Pátzcuaro: del miedo al placer / Cinefilia con derecho - LJA Aguascalientes
24/11/2024

No hace tantos años que cuando se nos decía la palabra Pátzcuaro inmediatamente pensábamos en las películas clásicas Janitzio (1935) de Carlos Navarro y Maclovia (1948) de Emilio Fernández, las dos internacionalizaron la popular cultura michoacana que nace en torno al emblemático lago, historias de amor, lucha de los indios tarascos por la supervivencia y claro, en el caso de la segunda, la belleza inconmensurable de María Félix y el duro rostro de Pedro Armendáriz. Antes pensábamos en la imagen mítica de un pueblo mágico que todos algún día visitamos, donde lo mismo comimos corúndas que fuimos en bote y subimos escalón a escalón, entre charales y charanda, hasta los murales del enorme Morelos de piedra que culmina la cúspide de la isla.

Sin embargo, esa visión pareciera que ha cambiado, cuando en el Doctorado Interinstitucional en Derecho nos notificaron que la sede para nuestro seminario de investigación sería Pátzcuaro, más de algún compañero y catedrático crisparon un poco los ojos e inmediatamente vinieron a nuestras mentes palabras claves del México bronco que prácticamente son un pan nuestro de cada día: autodefensas, familia michoacana, templarios, inseguridad, asaltos, asesinatos, etcétera. Peor aún, nuestros conocidos y familiares nos exhortaban a no ir, pues todos imaginaban pueblos fantasmas, retenes policiacos, balaceras o hechos sangrientos aún peores.

Apenas en abril del año pasado había estado en Ixtapa y Morelia, lo peor que vivimos fue maestros protestando en las casetas (dejaban pasar gratuitamente al conductor); alumnos de normales que tomaron la plaza principal y que regalaban la comida chatarra de los camiones de suministros que habían secuestrado, pero cero violencia como la que reseñan ahora los medios de comunicación, y es que la situación que se vive en Tierra Caliente y la irresponsable forma en que es manejada por medios de comunicación nos hace a todos temer ir a Michoacán, a todo el estado, cuando los problemas son en regiones muy concretas.

Y entonces, en este fin de semana pasado, nada sucedió durante el viaje, cierto que uno experimenta diferentes sensaciones: a partir de que ingresa a la autopista a Morelia, en las casetas de cobro se apostan policías federales que te observan, pregunta los motivos de viaje y el destino, la respuesta de un doctorado parece que abre rápido las puertas. Las 2 horas antes de llegar a Pátzcuaro, lo mismo dentro de Morelia que en el camino hasta nuestro destino, vamos a ver mucho tráfico de vehículos, prácticamente cero retenes y policía sólo la que habría en cualquier carretera.

Una vez en Pátzcuaro, uno camina en sus apacibles calles, una limpia, hermosa y preciosamente iluminada plaza Vasco de Quiroga te recibe con música ambiental de New Age, con sus cafecitos y restaurantes con muy poca afluencia de visitantes, vaya que la imagen que los medios de comunicación se han encargado de difundir le ha afectado a esta ciudad que vive en buena medida de sus servicios turísticos, a pesar de eso, la férrea lucha del pueblo, como la del indio José María por Maclovia, se percibe en cada rincón.

Sin lugar a duda la sensación más contradictoria es estar en clases de doctorado en derecho, compartiendo con alumnos y catedráticos, todos charlando y debatiendo en torno al estado de derecho desde diferentes ángulos, teorías y puntos de vista, pues a tan sólo unos 109 kilómetros está Apatzingán, un punto de inflexión del concepto, ya por la existencia de los caballeros templarios y sus extorsiones, las autodefensas y su tal vez legítima o necesaria pero totalmente fuera de derecho defensa por la vía armada, o incluso la sociedad civil atemorizada que comienza a perder la credibilidad en la norma.

El hecho de que se llevara a cabo nuestro seminario en esa área es importante, es una reivindicación de la ley, del derecho y sobre todo de que Michoacán es una excelente opción nacional para ir a turistear, no se trató sólo de la deliciosa cena de tamales que amablemente nos ofreció la presidencia municipal (al ritmo de la pirecua que una familia purépecha interpretó fenomenalmente), no se trató de comer trucha, huchepos o beber mezcal de la región, de volver a pasear en el lago o subir una vez más hasta el mirador de Janitzio, es sobre todo la amabilidad de la gente que te recibe con los brazos abiertos, que te demuestra que los malos son en realidad muy muy pocos.

Lo que me queda claro es que Tierra Caliente es un reto del gobierno y de toda la sociedad, es un punto fundamental que se resuelva la situación, y de la forma en que se haga se desprenderá el cómo vamos a entender en todo el país esas tres características que, acertadamente señalaba la semana pasada en Davos Ernesto Zedillo, son indispensables para que crezca este país: estado de derecho, estado de derecho y estado de derecho.

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