Qué viva la ciencia, qué viva la poesía, el diseño y la psicología, qué viva siento mi lengua cuando tu lengua esta sobre la lengua mía. Qué viva la escritura, la arquitectura y la sociología, el arte, la escultura y la piratería. Qué viva lo que crece, lo que se cree, lo que siente y lo que se ama.
El agua está en el barro, el barro en el adobe y en el ladrillo, el ladrillo está en la pared y en la pared tu fotografía, el mar y tú de niña, y ahí están el albañil, el ingeniero civil, el constructor, el fotógrafo y el impresor, las tintas, la gelatina sobre la plata, el marco que te resalta, tus ojos negros y tu sonrisa de porcelana. Es cierto que no hay creación sin inspiración, ni novedad sin antecesor, así como no hay arte sin emoción y que no hay precisión sin artesanía, ni diseño sin los libros de teoría, como tampoco hay instrumentos de geometría sin tecnología, la tecnología del acrílico para las escuadras, la tecnología del metal para el compás, la sierra, la prensa y el formón, el plástico para el escalímetro, el transportador, la cinta y el flexómetro, el lápiz, la hoja.
El diseñador y su computadora, el jardinero y su podadora, el editor y su máquina correctora, el estilista y su secadora, el rockstar y su admiradora, ingenuos y adivinadoras, el pitido de la afiladora, la sala de arte y su curadora, el pastor cristiano y su afeitadora, el despertador que ya está anunciando la aurora. Y en el telescopio se demora la última estrella, la máquina la hace el hombre, y es lo que el hombre hace con ella.
Yo diseñando en el centro de esto, a mi alrededor lo más cercano y lo más lejano, el arado, el molino, la mesa en que apoyo el vaso de vino, el embalaje, el acomodo y su logotipo, las curvas de la botella de vidrio de la lactosa, la etiqueta sobre el papel maché con su tono rosa, el café, los ordenadores y los espejos, los lentes gruesos y negros para ver de cerca y de lejos, la casa del conejo, la música, soda stereo y otra vez el mes de febrero. Estás conmigo, estamos cantando a la sombra de alguna parra, tarareando una canción que dice que uno solo conserva lo que no amarra. Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo mi lápiz.
Hay tantas cosas diseñadas y por diseñar, usadas y por usar, hay tantas cosas, yo solo preciso dos; mi lápiz y vos. Hay tantos oficios y profesiones, tareas y construcciones, bocetos y diseñadores, hojas como escritores, problemas y manifestaciones, hipócritas y santurrones, hay tabletas y hay balones, actualizaciones y aplicaciones, hay acusaciones y afectaciones, sudores y palpitaciones, oraciones y obligaciones, homenajes y transcripciones -como en este caso-, hay cocineros con sus ravioles, cacerolas y cucharones, estufas, fuego, condimentos y sazonadores, hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola, hay más; hay tráfico, callejones, cantinas, museos, pintores, plazas de toros convertidas en comedores, hay velas, vino blanco, maletas y pasaportes, hay boletos de tren, camión y avión, hay opciones y decisiones. Hay cápsulas hipnóticas y tarjetas computarizadas, hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada, hay tabúes, hay besos, hay caricias y deseos.
Hay manos capaces de diseñar herramientas, con las que se hacen máquinas para diseñar ordenadores que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas para que las use la mano. Hay escritas infinitas palabras; amor, gol, parís, bang, millón, buenos aires, once. De tantas cosas, diseños, palabras, objetos, imágenes y secretos, certezas y misterios, fotografías, libros y amuletos, yo solo preciso; dos mi lápiz y vos.
(Basado en la canción Guitarra y vos de Jorge Drexler)