El reciente fallecimiento de una niña de tres años en Coahuila, México, tras contraer el virus H5N1, ha reavivado el debate sobre la gripe aviar y su potencial impacto en la salud humana. Aunque autoridades como la OMS siguen considerando bajo el riesgo de contagio generalizado entre humanos, la expansión del virus a nuevas especies y la aparición de casos graves exigen atención crítica.
Desde su detección, el virus H5N1 ha sido, principalmente, una amenaza para las aves. Sin embargo, desde 2022, su comportamiento ha evolucionado, saltando de las aves a varios mamíferos, incluidos gatos, zorros y vacas lecheras. Este fenómeno, conocido como spillover, no solo amplía el espectro de huéspedes del virus, sino que incrementa las oportunidades de mutación, lo cual podría allanar el camino para una futura transmisión sostenida entre humanos.
Actualmente, los contagios en personas siguen siendo escasos y esporádicos. En EE. UU., se han reportado 61 casos este año, la mayoría en trabajadores de granjas avícolas o lecheras. En México, la Secretaría de Salud confirmó que el caso de la menor se detectó el 1 de abril y que, aunque se aplicaron protocolos de emergencia y vigilancia epidemiológica, la paciente falleció debido a complicaciones graves. La causa: contacto indirecto con aves infectadas o superficies contaminadas.
Uno de los aspectos más preocupantes es la creciente presencia del virus en vacas lecheras. Estudios recientes detectaron concentraciones altas del virus en leche fresca no pasteurizada. Si bien no hay evidencia concluyente de contagios humanos por consumo de leche, casos sospechosos –como el de un niño en California– han encendido alertas. En paralelo, se han documentado infecciones en animales que consumieron leche contaminada, como gatos y terneros.
Por lo tanto, los expertos recomiendan evitar el consumo de leche no pasteurizada y reforzar medidas básicas de higiene y protección personal, sobre todo en contextos rurales o laborales con exposición directa a animales. Esto incluye el uso de guantes, mascarillas N95, gafas de protección, botas y ropa especial, especialmente durante tareas de ordeño o sacrificio de aves.
En cuanto a la seguridad alimentaria, las autoridades sanitarias coinciden: los productos avícolas (pollo y huevo) no representan un riesgo siempre que estén bien cocidos (más de 70°C) y se evite la contaminación cruzada en la cocina. Esto incluye lavar manos y utensilios tras manipular alimentos crudos, y no reutilizar superficies sin desinfectar.
Respecto a los síntomas en humanos, el cuadro puede ir desde fiebre, tos, dolor de garganta y conjuntivitis hasta complicaciones más graves como daño pulmonar, alteraciones neurológicas y fallo multiorgánico. Por ello, ante cualquier contacto con aves enfermas o muertas y presencia de síntomas, se recomienda buscar atención médica inmediata y evitar acudir a centros de salud sin previo aviso.
Aunque aún no se ha documentado la transmisión de humano a humano, el potencial mutagénico del virus y su adaptabilidad obligan a no subestimar el escenario. Como advirtió un estudio en Science, bastaría una mutación clave para que el virus pueda adherirse con mayor facilidad a los receptores presentes en vías respiratorias humanas.
México, por su parte, ha activado protocolos internacionales, capacitado personal sanitario en zonas afectadas y monitorea activamente tanto a humanos como a aves silvestres. Sin embargo, en un contexto donde el virus ya ha demostrado adaptarse a más especies y ambientes, la prevención se vuelve una responsabilidad compartida entre autoridades, productores y población.
La gripe aviar H5N1 no es una amenaza inminente de pandemia, pero sí una señal clara de que la salud humana, animal y ambiental están más interconectadas que nunca. Y como en tantas otras alertas sanitarias recientes, ignorar las señales puede salirnos caro.