Dictadura perfecta | Bajo presión por: Edilberto Aldán  - LJA Aguascalientes
24/04/2025

Bajo presión 

Dictadura perfecta

Las condolencias están profundamente relacionadas con la empatía, son nuestra forma de participar del pesar ajeno, las condolencias no son para los muertos, sino para sus familias. Las redes sociales no son enemigas de la empatía, no importa si demandan una respuesta inmediata, la clave está en su uso, desarrollar una comunicación más consciente, pausada y humana, resultado de una  reflexión emocional profunda, que no sean forzadas o genéricas, jamás un emoji, por ejemplo. 

El fin de semana murió Mario Vargas Llosa, un titán, un gigante de la literatura mundial, ganador del Premio Nobel, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, más importante, autor de varias obras maestras irrefutables. No se requiere saber absolutamente nada del autor de La ciudad y los perros para reconocer el monumento literario que es; se puede gozar activamente como lector de sus estructuras no lineales, múltiples puntos de vista, y saltos temporales, como en Conversación en La Catedral, sin jamás haber escuchado al escritor peruano; deleitarse con su profundo análisis del poder, la política y la condición humana en La fiesta del chivo sin saber con qué equipo de futbol o partido político simpatizaba Vargas Llosa.

A pesar de todo lo anterior, ante el fallecimiento de un intelectual gigantesco, lo que ha primado en la conversación pública es un egoísmo hipócrita que usa el dolor ajeno como excusa para hablar de uno mismo. En una enorme mayoría de los posteos que se hacen sobre la muerte de Vargas Llosa, lo que menos importa son las obras maestras que ha dejado ese escritor, invariablemente, quienes se conduelen de inmediato se deslindan de la “ideología” del autor de Pantaleón y las visitadoras.

En México este deslindarse del pensamiento político de un autor no es nuevo, ahí está la cerril propuesta de Paco Ignacio Taibo II: “Menos Paz y más Revueltas”, como si una actitud revolucionaria fuera dejar de leer Libertad bajo palabra y cambiar ese libro por Los muros de agua; también relacionado con Octavio Paz, el llamado a dejarlo a un lado para leer la obra de Elena Garro, a quien presuntamente nuestro Premio Nobel violentó e hizo todo lo posible para que no fuera reconocido el talento de la autora de Los recuerdos del porvenir

Me sorprende que para referirse al placer estético sea necesario deslindarse del pensamiento político del autor, en el caso de Vargas Llosa, su obra literaria es tan vasta y rica que no hay un solo libro que pueda ser considerado como propaganda, ni siquiera sus memorias como candidato a la presidencia de Perú: El pez en el agua

De bote pronto, quien expresa sus condolencias sobre la muerte de este gigante literario para hablar de sí mismo, siente la necesidad de desmarcarse, incluso empleando la cita de un escritor absolutamente menor como Mario Benedetti, quien escribió que a Vargas Llosa había que leerlo, pero no escucharlo.

Sé perfectamente el riesgo de calificar de menor a un autor como Benedetti, lo señalo en una comparación estrictamente estética, si me refiriera al uruguayo como mediocre sería por su respuesta a Vargas Llosa cuando el peruano señaló que los intelectuales latinoamericanos que defendían la dictadura cubana, la mayoría “baila aún obedeciendo a reflejos condicionados, como el perro de Pavlov”, y cuando le preguntaron a Vargas Llosa quiénes eran esos “intelectuales condicionados”, el peruano respondió “Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Julio Cortázar”.


Nada de estas discusiones importa a quienes bajo la dictadura de la corrección política aprovechan cualquier ocasión para hablar de sí mismos, exhibiendo con descaro una absoluta ignorancia, como quienes señalan que Vargas Llosa golpeó a Gabriel García Márquez y le dejó un ojo morado, no importa que ambos escritores se hayan negado a comentar el asunto, tampoco que los dos reiteraran el mutuo reconocimiento a la obra literaria, la anécdota se emplea para posicionarse del lado correcto de la historia, el pésame se utiliza para hablar de ellos mismos, sin necesidad de datos duros o información verificada, porque lo importante es que se lea su opinión. 

Lo mismo ocurre con la anécdota de la “dictadura perfecta”, se trastoca para alinearse con los buenos de la historia, sin importar el contexto en que Vargas Llosa dijo eso, justo después de que, en un coloquio organizado por la revista Vuelta, Octavio Paz había exonerado a México y el peruano respondió: “México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro, la dictadura perfecta es México, porque es la dictadura camuflada de tal modo que puede no parecer una dictadura, pero tiene, de hecho, si uno escarba, todas las características de una dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido, un partido que inamovible, un partido que consiente suficiente espacio para la crítica en la medida que esa crítica le sirva, le sirve, porque confirma que es un partido democrático, pero que suprime por todos los medios, incluso los peores, aquella crítica que de alguna manera pone en peligro su permanencia, una dictadura que además ha creado una retórica que lo justifica, una retórica de izquierda, para la cual, a lo largo de su historia reclutó, muy inteligentemente, a los intelectuales, a la inteligencia, yo no creo que haya en América Latina ningún caso de sistema de dictadura que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándolo de una manera muy sutil, a través de trabajos, de nombramientos, a través de cargos públicos, sin exigirle una adulación sistemática, como hacen los dictadores vulgares, por el contrario, pidiéndole más bien una actitud crítica, porque esa era la mejor manera de garantizar la permanencia de ese partido en el poder. Un partido, de hecho único, porque era el partido que financiaba a los partidos opositores, esa es una dictadura”.

En su momento, la afirmación provocó un escándalo mediático, malestar en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, e incluso tensó momentáneamente la relación entre Vargas Llosa y algunos intelectuales mexicanos, como el propio Octavio Paz o Enrique Krauze, quienes si bien compartían algunas críticas, consideraban que la frase era excesiva o simplista.

De eso a señalar que Paz y Vargas Llosa se distanciaron hay una enorme diferencia, pero qué más da, el deslinde está hecho, se opina del lado de la corrección, sometemos nuestro juicio estético a la dictadura del buen pedismo y ganamos una estrellita en la frente por seguir a la manada. De la absoluta vulgaridad de la empatía hipócrita, mejor ni hablar. 

Coda. La lógica con que Vargas Llosa caracterizó a México como la dictadura perfecta es impecable, simple pero acertada, y recuerda tanto al régimen actual, que bien vale la pena abordar el asunto en otro texto.  

@aldan


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