Cuando el tiempo nos alcance
maribycorona29@gmail.com
¿Por qué nos educamos, trabajamos y vivimos para el futuro? ¿Es “normal” dejar ir lo que tenemos para centrarnos en lo que podremos tener? ¿Vivir el presente en búsqueda del futuro puede impedir que disfrutemos lo que tenemos ahora?
El futuro es algo que está por venir. Naturalmente, el tiempo le da paso al futuro y nuestro presente va de la mano con nuestro futuro cercano, que es tan incierto como tan próximo, pero ¿qué pasa con nuestro futuro lejano? Planear lo que será de nuestra vida, por ejemplo, en 10 años nos da seguridad, porque sabemos qué es lo que queremos y qué es lo que necesitamos hacer para conseguirlo, pero ¿cuándo deja de ser sano perseguir el futuro que puede o no llegar?
Vivir para el futuro es asumir responsabilidad por algo que aún no sucede. El costo emocional que implica se relaciona directamente con la presión de cumplir nuestras expectativas, pero estas expectativas deben ser realistas, de lo contrario, ¿qué va a pasar cuando el tiempo nos alcance y nuestro presente no sea lo que en el pasado planeamos para nuestro futuro?
La única manera que encuentro para tener expectativas realistas es no perder de vista lo incierta que es la vida. Para construir ese futuro que queremos, primero tenemos que vivir el presente que tenemos.
Encontrar la manera de vivir el presente planificando nuestro futuro parece una respuesta fácil, pero, como siempre, la realidad es más compleja que las palabras. Podemos empezar fijándonos metas, tanto para el presente como para el futuro inmediato, a corto plazo, con el fin de encontrar un balance entre planificar nuestro futuro, sin dejar que nos consuma, aprendiendo a disfrutar el proceso y a las personas que nos acompañan.
Tener metas nos permite adquirir un sentido de responsabilidad saludable hacia el futuro, creando expectativas y esperanzas, pero sobre todo nos ayuda a marcar el camino que queremos seguir, como una aspiración y no como una obligación. Estas metas deben ser nuestra aspiración, no nuestro sentido de vida.
El problema con las metas es que solemos asociarlas con la satisfacción y la satisfacción, con la felicidad, con frecuencia observo en las personas cercanas a mí e incluso en mí misma, la tendencia a pensar que entre más luchemos y más difícil sean o más difícil hagamos las cosas para nosotros, obtendremos un mayor grado de satisfacción, como si el nivel de sacrificios que hagamos en el presente fuera directamente proporcionales a la satisfacción que obtendremos. Sin embargo, no es así y tampoco terminamos de aprenderlo: nuestra vida es el proceso, no el resultado; la satisfacción debemos encontrarla en el presente, sin que esa idea esté peleada con el futuro que nos gustaría tener.
Lo que no podemos poner en duda es que tener un plan de vida nos ayuda a construir no solo la realidad material que queremos, sino también el nivel emocional y personal que creemos merecer, formándonos como las personas que queremos ser dando una dirección y enfoque a lo que esperamos obtener con nuestras acciones, las metas actúan como una fuente de motivación y nos ayudan a tomar decisiones de acuerdo con lo que queremos para nuestro futuro. Ahora bien, el peligro inherente es tener una fijación estricta de lo que queremos, lo que provoca que un plan de vida deje de funcionar y empiece a consumirnos; si en el futuro conseguimos todo lo que en nuestro pasado queríamos, no será suficiente, porque querremos más para lo que ahora será nuestro futuro, y será un ciclo vicioso de insatisfacción, pero ¿qué pasa si por alguna razón no conseguimos nada de lo queremos?
Vivir nuestro presente con un plan de vida hacia el futuro implica que este plan sea flexible y adaptable. No podemos dejar de vivir o restringir lo que tenemos por lo que creemos que podemos tener después, porque la vida nos asegura que todo cambia y el futuro es una cortina de humo, pero ¿la experiencia nos hará más inteligentes y aprenderemos a encontrar un equilibrio entre nuestras aspiraciones futuras y nuestra apreciación por el presente?, ¿o estamos educados para seguir nuestro camino esperando un resultado que tal vez nunca llegue?
El presente es todo lo que somos, pero no todo lo que seremos. En esta ocasión, tengo más preguntas que respuestas: ¿cuál es el costo que estamos dispuestos a pagar por perseguir el futuro?