programas Municipales, los ordenamientos territoriales y las leyes y normas que tenemos, los consejos creados y las protestas de algunos? La respuesta es evidente: de poco o de nada.
En el 2012 la Organización de las Naciones Unidas publicó el documento “Gente resiliente, para un planeta resiliente. Un futuro que vale la pena vivir”; en este documento varios expertos internacionales, (entre ellos la Maestra Julia Carabias Lillo, ex Secretaria de la SEMARNAT y Premio Cosmos 2004), concluyen que hay tres obstáculos fundamentales por la cual no se soluciona la crisis socio-ambiental del mundo: la carencia de voluntad política real de los tomadores de decisión, (en los tres órdenes de gobierno y en todos los grupos y sectores sociales), la falta de evaluación y de continuidad de los proyectos con una visión de largo plazo, (que hacen que con cada cambio de gobierno se desacredite lo que hizo la administración anterior y que hacen que se quiera volver a “inventar el hilo negro”), y la escasa participación de la ciudadanía en la toma de decisiones (comunidades ciudadanas, apáticas, desunidas, incapaces de organizarse para exigir el cumplimiento de sus derechos y cumplir con sus obligaciones).
Ante estas realidades ¿Qué se requiere hacer? La respuesta está en el viento diría Bob Dylan, si le preguntaran cuántas afrentas más tendremos que presenciar contra la naturaleza y la cultura. Hay que tomar conciencia, y para ello necesitamos reeducarnos y desarrollar nuestras capacidades para construir un mundo nuevo, desde nuestra familia, desde el barrio o la comunidad donde vivimos. Necesitamos organizarnos para transformar el planeta Tierra, desde este pequeño rincón en el que vivimos. Tomar en nuestras manos la solución de los problemas que enfrentamos, para construir un vida mejor para todas y todos, para nosotros y nuestros descendientes, basada en la vivencia de nuevos principios y valores, así como en el desarrollo pautas de comportamiento colectivas que impulsen eficazmente un cambio en un corto tiempo, porque “la cosa está que arde”, y no sólo por el calentamiento global y la violencia generalizada.
No vaya a suceder que el día de mañana nuestros hijos e hijas, nietos o nietas nos pregunten: ¿Y ustedes qué hicieron para que cambiaran las cosas? y nuestra respuesta sea: “nada” o “saabee”.
Que no sólo cause en nosotros un enojo estéril las respuestas cínicas de las autoridades, los discursos vacíos de los políticos y sus partidos, los trámites burocráticos inútiles e ineficaces, que no sólo nos conmocionen las imágenes de máquinas arrasando con árboles añosos, (aunque no tengan acta de nacimiento), triste testimonio de cómo se hacen realidad las siguientes afirmaciones: “no podemos ir en contra del desarrollo y nada obstaculizará el progreso de México y Aguascalientes”.
¿Qué entienden por desarrollo las autoridades y lo políticos?, si no es el acceso a una vida y un trabajo dignos y felices para todos y todas, un desarrollo humano sustentable, basado en la protección de la naturaleza, el aprovechamiento responsable de sus recursos, el respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de nuestra identidad y tradiciones ¿Acaso es otra cosa la que deseamos para nosotros y los que vienen detrás de nosotros?
¿Quién mató al ex-balneario de Ojo Caliente? Podrán preguntar el día de mañana algunos visitantes incómodos, o quizá algunos de nuestros nietos o nietas. ¡Fuenteovejuna! será la respuesta… y será la verdad.
Una reflexión final: ¿Y ahora qué sigue? Será acaso que veremos morir a la última “ranita de madriguera”, asfixiada por industrias, fraccionamientos y centros comerciales, o que seremos testigos de cómo caen los restos de las construcciones de la porción en Aguascalientes del “Camino de Tierra Adentro”, Patrimonio Cultural de la Humanidad reconocido por la UNESCO, o quizá tendremos que “festejar” que un nuevo fraccionamiento amplía el “acceso a la vivienda” mientras destruye nuestro patrimonio paleontológico. ¡Que afán el de nuestra generación de destruir lo que heredamos!
La respuesta es de todos, a partir de una responsabilidad compartida, pero diferenciada, pero sin excusas ni pretextos, “me estás oyendo inútil” diría Paquita.
Excelente reflexion, clara y contundente. La pelota esta en manos de todas y todos.