Por: Patricia Ortiz Lozano
Los poetas se están yendo. Se han cansado, quizá. La muerte ronda por ahí y está ávida de poesía.
Escribo esto empezando febrero, dejando atrás un enero difícil para el mundo del arte. Se fueron muchos poetas queridos y ante sus muertes, diferentes preguntas nos embisten: A dónde van los poetas cuando mueren, por qué no hay más poetas en el mundo y menos criminales, qué permanece después de la muerte de un poeta.
Se fue Juan Gelman. Lo siguió su amigo José Emilio Pacheco. También murió el gran poeta español Félix Grande.
Enero, no abril como dijo Eliot, fue un mes cruel. Sin embargo cabe preguntarnos qué queda después de esto, después del vacío, del sabernos cada vez más huérfanos de poetas. No queda mucho, tal vez sólo recordarlos a través de su poesía, pues ellos mismos perduran a través de ella. Lo dijo Javier Sicilia en su libro “Poesía y Espíritu”: La poesía, el arte, como revelación, es una aspiración del hombre al infinito; por tanto, estos poetas, ahora infinitos, seguirán habitando este mundo a través de su palabra. Ellos lo sabían, por eso en su poesía, como muchos otros poetas, se acercaron a la muerte, hablaron de ella, la anticiparon y jugaron con la misma.
Juan Gelman escribió su último poema en octubre del año pasado, lo dedicó a Joaquín Sabina y se titula “Verdad es”. En el mismo anticipa lo que vendrá y dice que se acerca a su muerte:
Cada día / me acerco más a mi esqueleto. / Se está asomando con razón. / Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada, / él siempre preguntándome, sin ver / cómo era la dicha o la desdicha, / sin quejarse, sin / distancias efímeras de mí. / Ahora que otea casi / el aire alrededor, / qué pensará la clavícula rota, / joya espléndida, rodillas / que arrastré sobre piedras / entre perdones falsos, etcétera. / Esqueleto saqueado, pronto / no estorbará tu vista ninguna veleidad. / Aguantarás el universo desnudo. /
El último texto que escribió Pacheco fue para Gelman. Apareció en la revista “Proceso” y se titula “La última travesía de Juan Gelman”. Según la mencionada revista, Pacheco envió el texto el 24 de enero y poco después sufrió la caída que finalmente lo llevó a la muerte.
Pacheco ha hecho su último viaje, no verá más su casa pero renacerá en su poesía, como él mismo lo dijo en el poema “No me preguntes cómo pasa el tiempo”:
Al lugar que fue nuestro llega el invierno, / y cruzan por el aire las bandadas que emigran, / Después renacerá la primavera, / revivirán las flores que sembraste. / Pero en cambio nosotros, / ya nunca más veremos la casa entre la niebla.
Félix Grande fue un reconocido escritor y amante del flamenco, género musical que según sus propias palabras, tenía la función de darle consuelo. Además fue un notable representante de la poesía española de la década de los sesenta. La muerte también estuvo presente en su poesía, por eso en estos versos a los que llamó “Poética”, reflexiona frente a la presencia de la muerte, sobre la maravilla de vivir.
Tal como van las cosas tal como va la herida / puede venir el fin desde cualquier lugar / Pero caeré diciendo que era buena la vida / y que valía la pena vivir y reventar
Volviendo a Juan Gelman, cabe decir que fue un poeta cercanísimo a la muerte. La vivió en carne propia con la muerte de su hijo en 1976, a quien le escribió el poema “Carta abierta”, en el cual se denomina como el “deshijado”. También le escribió a su madre muerta y se escribió a él mismo:
Cuando esté muerto / oiré todavía / el temblor / de tu saya en el viento/ alguien que leyó estos versos / preguntó: “¿Cómo así?/ ¿qué oirás? ¿qué temblor?/ ¿qué saya?/ ¿qué viento?”/ le dije que callara/ que se sentara a mi mesa/ que bebiera mi vino/ que escribiera estos versos: / “cuando esté muerto oiré todavía / el temblor / de tu saya en el viento”
Ahora que se han ido estos poetas pienso en lo que escribió Octavio Paz en “El arco y la lira”: El poema es un caracol donde resuena la música del mundo. Creo que dentro de esa música está la voz de Gelman, de Pacheco, de Félix Grande y de muchos otros que ya no están, pero que nos dejaron su poesía para que nosotros y los que vendrán después de nosotros la escuchemos siempre.
A fin de cuentas ahí está la magia de la poesía: es la música del mundo, de cada alma, del hombre y de los hombres y su maravilla está en que al volver a leer un poema escrito hace años, vuelve a oírse esa música, se vuelven a tocar las fibras, que un principio inspiraron al poeta y que ahora estremecen al lector.