El cielo, ese vasto espacio de libertad para la aviación, volvió a recordarnos que también es territorio de las aves. Un avión de carga de FedEx, un imponente Boeing 767, tuvo que regresar de emergencia al Aeropuerto Internacional de Newark Liberty, en Nueva Jersey, después de que un ave decidiera interrumpir su vuelo con un impacto directo en el motor derecho. Sí, un pájaro.
El incidente ocurrió el sábado por la mañana, cuando la aeronave despegaba rumbo a Indianápolis. Todo parecía un día más en la rutina del transporte aéreo hasta que la tripulación se percató de que el motor derecho no solo había colisionado con un ave, sino que, para añadir dramatismo, estaba en llamas. La decisión fue inmediata: declarar emergencia y dar media vuelta. El aeropuerto, que seguramente ya tiene experiencia en este tipo de eventos, cerró operaciones por unos minutos, lo justo para que el avión tocara tierra de forma segura.
En una grabación de LiveATC, se escucha a la tripulación reportando la situación con una serenidad digna de un piloto de manual: “Necesitamos apagar el motor por un posible impacto de ave”. Claro, nada como minimizar el hecho de que, segundos después, alguien más observó que el motor parecía haber caído. ¿Detalles, no?
Por fortuna, el aterrizaje fue exitoso y no hubo heridos, lo que permitió a FedEx enviar su comunicado de rigor, agradeciendo la rápida reacción de sus pilotos y los equipos de emergencia. El portavoz de la compañía, Austin Kemker, aprovechó la oportunidad para ensalzar la pericia de la tripulación, calificándolos como “ejemplares”. No es para menos: cualquiera que logre aterrizar un avión con un motor en llamas merece, al menos, un reconocimiento en la próxima fiesta de fin de año de la empresa.
Pero más allá del susto (o la proeza), el episodio no es un caso aislado. La Administración Federal de Aviación (FAA) se ha comprometido a investigar lo ocurrido, aunque probablemente el informe no revele ningún dato nuevo: los impactos de aves han sido un problema recurrente en la aviación. Solo en 2023, más de 19,000 incidentes de este tipo fueron reportados en 713 aeropuertos de Estados Unidos. La gran mayoría no pasan de ser un golpe inofensivo, pero de vez en cuando, como en este caso, la naturaleza decide poner a prueba a la ingeniería aeronáutica.
Y si bien el aterrizaje de emergencia del Boeing 767 de FedEx no tuvo consecuencias fatales, llega en un contexto de creciente preocupación sobre la seguridad aérea en América del Norte. En el último mes, cuatro accidentes graves han conmocionado a la industria, incluyendo el choque de un helicóptero militar con un vuelo comercial en Washington que dejó 67 muertos y la tragedia de Alaska, donde un avión de pasajeros cayó con 10 personas a bordo. Con este panorama, cualquier incidente, incluso uno protagonizado por un ave, enciende las alarmas.
A pesar de todo, lo más llamativo de la historia no es solo el aterrizaje de emergencia, sino la resiliencia del avión. Apenas hora y media después del incidente, la aeronave recibió autorización para volver a despegar rumbo a Indianápolis. Como si nada hubiera pasado. Un motor incendiado, un aterrizaje forzoso, una investigación en curso… pero nada que un poco de mantenimiento exprés y burocracia aeronáutica no puedan solucionar.
Así que, en el balance final, el marcador queda claro: las aves siguen siendo una amenaza para la aviación, pero los pilotos siguen ganando la partida. Al menos, por ahora.