Se murió Philip Seymour, actor a quien no le faltaba nada, aparentemente.
Cuando era niño, escuchaba una canción de Javier Solís que decía algo como “Borracho yo he nacido, borracho yo he crecido/ y sé sinceramente que borracho moriré”. Luego en otro verso en la misma canción afirma “Qué culpa tengo yo, porque me gusta el vino/ si encuentro en la embriaguez, dicha y dulzura”. Y entonces pensaba que la gente tomaba para olvidar o para estar alegre. Quizás para olvidar sus tragedias, o su pobreza, o sus problemas, o su tristeza. Quizás para festejar su alegría por algo importante.
Lo anterior viene a colación por la reciente muerte del actor Philip Seymour Hoffman, quien por hacer el comentario, era de mis favoritos, pero que acaeciera por una aparente sobredosis de heroína en un departamento en Nueva York. El ganador de un Óscar por su participación en la película Capote en 2005, dejó a tres menores de 10 años y a una viuda, por encontrar en las drogas “dicha y dulzura”.
Este caso pone rostro a un fenómeno que solamente eso necesitaba, un rostro público para hacernos recordar que las drogas no tienen preferencia por algún público en particular, sino solamente una víctima en cualquier lugar. La problemática de la heroína resurge en un país que de acuerdo a la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), tiene al menos 5 millones de usuarios, causando casi 20 mil muertes anuales sólo en Estados Unidos. No está demás decir que el consumo de esta droga creció entre 2007 y 2013 casi un 80% en ese país.
En fin, la dinámica de compartirle esto, es preguntarnos, por qué se drogan los artistas. Si Phil lo tenía todo, incluso una familia -que mire que en esos ambientes tener una familia es prácticamente imposible-, pero además tenía dinero, fama, talento, carisma (recordémoslo en una de las películas de Misión imposible junto a Tom Cruise, en que la hace de villano, y por otro lado junto a Ben Stiller en Mi novia Polly en que ambos papeles, totalmente antagónicos, nos ayudan a ver la versatilidad del actor), por lo tanto la pregunta sigue siendo ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenía este individuo de drogarse? Muy probablemente ninguna. Uno no se inicia en las drogas por necesidad, pero termina siendo su esclavo.
Hace tres meses su esposa Mimi O’donell, le pidió que dejara su casa para que sus hijos no lo vieran cuando estaba drogado. También, pasó que el actor aceptó su adicción a la heroína hace más de un año, con lo que se esperaba que entraría en rehabilitación.
Pero antes de todo esto, ¿Qué es la heroína? De acuerdo a la National Institute on Drugs Abuse (NIDA), la heroína es una sustancia altamente adictiva derivada de la morfina. Es un opiáceo que por lo general se inyecta quien la usa, promoviendo así otros problemas como la transmisión del VIH o infecciones a partir del uso de jeringas. Otro problema es que dicha sustancia se puede encontrar mucho más barata que otros medicamentos controlados que también tienen mucho mercado, por lo que prefieren esta derivación morfínica.
Teniendo este antecedente, y conjuntando la pregunta que le hice sobre el porqué se drogan los que aparentemente lo tienen todo, la siguiente reflexión es, si ellos que lo tienen todo se drogan, ¿Qué se puede esperar de quienes no tienen todo? ¿Qué se puede esperar de quienes ven en esos artistas un modelo a seguir? Lo que nos da a pensar en muchas ideas. Lo primero es saber quién les suministra las drogas a estos personajes públicos. Se supone que hay toda una estrategia para la persecución de los narcotraficantes, pero en el medio artístico se sabe o se rumora que siempre hay muchas vidas paralelas llenas de droga, sexo y excesos.
Una segunda idea, es la fuerte influencia que tienen los medios y los artistas en quienes los siguen como sus fans, y con ello las actitudes que toman para parecerse a sus ídolos. Recuerdo que leyendo una biografía de los Beatles, afirmaba que incluso sus fans les proporcionaban las drogas a estos para “quedar bien”, como haciéndoles un favor. Pero esta influencia preocupante es porque aunque el actor tiene o debe tener una línea clara entre su vida privada y su vida profesional, lo cierto es que difícilmente se puede lograr esto, cuando hoy los medios del espectáculo se dedican más a la vida privada de los artistas que a su trabajo profesional.
Siguiendo con los medios, todos los días sabemos de actores, músicos o gente pública que padecen las adicciones, asumiendo roles que pueden influenciar a otros a seguirlos. No le quiero ni hablar de quien las vende o las produce, pero voltee a varios estados de este país y verá por qué hasta el FBI afirma que los cárteles mexicanos ya son más peligrosos que los mismos italianos en aquel país de las libertades.
Una última idea que debemos reflexionar, es que evidentemente los consumos se basan en el gradualismo por un asunto de efectos y del síndrome de la abstinencia en la mayoría de las adicciones. El gradualismo se genera porque conforme se usa una droga, cada vez será necesario usar mayores dosis para generar los mismos efectos que al principio. Pero además, cada vez será necesario usar mayores cantidades e incluso otras drogas de mayor adicción (por ejemplo, de cannabis a cocaína y así sucesivamente).
Hay muchas razones por las que una persona se inicia en las drogas: curiosidad, entrar a un círculo de personas, problemas personales, etcétera. Sin embargo, todavía no encuentra la justificación para legalizar algunas de ellas a sabiendas que, de todos modos, los adictos buscarán el paso que sigue hasta encontrarse con la muerte. En el consumo de drogas, no medidas, todas conducen a una catástrofe que inicia con el patrimonio, sigue con la familia y luego con la vida. En este caso, sí extrañaremos al actor Philip Seymour, pero todos los días, padres de familia, hermanos y amigos, extrañan personas -quizás desconocidas para nosotros- que en un momento pensaron que las drogas eran un camino. Ahí se las dejo a quienes quieren legalizar la mariguana.
Absurdo comparar la heroína con la mariguana… peras y manzanas.