En un mundo en el que lo más normal del desayuno puede convertirse en artículo de contrabando, Estados Unidos ha descubierto que su problema con los huevos va más allá de la mera escasez: es una radiografía perfecta de cómo una economía trastabilla entre brotes de gripe aviar, tensiones geopolíticas y decisiones alimentarias que parecen sacadas de un episodio de Black Mirror: Food Edition.
Todo empezó —como casi todos los males avícolas— con un brote de gripe. Millones de aves sacrificadas, gallinas envejecidas más allá de lo recomendable, y una producción local en picada: solo en febrero de 2025, se produjeron 720 millones de huevos menos que el año anterior. ¿Resultado? Precios que rozan los 10 dólares por docena en algunas ciudades. Una cifra tan escandalosa que ha hecho que más de un estadounidense mire con nostalgia hacia el sur… no por tequila, sino por huevo mexicano a 2 dólares la docena.
El drama ha llegado al punto de que la Patrulla Fronteriza estadounidense reporta un aumento del 36% en “intercepciones de huevos” en lo que va del año fiscal. En la frontera de El Paso, incluso un decomiso de metanfetaminas pasó a segundo plano cuando los agentes detectaron lo que parecía ser el verdadero tesoro del vehículo: bandejas de huevos. Lo más surrealista es que muchos viajeros ni siquiera sabían que llevaban un producto “prohibido”. Solo querían desayunar barato.
Frente a esta “huevoflacción”, el Departamento de Agricultura (USDA) decidió salir a cazar huevos por el mundo. Alemania, Italia, Polonia y Suecia recibieron un discreto “¿tienes huevo?” desde Washington. El problema es que Europa también tiene lo suyo: brotes de gripe aviar, pascuas que se avecinan, y una peculiar relación cultural con el huevo. Porque en gran parte de la Unión Europea, lavarlos está mal visto. Literalmente. Quitarles su capa protectora natural es abrir la puerta a las bacterias. Así que sí, allá los huevos llegan al supermercado con plumas y hasta souvenir biológico incluido.
A esto se suma que el estándar estadounidense exige lavado, refrigeración y vigilancia estilo CSI. En cambio, los europeos prefieren vender huevos “sin tanto drama” —y sin tanto lavado— lo que complica seriamente cualquier intento de importación directa. Ante esto, la única salida viable es el huevo procesado: en polvo, líquido, pasteurizado y listo para mayonesas, pastas o la repostería industrial. Pragmático, pero no muy sexy.
En medio de la desesperación, otras medidas bordean la comedia involuntaria. Como alquilar gallinas: una solución para los más comprometidos con la autosuficiencia (y con 600 dólares sueltos). Porque si no puedes comprar huevos, al menos puedes criar a quien los pone. Aunque claro, el retorno de inversión no cuadra: la cuenta apenas compensa el valor de mercado de los huevos que producirán tus nuevas inquilinas.
En lo político, la situación también es digna de análisis. Estados Unidos pide ayuda a Europa mientras mantiene una relación comercial llena de aranceles, amenazas y ofensas varias. El segundo mandato de Trump ha sido particularmente prolífico en este sentido. Sin embargo, cuando el precio es justo, incluso los productores más escépticos consideran ayudar. Porque, como diría un avicultor alemán con corazón dividido: “tengo dos almas en el pecho”, una que quiere resistir y otra que solo ve la Pascua venir y piensa: “negocio es negocio”.
Mientras tanto, países como Turquía, Corea del Sur y Brasil —este último limitado por brotes de otra enfermedad aviar— intentan responder al llamado estadounidense, aunque sin detallar cuántos huevos podrán poner sobre la mesa. España, más distante del drama sanitario, se mantiene al margen: sus exportaciones de huevo a EE.UU. son anecdóticas, y no parece haber intenciones de cambiar eso pronto.
Afortunadamente, los precios mayoristas en EE.UU. han comenzado a bajar. De un pico de $8.15 la docena a mediados de febrero, se pasó a $3.27 en marzo. ¿La calma antes de la Pascua? Posiblemente. Pero con la alta demanda estacional a la vuelta de la esquina, es probable que el precio vuelva a batir alas.
En resumen, lo que empezó como una crisis sanitaria se transformó en una cuestión de seguridad económica, alimentaria y fronteriza. Una comedia de enredos que combina contrabando, política internacional, diferencias culturales sobre el huevo (literalmente) y soluciones que van de lo ingenioso a lo absurdo. En este episodio global del huevo, nadie parece tener la gallina de los huevos de oro… pero todos están buscando desesperadamente uno que al menos sea barato.