Prohibido prohibir | Cosas Verdes por: Gilberto Carlos Ornelas - LJA Aguascalientes
25/04/2025

Cosas Veredes

Prohibido prohibir

La frase que da título a esta columna tal vez ha sido la que más ha trascendido de las que se escribieron en los muros de París en aquel “mayo francés” de 1968. La rebeldía estudiantil escribió varias consignas que se han tatuado en el imaginario social, más de lo que hubiesen llegado a pensar en aquel momento. “Prohibido prohibir” ha sido una divisa libertaria frente a los intentos de autoritarismo o ante los excesos de regulación de la actividad humana y social.

En los tiempos actuales ha vuelto a nuestros debates porque en tiempos de cambios políticos mucho se intenta para resolver viejos y nuevos problemas sociales. Y siempre está la tentación de la solución aparentemente más sencilla: la prohibición. Más aún en la norma, pues el fetichismo persiste en la cultura de amplios sectores sociales y sigue cumpliéndose aquella afirmación de que las sociedades llevan sus miedos a las leyes, y preferentemente a las leyes penales para que la desobediencia sea castigada.

El ejemplo más socorrido que nos muestra las debilidades del prohibicionismo lo encontramos en la Ley Seca establecida en la Constitución de los EEUU en los años 20s, que provocó el desarrollo de las organizaciones criminales de aquellos tiempos en Norteamérica, con el efecto secundario de llevar crecimiento y algo de auge a las ciudades mexicanas de la frontera.

Recuerdo otro caso de prohibición, que no llegó a ninguna constitución ni a ninguna ley, y quedó solamente en una anécdota de censura oficial. Fue el caso de una canción romántica y algo cursi, de nombre “La Novia”, de un cantante llamado Antonio Prieto. Por 1963, la Radio Popular de España, controlada por el gobierno de Franco y la Iglesia Católica, decidió prohibir la mentada canción que huelga decir gozaba de gran popularidad. El argumento de la prohibición estaba en que, a juicio de los censores, tenía versos que alentaban el pecado, la concupiscencia y el adulterio, ya que decía “…mentirá también al decir que sí, y al besar la cruz pedirá perdón, y yo sé que olvidar nunca podría, que era yo, y no aquél, a quien quería”.

La frase “prohibido prohibir” se reprodujo en el 68 mexicano, volvió a escucharse en el 88 cardenista y recientemente recobró popularidad porque siendo presidente Andrés Manuel López Obrador, la expresaba con frecuencia para argumentar que muchos fenómenos nocivos no podrían terminarse con decretos prohibicionistas, sino atendiendo sus verdaderas causas, planteamiento que aplauden tanto los ciudadanos de convicciones liberales como los juristas de corte garantista, que saben que no es con decretos ni penalidades exageradas y absurdas como se combaten las conductas antisociales y los delitos.

Con algo de azoro vemos que algunos políticos y legisladores de todos los colores y ámbitos de la República acuden al expediente fácil de propuestas recurrentes de prohibir y aumentar las penalidades en conductas que constituyan daño social. Seguramente sus equipos de asesoría les hacen esas sugerencias suponiendo que obtendrán simpatía popular de efecto inmediato. Aunque tal vez no sepan que por sí misma una prohibición no arregla nada: la ley requiere de aparatos de gobierno y políticas públicas para garantizar su cumplimiento. 

Cuando una norma legal está mal orientada o es inadecuada, corre el riesgo de complicar el fenómeno que se deseaba combatir. No es cosa menor el dato de la terrible impunidad que se vive en el país cuando se sanciona menos del 5% de los delitos que se cometen.


A estas alturas, seguramente en los esfuerzos para combatir conductas de riesgo, antisociales, o delictivas se hace necesario revisar y mejorar el papel y desempeño de las autoridades y el uso que hacen de las facultades que les confiere la ley. Más aún en el ámbito del entretenimiento, pues si los organismos públicos de promoción cultural y artística han claudicado ante la farándula y solo buscan colgarse de la moda y la popularidad momentánea, no deben extrañarse que el mal gusto y las temáticas banales los rebasen y dominen el gusto popular, como ha sucedido en estos tiempos con los traídos y llevados narcocorridos.

En casi todas las prohibiciones se pretende orientar la conducta de los individuos; en algunos casos hay consenso y aceptación porque se considera indispensable para preservar y proteger la comunidad y sus integrantes, evitar el daño a los otros, a su existencia, persona, integridad o patrimonio. 

Las prohibiciones discutibles surgen cuando se pretende orientar las convicciones, creencias y preferencias sobre su propia existencia, y eso sucede cuando un órgano del estado considera que el poder político también se debe usar en las conciencias ajenas.

El gobierno norteamericano fracasó estrepitosamente en la prohibición constitucional contra la cerveza y el whisky, y el aparato franquista fracasó en la prohibición de una canción romántica. El consumo de alcohol en EEUU es un problema de salud que se atiende con educación y regulaciones administrativas. En la España franquista avanzaron los criterios liberales.

Ante muchos fenómenos sociales que se consideran nocivos, la prohibición por decreto o en la ley no es la respuesta; hay que buscar y formular las políticas públicas más adecuadas. Para eso hacen falta organismos y funcionarios con una visión más allá del inmediatismo y el efectismo.

gilbertocarlosornelas@gmail.com 

@gilbertocarloso


Show Full Content
Previous Diplomacia del Agave: Claudia en la CELAC por: José Ojeda Bustamante
Next Dictadura perfecta | Bajo presión por: Edilberto Aldán 
Close

NEXT STORY

Close

Es necesaria una política de cero tolerancia para quien tire basura en las calles de Aguascalientes

31/12/2018
Close