Papas a la Dumas / Minutas de la sal - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Los más saben quiénes son los tres mosqueteros o el conde de Montecristo, ya sea por las películas -originales y refritos-, por simple cultura general o por haber leído los libros originales o las adaptaciones que se han hecho para la lectura de jóvenes. No hay duda, el nombre de Alejandro Dumas (padre) es un clásico.

Dumas fue un autor prolífico, entre sus novelas y cuentos se encuentra “Los mil y un fantasmas”, una serie de novelas que él mismo agrupó bajo este título. La novela La mujer del collar de terciopelo pertenece a esta serie. Es una verdadera curiosidad para los amantes de los géneros de terror y fantástico. El personaje principal es el mismísimo E. T. A. Hoffman, escritor alemán, autor del conocido El cascanueces, otro clásico como Dumas. He aquí una cita de La mujer del collar de terciopelo:

Una información más, señor.

Diga.

¿Qué forma tiene el broche que cierra su collar?

Es una guillotina.

¿Una guillotina?

Sí, las hacen muy bonitas, y todas nuestras elegantes llevan una por lo menos. La que lleva Arsène se la dio Danton.

¡Una guillotina, una guillotina en el cuello de una bailarina! repitió Hoffmann, que sentía que su cerebro se hinchaba; una guillotina, ¿y para qué?


Esta novela de Dumas no es tan célebre como El conde de Montecristo, pero incluso es menos conocido El gran diccionario de cocina que escribió al final de sus días y fue publicado de manera póstuma.

Lo dicho, estas minutas son un pretexto para asombrarse, para buscar y saborear, y Dumas nos ofrece justo eso. La aventura imaginaria de Hoffman ocurre en 1793. Tal fecha aparece también en el diccionario, precisamente en el apartado de las papas, cuando este tubérculo ya era reconocido en el viejo continente como un alimento vital. En 1793, la Comuna lanzó un edicto para que se sembrasen papas en los otrora reales y hermosos jardines de las Tullerías, pues el espectáculo de las decapitaciones alimentaba la imaginación colectiva, pero también había que alimentar a las masas terrenales que poblaban París.

La papa, de origen andino, fue introducida a Europa alrededor de 1570. Paulatinamente fue ganando un lugar en las mesas, sobre todo como alimento contra las hambrunas. Pero su éxito tuvo sus vicisitudes: desde clasificarla sólo como alimento para animales hasta ser acusada de dar origen a enfermedades como la lepra. Sin duda, su mejor promotor europeo fue Antoine-Auguste Parmentier, un farmacólogo francés que difundió su consumo en Francia. Tan importante es su papel en la historia de la papa, que su apellido, Parmentier, es la nomenclatura gastronómica para designar a los platillos hechos con papas.

Pomme de terre (manzana de tierra, textual) es el nombre en francés para nombrar a la papa. Siempre me ha gustado ese juego de palabras: imagino a la manzana y a la papa como representaciones del Eros y el Thanatos. Es curioso, porque el personaje Hoffman vive exactamente esa disyuntiva: elegir entre el Eros y el Thanatos. Por un lado está su amada y prometida, Antonia, por otro la mujer que despierta sus bajos instintos, Arsène, quien según la historia era la amante del mismísimo Danton. Aquí otra cita:

¡Aquí está la noche, llegad! En mí tengo todo, la fortuna, el amor, el juego y las mujeres. Vendo todo, incluso el suicidio y el asesinato. Vosotros los que no habéis comido desde ayer, vosotros los que sufrís, los que lloráis, venid a mí; veréis cómo somos ricos, veréis cómo reímos. ¿Tenéis una conciencia o una muchacha que vender? Venid. Tendréis de oro llenos los ojos, de obscenidades llenos los oídos; caminaréis con pie firme en el vicio, en la corrupción y en el olvido. Venid aquí esta noche, quizá mañana hayáis muerto.

La imagen de la guillotina aparece la novela de Dumas de forma recurrente, y justo es lo que cuelga del collar de terciopelo. Bien mirado, la guillotina del Reinado de Terror me hace evocar las guillotinas pequeñas que se han desarrollado para cortar las papas a la francesa o descorazonar manzanas. Me gusta imaginar que Dumas imaginó a Hoffman admirando los plantíos de papas en las Tullerías, quien a su vez imaginó que las papas, las manzanas de la tierra, eran el Thanatos: adormecidas entre lombrices y terrones mas siempre escuchando el rodar de las cabezas cuyos ojos brillan ante el filo de la guillotina. Y seguir imaginando que, después de esa historia, Hoffman tuvo que escribir lo que escribió. Otros serían sus folios si hubiera elegido la manzana, esa papa sublimada, altísima, en el árbol, con el rostro ruborizado ante lo celestial… pero esa es otra historia. Por hoy, quedémonos con las papas a la Dumas.

 


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