La Columna J
Filosofía estoica
¿Qué es más importante, ser feliz o ser libre?
Con esta pregunta quiero comenzar las líneas de esta obra. En muchas ocasiones, como seres humanos, expresamos de manera inmediata que aspiramos a la felicidad; no obstante, la libertad es un vehículo para poder alcanzarla, con sus propios intervalos de paz, tranquilidad y parsimonia.
¿A qué es a lo que voy? Si se vive en la ignorancia de cómo es el mundo y sus vicisitudes, ¿cómo es posible estar feliz? Es necesario navegar -y a veces hundirse- en las profundidades que extiende este mundo caótico. Es por ello que muchas personas caen en la comodidad del letargo y el conformismo social y existencial. Existen algunas otras cuya voluntad está más forjada y aspiran a sumergirse, pero esa corriente es muy potente; es igual de desproporcionada que la vorágine capitalista. Es una marea en donde las ínfulas de la complejidad pueden doblegar o, en otros casos, ahogar y hacer declinar esa voluntad.
Un grupo muy reducido de personas logra salir de dicha situación, de esa marea en donde todos se convierten en caníbales de los demás. Y si aún tienen fuerza, voluntad y claridad, entonces construyen una vida con base en la virtud y el equilibrio entre la mente, el cuerpo y el alma. La libertad tiene diversas categorías y taxonomías; implica una tesitura individual, alude al alcance del pensamiento, encaja con el lenguaje y, por supuesto, con la sociedad, la economía y la política.
Buscar la libertad no es un camino fácil; es un camino que, propiamente, es libertad. Es un periplo lleno de obstáculos y de laberintos cognitivos más allá del entendimiento, pues sin duda alguna, en esta vida no importa la cima ni la meta: importa el camino. Es lo único que importa. Pero entenderlo no es nada fácil; es difícil, contradictorio, destierra a las personas de sus raíces y creencias y las arroja al camino sin salida del existencialismo, tomando la resignificación como la única -y absurda- libertad a la que podemos aspirar.
Considerando los puntos plasmados, el escenario es poco optimista y con escasas esperanzas. No obstante, es ahí donde la filosofía siempre ha sido para el ser humano una salida loable, un refugio sublime que ha permitido quitar los escollos del pasado y destrabar los tiempos del futuro. En tanto que se aduce que las personas que tienen el valor de interiorizar e indagar más allá del dogma, tendrán el beneficio de la contemplación, lejos de esa caverna habitada por las sombras y los fantasmas de la ignorancia.
“Podemos permitir que un niño tenga miedo a la oscuridad, pero no podemos permitir que un adulto tenga miedo a la luz”.
Dentro de la esencia de cada persona existe una dosis de rebeldía que evoca revoluciones que trasladan y concatenan los destinos, sin saber siquiera qué significa eso. Por ello, la filosofía siempre será un destello de luz. La felicidad es como una mariposa: cuando nos acercamos a ella, vuela de un modo indecente e incalculable; nos vislumbra con sus colores y con la falsa aspiración de alcanzarla, pero olvidamos que ella, en su propia esencia, vuela y es libre. Tal cual es la felicidad: no depende de que se alcance, mucho menos de que se atrape; consiste en contemplarla y apreciarla en el presente.
Memento vivere es una de las máximas de la filosofía estoica. Es muy simple: consiste en poder estar en el aquí y en el ahora, en poder soltar los deseos y abrir las manos. Pues es evidente que la vida es un abrir y cerrar de ojos. La vida se nos va. Mucha gente piensa que la muerte es un momento específico, pero en realidad es un proceso. Es decir: ya nos estamos muriendo, y lo más irónico e inefable es que no sabemos cuándo llegará ese momentum. Nos hemos alejado completamente de la naturaleza; nos hemos desvinculado de lo real.
La filosofía estoica es un antídoto ante la modernidad, que extiende todo tipo de intemperies, en las cuales es menester entender que lo importante no es la cima, no es la meta: lo importante es el camino. De lo único que tenemos control es de todo aquello que se encuentra dentro de nosotros: nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones.
Respondiendo a la pregunta inicial: la libertad nos dará la oportunidad de ver lo que nos rodea. La contemplación es el alcance del presente, en tanto que a la sublime aspiración a la felicidad le antecede la paz y la calma.
“La felicidad no se encuentra solo en la búsqueda de placeres, sino en el cultivo de la paz interior, la compasión y la sabiduría. Cuando uno se libera de los deseos insaciables y del apego, descubre que la verdadera felicidad brota desde adentro”.