Sheinbaum recibira a Kristi Noem, cabeza del operativo antiinmigrante en EEUU - LJA Aguascalientes
26/03/2025

Si algo ha quedado claro en la era Trump (segunda temporada, versión aún más intolerante), es que la política migratoria se escribe más con titulares que con tratados, y que los viajes diplomáticos rara vez son solo de cortesía. En ese tono llega a México Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, con una gira bajo el brazo y una agenda que, aunque suene a cooperación bilateral, está cargada de una intención clara: reforzar las políticas de control migratorio, con ayuda —y espacio físico— de sus socios al sur del Río Bravo.

Noem, exgobernadora de Dakota del Sur y figura ascendente del trumpismo, ha sido una de las voces más visibles en la cruzada por endurecer la frontera, literal y discursivamente. Encabeza el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), que supervisa desde la patrulla fronteriza hasta los servicios de inmigración y aduanas, y ha sido protagonista de campañas multimillonarias que presentan la migración indocumentada como un riesgo que debe ser “eliminado”, en un tono más propio de spots electorales que de una política pública centrada en derechos humanos.

Su gira por América Latina comenzó el 26 de marzo en El Salvador, con una visita al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la megacárcel insignia del presidente Nayib Bukele, donde fueron enviados más de 200 migrantes venezolanos deportados desde Estados Unidos, bajo la acusación —no necesariamente probada— de pertenecer al Tren de Aragua, una banda delictiva que ha sido utilizada como símbolo para justificar medidas migratorias de excepción. El propio Trump ha recurrido a leyes del siglo XVIII para habilitar expulsiones sumarias, en un estilo que mezcla nostalgia imperial y realpolitik.

Después de El Salvador, Noem pasó por Colombia. Allí, el presidente Gustavo Petro, quien anteriormente se había negado a recibir vuelos con personas deportadas debido a denuncias de maltrato, finalmente accedió tras presiones comerciales. Nada como unas amenazas arancelarias para lubricar la diplomacia hemisférica.

La última parada será México, donde el 28 de marzo se reunirá con la presidenta Claudia Sheinbaum y el canciller Juan Ramón de la Fuente. Según se ha informado, el tema central será la migración, con énfasis en seguridad fronteriza, control del flujo migratorio y cooperación regional. Pero, según diversas fuentes, el objetivo real podría incluir una propuesta para que México amplíe su papel como receptor de personas deportadas desde Estados Unidos, incluso si no son de nacionalidad mexicana.

En otras palabras, Washington busca consolidar un sistema de “tercer país seguro” de facto, sin necesidad de firmarlo oficialmente, y con la esperanza de que México, en nombre de la relación bilateral, acceda a recibir a quienes Estados Unidos decide expulsar de manera unilateral.

Para Sheinbaum, que ha reiterado su compromiso con una política migratoria “humanitaria y ordenada”, el encuentro representa una prueba temprana en su política exterior. Noem no representa cualquier visión: viene de un gobierno que se ha caracterizado por su narrativa antiinmigrante, por criminalizar la movilidad humana y por presionar a sus aliados para que asuman tareas que Estados Unidos prefiere tercerizar.

Los temas sobre la mesa no son menores: control fronterizo, tráfico de personas, apoyo a migrantes en tránsito y aplicación conjunta de leyes migratorias. Pero, en el fondo, lo que se discute es el modelo de región que se construye: una donde la migración se aborda desde la cooperación y el respeto a los derechos humanos, o una donde se negocia con base en amenazas comerciales y cárceles modelo.

En este contexto, la visita de Kristi Noem no solo es un acto diplomático, sino una fotografía del momento: América Latina, una vez más, llamada a alinearse con la lógica de seguridad estadounidense, mientras se redefine, sin mucha transparencia, qué significa “cooperación” en un continente cruzado por desigualdades, desplazamientos forzados y agendas electorales importadas.


Y mientras los comunicados oficiales hablen de diálogo constructivo, no está de más recordar que, en materia migratoria, el lenguaje también construye muros.


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