¿Cuál es tu canción favorita? ¿Con qué frecuencia la escuchas? Probablemente, cada vez que suena, despierta algo en ti: un recuerdo, una emoción, una sensación de bienestar o incluso un impulso de ponerte en movimiento.
La música tiene ese poder casi mágico de influir en nuestro estado de ánimo, hacernos más productivos o incluso aliviar el estrés. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué sucede esto? Más allá de gustos personales, hay una explicación científica detrás de cómo ciertos géneros musicales pueden mejorar nuestra concentración, motivarnos o incluso ayudarnos a sanar emocionalmente.
¿Qué pasa en tu cerebro cuando escuchas tu canción favorita?
La música más que entretenernos, es un detonante de emociones. Un estudio realizado por la Universidad de Groningen encontró que el tipo de música que escuchamos afecta nuestra percepción del mundo.
¿Alguna vez has notado que, cuando escuchas algo triste, de repente todo parece más melancólico? O, al revés, que con un beat pegajoso hasta caminar por la calle te hace sentir en un videoclip. Eso se debe a que la música influye en la producción de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, los mismos que regulan el estado de ánimo, y están asociados con el placer y la recompensa.
De acuerdo con la neurociencia de la música, esta liberación de neurotransmisores suele ocurrir justo en el estribillo de una canción o cuando ocurre un cambio emocionante en la melodía. Por eso, muchas veces nos emocionamos escuchando música hasta el punto en que sentimos escalofríos o se nos eriza la piel.
Además, nuestro cerebro tiene la increíble habilidad de ajustarse al ritmo de la música, un proceso llamado “entrainment”, que influye en nuestra frecuencia cardíaca, respiración e incluso en la actividad cerebral. De ahí que una canción con un tempo acelerado puede llenarnos de energía, mientras que una melodía más pausada y tranquila nos ayuda a relajarnos y reducir el estrés.
En otras palabras, cada género musical tiene un efecto distinto:
- Música clásica: Reduce el estrés y mejora la concentración. Escuchar a Mozart o Debussy puede ayudarte a mantener la calma y aumentar la creatividad.
- Pop y ritmos alegres: Son como un chute de energía instantáneo. Canciones con tempo rápido y melodías optimistas pueden mejorar el humor y reducir la ansiedad.
- Rock y metal: Aunque muchos creen que generan agresividad, los estudios demuestran que ayudan a liberar emociones reprimidas y pueden funcionar como catarsis.
- Lo-fi y música ambiental: Perfectas para estudiar o trabajar. Su ritmo constante y ausencia de letra ayudan a mantener el enfoque sin distraerte.
Ayuda a aumentar la productividad y mejorar el estudio
Si alguna vez has sentido que ciertas canciones te hacen trabajar o estudiar mejor, no te equivocas. Según un estudio realizado por la Universidad de Stanford, la música puede mejorar la concentración y la eficiencia en tareas repetitivas. Aunque no todo es tan simple como poner música a todo volumen, sino que tienes que elegir la playlist correcta.
Por ejemplo, para enfocarte en la lectura o escribir algo, se recomienda elegir música instrumental o lo-fi para evitar que las letras interfieran con el procesamiento del lenguaje.
Para tareas mecánicas o de creatividad, los ritmos movidos pueden ser un gran impulso.
Por otra parte, si quieres mantener la concentración en una actividad larga lo mejor es evitar la música demasiado compleja o con cambios bruscos.
Además, se ha demostrado que la música puede ayudar en la memoria, el aprendizaje, y hasta fomenta la creatividad. Un experimento de la Universidad de Edimburgo encontró que las personas que estudiaban con música de fondo tenían mejor retención de información que aquellas en completo silencio. Así que sí, la música puede hacerte más productivo… si la eliges bien.
¿Y la salud mental?
Aquí es donde la música se convierte en una auténtica medicina. La musicoterapia es una disciplina que utiliza la música para tratar problemas de ansiedad, depresión e incluso enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Cuando escuchamos una melodía que nos transporta a un recuerdo feliz o nostálgico, se activan áreas del cerebro como el hipocampo, encargado de la memoria, y la amígdala, que procesa las emociones. Esta conexión tan intensa explica por qué la música puede afectar profundamente nuestro estado de ánimo.
Un estudio publicado en la revista Scientific Reports encontró que nuestras canciones favoritas activan la llamada “red por defecto” del cerebro, una zona vinculada a la introspección, la imaginación y los recuerdos personales. Esto sugiere que la música no solo nos acompaña, sino que también nos ayuda a conectar con nuestras emociones y experiencias de una manera única y profunda.
En un mundo donde el estrés y la incertidumbre son constantes, la música se convierte en un refugio. No es casualidad que cuando estamos tristes busquemos baladas nostálgicas o que necesitemos algo más animado cuando queremos motivarnos.
Así que sí, una canción no te va a curar una enfermedad, pero sí puede hacerte sentir mejor, ayudarte a concentrarte y ser un gran aliado en tu día a día. Al final, la música es más que sonidos: es emoción, memoria y hasta terapia. ¿Cuál será la próxima canción que cambie tu día?