Tregua a medias: Trump y Putin acuerdan 30 días de pausa en los ataques a Ucrania - LJA Aguascalientes
20/03/2025

El eterno retorno de la diplomacia de alto espectáculo ha traído otro capítulo protagonizado por Donald Trump y Vladimir Putin. En una llamada telefónica de más de 90 minutos, ambos líderes acordaron una tregua parcial en la guerra en Ucrania: Rusia dejará de atacar la infraestructura energética ucraniana durante 30 días. Pero, como siempre en política internacional, el diablo está en los detalles, y esta tregua tiene más trampas que una oferta de Black Friday con letras chiquitas.

Una tregua con asteriscos

La Casa Blanca, en su entusiasta resumen de la conversación, vendió la pausa como el primer paso hacia “una paz duradera”. Rusia, en cambio, fue más prudente y dejó claro que esta tregua energética no significa un cese total de hostilidades, ni mucho menos una rendición de sus demandas. Moscú quiere, entre otras cosas, la suspensión total del apoyo militar occidental a Ucrania y garantías de que Kiev no aprovechará la tregua para rearmarse. Para Putin, una paz negociada solo es válida si Ucrania detiene la movilización de soldados y renuncia a recibir inteligencia extranjera.

Estados Unidos y Ucrania han manejado la situación con matices diferentes. La semana pasada, Kiev aceptó la propuesta estadounidense de una tregua de 30 días, pero el alto el fuego no se concretó porque Rusia todavía tenía exigencias adicionales. La llamada entre Trump y Putin debía ser la pieza clave para cerrar el trato. Sin embargo, Ucrania no participó en la conversación y, hasta el momento, Zelenski no ha emitido una declaración clara sobre el acuerdo. La omisión no es menor: una tregua decidida sin la presencia de uno de los actores principales difícilmente puede considerarse vinculante.

¿Negociaciones o puro teatro?

El proceso que llevó a este acuerdo ha sido una montaña rusa diplomática. Trump ha insistido en que su capacidad de negociación es la clave para acabar con la guerra, y desde hace semanas ha estado presionando para concretar un alto el fuego temporal. La visita de su enviado especial Steve Witkoff a Moscú, seguida de conversaciones con funcionarios rusos y ucranianos, allanó el camino para la propuesta de tregua. Sin embargo, Putin sigue jugando sus cartas con cautela y no ha cedido en sus exigencias clave.

Mientras tanto, Trump se ha mostrado particularmente interesado en “hablar de tierras” y “centrales eléctricas”, según declaró a los periodistas. Sus comentarios sobre “dividir ciertos activos” han generado inquietud, pues podrían estar sugiriendo una negociación que incluya la repartición territorial de Ucrania. Si bien no se han dado detalles claros, es evidente que para la administración Trump la cuestión territorial está sobre la mesa, lo que podría generar roces con sus aliados europeos y con Kiev mismo.

Las condiciones de Putin: ¿legítimas o maniobra dilatoria?

El Kremlin dejó claro que esta tregua no es un gesto altruista. Las condiciones impuestas por Putin han sido interpretadas como una estrategia para obtener concesiones sin perder demasiado. Exigir que Ucrania detenga el reclutamiento y que Occidente suspenda la ayuda militar suena más a un intento de desarmar a su oponente mientras mantiene su propia maquinaria de guerra intacta. Funcionarios ucranianos han calificado esto como una maniobra para ganar tiempo y reforzar las tropas rusas en el frente.

Incluso dentro del gobierno de EE.UU., las reacciones han sido mixtas. Mientras que Trump y su equipo ven este acuerdo como un “avance histórico”, figuras dentro de la Casa Blanca han advertido que Rusia podría estar utilizando la tregua para afianzar su control sobre territorios ocupados y consolidar su posición negociadora. El hecho de que no haya un compromiso claro de Rusia sobre la retirada de sus tropas del territorio ucraniano ocupado refuerza esta sospecha.

Relaciones privilegiadas y realineamientos estratégicos

Otro punto que no pasó desapercibido es el tono positivo con el que Trump y Putin hablaron sobre mejorar las relaciones bilaterales. La administración Trump ha insistido en que una mejor relación con Rusia traerá “grandes beneficios económicos” y “estabilidad geopolítica”. Este argumento, sin embargo, ha sido recibido con escepticismo tanto dentro de EE.UU. como entre sus aliados europeos.

La relación de Trump con Putin ha sido objeto de críticas desde hace años, y esta llamada no ha hecho más que alimentar la percepción de que el presidente estadounidense está más interesado en asegurar una victoria diplomática rápida que en abordar los problemas estructurales del conflicto. No es coincidencia que la llamada se haya producido en un contexto en el que Trump está bajo presión para demostrar resultados concretos en su política exterior.


¿Qué sigue?

A pesar de la pomposa presentación del acuerdo, queda claro que esta tregua no es el fin del conflicto ni un paso definitivo hacia la paz. La suspensión temporal de los ataques a la infraestructura energética ucraniana es un gesto, pero no resuelve el problema central: la ocupación de territorios por parte de Rusia y las condiciones de seguridad de Ucrania.

La gran incógnita ahora es si este acuerdo se mantendrá más allá de los 30 días o si será solo un paréntesis antes de una nueva escalada. Putin, que sigue presionando por más concesiones, parece estar apostando a que Occidente se canse antes que él. Trump, por su parte, busca vender la imagen de negociador imbatible, pero su postura de ceder en cuestiones territoriales podría generar tensiones con aliados clave.

Lo que está claro es que, una vez más, las negociaciones de paz en este conflicto parecen más un juego de intereses que un verdadero esfuerzo por resolver la guerra. La tregua de 30 días puede ser un respiro temporal, pero sin compromisos concretos y sin la participación efectiva de Ucrania en las decisiones clave, la paz sigue siendo una promesa lejana.

Vía Tercera Vía


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