Si el fútbol es el rey de los deportes, el pádel es el primo que llegó de Acapulco con una pala bajo el brazo y un sueño loco: mezclar tenis, squash y una dosis de ingenio mexicano.
Hoy, este deporte está en boca de todos, desde las canchas improvisadas de la CDMX hasta los clubes de lujo en España y Argentina. Pero, ¿cómo un juego nacido en un patio de Guerrero se convirtió en un fenómeno global con más de 25 millones de jugadores?.
¿Qué es el pádel?: El ADN de un juego único
Si no has jugado pádel, te lo pinto: es un deporte de raqueta en pareja, en una cancha de 20×10 metros rodeada de paredes de cristal y malla. La pelota (parecida a la de tenis, pero menos presurizada) rebota en las paredes, lo que lo hace rápido, táctico y adictivo. Las palas, sólidas y sin cuerdas, son más cortas que una raqueta de tenis, y el saque va por abajo, diagonal, como un guiño al fair play. “Es fácil de aprender, pero difícil de dominar”, dicen los pros.
En México, su popularidad actual viene de su accesibilidad: no necesitas ser Nadal para disfrutarlo, y un partido quema 400 calorías, según ESPN. Es un deporte de amigos, de risas, de salir de la pista diciendo “una más”.
Un empresario, un frontón y un “eureka”
Todo empezó en 1969, cuando Enrique Corcuera, un empresario mexicano con más creatividad que espacio, decidió que su casa en Las Brisas, Acapulco, necesitaba un giro. Amante del frontón y el tenis, pero con un terreno de solo 20×10 metros, Corcuera no se achicó. “Si no cabe una cancha de tenis, inventemos algo nuevo”, debió pensar.
Según la Federación Mexicana de Pádel (FEMEXPADEL), puso una pared de tres metros al fondo, otra al frente, cerró los lados con mallas metálicas y dividió el espacio con una red. ¿El resultado? Una pista donde la pelota rebotaba como loca y el juego no paraba. Lo llamó “Paddle Corcuera”, y así, sin querer queriendo, nació el pádel.
“Mi papá solo quería divertirse con sus amigos”, contó su hijo Enrique Jr. en Segundo a Segundo. Y vaya que lo logró. Corcuera invitaba a su círculo a cazar patos por la mañana y a probar su invento por la tarde. Las palas eran de madera, pesadas como tablas de surf, y la pelota era de tenis, pero el juego era tan adictivo que pronto los vecinos empezaron a copiarlo. “Es como si el ajedrez y el boxeo tuvieran un hijo”, dirían hoy los padelistas. Pero en ese entonces, era solo un pasatiempo de élite en la costa guerrerense.
De Acapulco a Marbella: el salto que lo cambió todo
El pádel no se quedó en México por mucho tiempo. En 1974, Alfonso de Hohenlohe, un príncipe español amigo de Corcuera, visitó Acapulco y quedó flechado. “Esto tiene que estar en Marbella”, pensó, y al volver a España construyó las primeras canchas en su exclusivo Marbella Club, según la BBC. Ahí, entre ricos y famosos, el pádel empezó a sonar. Manolo Santana, leyenda del tenis, lo adoptó y organizó torneos que lo esparcieron por la Costa del Sol. “Es más fácil que el tenis y más dinámico que el squash”, decían los conversos.
Luego llegó el toque argentino. En 1975, Julio Menditegui, amigo de Hohenlohe, llevó el deporte a Buenos Aires. Argentina lo abrazó como si fuera tango: en los 80 ya había clubes como el San Juan Tenis Club con canchas históricas, y para los 90 era el segundo deporte más practicado del país, según PadelStar. Mientras, en México, el pádel seguía siendo un juego de casas privadas, sin la explosión que vivía al otro lado del Atlántico.
La siesta mexicana y el boom global
¿Por qué el pádel no despegó en México desde el principio?.Fácil: “Falta de cultura deportiva”, explicó Enrique Corcuera Jr. en una entrevista. En los 70 y 80, el fútbol y el boxeo eran los reyes, y el pádel quedó como hobby de los ricos. Pero el mundo no lo olvidó. En 1991, España y Argentina fundaron la Federación Internacional de Pádel (FIP) en Madrid, y en 1992 se jugó el primer Mundial, con Argentina arrasando. México mandó equipo, pero, como dijo Corcuera Jr., “éramos amateurs contra profesionales”.
El verdadero boom global llegó en los 2000. El World Padel Tour (WPT), creado en 2013, lo profesionalizó, y países como Suecia, Italia y Emiratos Árabes se subieron al tren. En 2023, la FIP reportó 35 federaciones nacionales y más de 300,000 canchas en el mundo. España lidera con 14,000 pistas y 8 millones de jugadores, pero el pádel ya no es solo de ellos: es una fiebre que quema en cinco continentes.
El regreso a casa
Y entonces, México dijo “ya basta”. Desde 2018, el pádel empezó a resurgir en su tierra natal, impulsado por visionarios como Alejandro Martínez y Marcelo Varela en Monterrey, según DIAFINTECH. Abrieron clubes como Pádel Club Esfera y trajeron entrenadores de España y Argentina para enseñar el arte de la pala. “Queríamos romper esquemas”, contaron. El resultado: un crecimiento brutal. En 2023, FEMEXPADEL estimó 1,500 canchas en el país, y para 2025, con el Premier Padel pisando fuerte, la cifra va en aumento.
La pandemia fue el detonante. “El pádel explotó porque es social y al aire libre”, dijo Omar Villavicencio, presidente de FEMEXPADEL, a ESPN. En la CDMX, Guadalajara y Nuevo León, las canchas brotan como hongos: de 700 en 2020 a miles hoy. Torneos como la Copa Enrique Corcuera en Acapulco reviven la nostalgia, y jugadores mexicanos como Pablo Landa empiezan a sonar en rankings internacionales.
Enrique Corcuera murió en 1999 sin imaginar que su juego de patio sería un monstruo global. Hoy, el pádel es más que un deporte: es un estilo de vida que une generaciones.
En México, su resurrección es un guiño al orgullo nacional, un “te lo dije” al mundo que lo adoptó primero. Así que detrás de cada rebote hay un mexicano que, con una pala de madera y un terreno chiquito, le dio al planeta una razón para sudar y sonreír.