De Bioética y otros imprescindibles / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Para abrir boca sobre un tema que pareciera remoto, pongo a tu consideración la reflexión inicial que realicé en la presentación de un singular libro. Todo comienza así: El binomio emisión-recepción de un mensaje conforma con brillante simplicidad el circuito de comunicación entre dos seres pensantes. Voluntad de saber y poder del conocimiento son fuentes comunicantes del encuentro humano que, bajo el faro de la inteligencia, destella con gozo la interpretación significativa. Libro y lector no es encuentro fortuito, resulta de la búsqueda intuitiva del uno por el otro, y acaso aquel se convierte en el cazador de éste; su contacto es antecedido por el deseo de aprender el curso de una idea, otear su rastro, ahondar en su huella, explorar sus posibles significados, esto por parte del lector; y por parte del autor, el libro es su mensaje pronunciado en espera de que el receptor, al ver su cadena significativa, entienda el discurso, al seguir el hilo conductor de su argumento, que capta mentalmente de manera simultánea a la percepción visual de sus palabras. En esto consiste la magia de un evento comunicativo, como es la lectura.

Y, tratándose del libro de referencia: “Bioética de los Agregados Sociales, Derecho a la Calidad de Vida e Índice de Desarrollo Humano”, autor: Sociólogo Eugenio Herrera Nuño (2007, Colección Cuadernos Jurídicos, Poder Judicial Aguascalientes); muy amable lectora o lector, puedo anticipar que tienes al alcance uno de esos libros que te atrapan, no necesariamente en el sentido de la placentera seducción del texto de un relato de novela, sino entendiendo que se trata de una obra escrita acerca de un tema central para el ser humano, como es el asunto de la Bioética.

“Ética de la Vida”, como se le llamó comúnmente en las cátedras universitarias de filosofía, para luego convertirse en materia imprescindible de los estudiantes de las ciencias médico-biológicas, sobre todo para abordar los puntos límites de la existencia: el nacimiento y la muerte, eugenesia y eutanasia, o la intrigante visión del mundo desde la ingeniería genética y la apasionante conquista de la constitución del genoma humano. Por lo tanto, en su origen se trató de un ámbito académico que fue acrecentando sus límites y sus alcances hasta tocar el interés de las nuevas ciencias de la Ecología, del manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, y por ende, de la protección del medio ambiente y el impacto ambiental; pero, esta onda expansiva no se detuvo allí, pues últimamente está concerniendo a esferas y materias aparentemente lejanas que son propias de dominios científicos muy diversos: de lo social, de las ciencias jurídicas, la planeación estratégica o administración, la economía y de la política, por mencionar sólo las más centrales. Este fenómeno de contagio a tan diversas asignaturas no es casual, sino que obedece a la naturaleza misma de la Bioética, es un asunto todo-abarcante de lo que sea vida y además inteligente; puesto que tiene que ver con algo fundamental que son los procesos de decisión humana, que incluyen al todo social del que formamos parte.

De esto, en esencia, se trata el evento comunicativo que puedes estar a punto de enlazar, pues al tomar la decisión acercarte a un tema tal, vas a descubrir el insospechado campo de la Bioética entendida como la ciencia moral contemporánea, la más actual, que se atreve a ensayar una respuesta honesta, creíble y aceptable ante aquel ancestral reclamo divino a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” (Génesis 4,9a). En efecto, se trata de una propuesta que está a la vanguardia de la investigación ética, porque ensaya de incorporar de manera sistemática y científica las decisiones de vida humana al ámbito de las políticas de Estado en materia de Desarrollo Social, y estableciendo sin rodeos ni componendas el superior derecho universal del hombre y de la mujer a una calidad de vida -entendida integralmente- y a un desarrollo social equitativo, justo y compartido en completa igualdad y libertad.

Obviamente, suena casi a ideales utópicos, muy distantes del acontecer humano cotidiano, y sin embargo se plantea este horizonte como un imperativo personal y social alcanzable, y aun exigible ante el aparato del Estado y todas aquellas instancias de la sociedad que intervienen ya sea con su poder jurídico, económico o político en la toma central de decisiones, cuyos efectos se desencadenan, para bien o para mal, como una onda expansiva que, o bien es generadora de vida y de su justa protección, o bien se convierten en armas ideológicas de la muerte.

Esto sucede cuando se hacen descender peligrosamente los niveles de la calidad de vida y los componentes o factores de un desarrollo social digno del ser humano. Esto no es utopía, es materia de un reclamo ético exigible para el hombre contemporáneo que se precie de ser tal. Ya que en ello está el desarrollo de una democracia funcional y real capaz de convertirse en algo tan fundamental para el hombre y para la mujer de aquí y ahora, puesto que de este intercambio o encuentro dialogal depende en gran parte la posibilidad de nuestro propio futuro, viable y sostenible.

Los acontecimientos que estamos viviendo en México, principalmente en Michoacán y en el estado de Guerrero, son testigos más que presenciales de esta dinámica y lógica de las imperiosas opciones por la vida o bien las opciones por la muerte, que tocan de muy cerca y de junto tanto a los individuos y familias, como al todo social en el cual están inmersos, seamos hidrocálidos, michoacanos o guerrerenses. Y vale la pregunta ¿de quién es la responsabilidad? ¿Del Estado? ¿De las personas y familias? ¿Del conjunto social entendido como un todo? En la respuesta, es imprescindible fusionar el binomio individuo y sociedad.

Temas, además, que tocan íntimamente a la conciencia humana, la que, si es rectamente formada e informada, no puede soslayar el imperativo último de corresponsabilidad con sus semejantes, so pena de que pretendamos escaparnos por aquel subterfugio también ancestral de Caín: “No sé, ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Génesis 4,9b).

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