Por: Ricardo A. Martínez Espinosa*
Treinta y dos mandatarios guardaron silencio sobre la situación de Derechos Humanos en Cuba durante la reciente cumbre de la CELAC en La Habana. Algunos, incluido el nuestro, buscaron al comandante para tomarse la foto con él y ponerla en sus recuerdos. Hoy el aparato represor en Venezuela utiliza miembros del ejército cubano y burócratas infiltrados en toda la administración pública bolivariana para reprimir las protestas en Caracas y otras ciudades de aquel país.
¿Hasta dónde llega la responsabilidad por el silencio? Sebastián Piñera de Chile es el único que hasta este momento ha hecho un pronunciamiento formal en contra de la situación del gobierno de Nicolás Maduro. Incluso él que ahora levanta la voz, guardó silencio frente a lo que sucedía en Cuba mientras los distinguidos jefes de gobierno cenaban y eran hospedados en los mejores hoteles de la isla.
Venezuela y Cuba tienen años en una estrategia política y económica que busca hacer un frente contra lo que ellos llaman el intervencionismo yanqui en América Latina. Cada persona es libre de asumir la posición que quiera respecto a este asunto, y cada mandatario lo hará también en función de lo que su pueblo le haya indicado en la última elección. La realidad es que más allá de las críticas a su propuesta política y económica, han establecido bases diplomáticas que a lo largo de las últimas dos décadas se han mantenido coherentes, con crisis y exabruptos como cualquier otro proyecto político, pero han sobrevivido.
El problema ha sido otro. Bajo el hueco discurso de la autodeterminación de los pueblos, Cuba ha sostenido un régimen de terror contra aquellos que buscan una alternativa política a lo que el régimen, en Cuba y en Venezuela, llama Revolución. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, y bajo el acuerdo económico implícito de que la revolución cubana se sostiene con el petróleo venezolano, los poderes tanto en La Habana como en Caracas han entretejido una amistad que ahora rebasa los acuerdos comerciales y diplomáticos.
Desde hace años, pero con mayor frecuencia en los últimos días, la oposición venezolana ha denunciado la presencia de militares cubanos encubiertos en las protestas de los jóvenes ¿Hasta qué punto las manos del ejército cubano están manchadas de sangre venezolana? Desde el 12 de febrero que comenzaron las manifestaciones contra el gobierno de Maduro por el encarcelamiento de líderes de la oposición, la respuesta oficial ha sido desproporcionada, violenta y homicida. Bajo el discurso de estar conteniendo un intento de golpe de Estado orquestado por Estados Unidos, el presidente venezolano ha manejado la crisis política como si se tratara de un conflicto armado. El manejo bruto y violento de la política no es algo nuevo en Maduro, pero lo que sí ha sido alarmante es el silencio de América Latina frente a la represión del gobierno venezolano.
Más allá de las ideologías que intenten defender los mandatarios en el subcontinente, los presidentes han firmado en el Pacto de San José una obligación para vigilar la observancia de los Derechos Humanos en cualquier lugar del mundo donde estos puedan estar siendo violentados. Lo que se espera de ellos son pronunciamientos. Si se trata de defender al gobierno venezolano, que así sea como lo ha hecho Evo Morales, pero ¿el silencio? Nada puede ser más cobarde que eso.
El presidente mexicano sigue atesorando su fotografía con el comandante Castro, y poniendo por encima de la defensa del ser humano, los intereses políticos o económicos que podría tener con los países que ahora reprimen al pueblo venezolano. Considerando las características de la situación en Venezuela, podríamos incluso hablar de una invasión internacional, donde un gobierno extranjero (Cuba) está atacando a la población de otro país, con el auspicio del gobierno invadido (Venezuela) ¿No debería la Organización de Estados Americanos ya estar decretando una situación de emergencia en Caracas? ¿Por qué la indiferencia?
*Coordinador de la Licenciatura en Gobierno y Finanzas Públicas en CIDE Región Centro en Aguascalientes.