Recientemente Movimiento de Regeneración Nacional convocó a sus miembros y simpatizantes a llevar a cabo un proceso de afiliación y reafiliación con la meta de lograr una base orgánica de 10 millones de militantes en todo el país. Sin embargo, el proceso actual que vive el partido gobernante requiere ir más allá de una actualización de su padrón, pues desde el punto de vista histórico y político, la actual coyuntura obliga a que defina el tipo de organización política que dará soporte y continuación a la principal propuesta de política que enarbola y que se conceptualiza como Cuarta Transformación. Morena se encuentra en una encrucijada que le plantea organizarse como un partido-movimiento democrático o quedar atrapado entre cúpulas y grupos de poder.
No es cosa menor llevar a cabo una transformación profunda en el régimen político de nuestro país. En 2018 y 2024, la mayoría del país apoyó abrumadoramente esa propuesta política, e importantes cambios ya son palpables en la realidad nacional: los programas y transferencias sociales se han multiplicado como nunca, los salarios mínimos se han elevado sustancialmente, se han construido grandes obras de infraestructura , y tanto las esperanzas como la expectativa de un futuro mejor se expresa hoy en un gobierno federal, y de la mayoría de estados de la república, con amplia mayoría, que ha tenido condiciones para plasmar en la Constitución compromisos y normas que reconfiguran algunas áreas del estado mexicano, como lo son la impartición de justicia y el Poder Judicial, los aparatos de seguridad, y los órganos autónomos constitucionales.
Quedan los retos del desarrollo económico del país en las nuevas condiciones geopolíticas regionales y el nuevo entorno global. Queda el desafío de los graves problemas de inseguridad pública y corrupción, y de la incursión del crimen organizado en la vida política nacional. Quedan también por definir las nuevas condiciones de la convivencia y la competencia democrática y, por supuesto, la correlación de fuerzas que pueda sustentar un nuevo régimen de largo aliento.
Ante la nueva situación geopolítica regional y el reordenamiento global, México requiere un régimen de gran solidez y estabilidad democrática. Aquella frase juarista que afirma que “La mejor política exterior es una buena política interior” nos muestra que el país podrá entenderse mejor con sus pares si su modelo político como estado nacional se apoya en consensos nacionales y gobiernos de gran legitimidad y certidumbre.
Hace un siglo, después de los tratados de Bucareli, se consolidó el régimen de la Revolución mexicana con rasgos muy conocidos: un partido de estado cooptando a los grupos de poder, una democracia electoral acotada, subordinación de poderes legislativo y judicial al Ejecutivo, desarrollo de una clase capitalista de empresarios ligados al grupo gobernante, empresas públicas subsidiadas con recursos fiscales, control corporativo de movimientos y organizaciones sociales y apoyo institucional de las fuerzas armadas. El milagro mexicano derivado de la colaboración con los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial trajo prosperidad y crecimiento económico. Y posteriormente el desarrollo estabilizador favoreció la movilidad social y promovió el desarrollo industrial con la economía mixta, hasta que llegó a su límite con la quiebra de las finanzas públicas en los años 80.
Luego, hace 35 años, las contradicciones del régimen y los grandes movimientos políticos de oposición ante la concentración autoritaria del poder llevaron a la quiebra del sistema de “partido de estado”. Finalmente, la adaptación de México a la globalización neoliberal incluyó cambios políticos como la acotación al poder presidencial, el contrapeso de oposiciones dentro del gobierno, la autonomía del poder judicial, y un mayor peso de los capitales privados nacionales y extranjeros en el desarrollo económico.
En el siglo XXI, ¿cuál será el nuevo modelo que requiere el Estado Mexicano para los tiempos por venir? El gran acierto de Andrés Manuel López Obrador fue entender que el país necesitaba mucho más que aquel Pacto por México, que ofrecían las fuerzas políticas oficiales en aquél 2012. Pues no consideraba los profundos agravios y carencias de la mayoría de los mexicanos, y veía la pobreza y la corrupción desde la óptica de burocracias y los grupos de poder. Las “reformas estructurales” no eran suficientes para reivindicar el hambre y sed de justicia.
Por eso el surgimiento del Movimiento de Regeneración Nacional fue acertado y oportuno, como la realidad ha demostrado.
Hoy, a poco más de 6 años de que MORENA ha tomado las riendas del gobierno con gran apoyo popular, surge la necesidad de establecer, en el marco nacional y ante el entorno mundial, como será el nuevo modelo político del estado mexicano, para que tenga estabilidad, largo aliento y convivencia democrática.
El carácter que asuma Morena como organización política será determinante, pues es la fuerza política que ha impulsado el proceso de la “Cuarta Transformación”. El líder fundador se ha declarado en retiro y la organización política aún funciona en gran medida como un movimiento frente amplio. Y de manera natural surgen y actúan en su interior grupos de interés, algunos derivados de liderazgos desarrollados en Morena o sus movimientos precursores y otros como resultado de trasvases y cooptación de los grupos tradicionales de poder en el país y en las distintas regiones.
Pareciera que conforme Morena se consolida en los gobiernos del país, los grupos de poder también consolidan su influencia política en el régimen. Eso se puede explicar en parte porque la organización partidista tiene un sensible retraso. Y en la medida que no se constituyan órganos donde los militantes de base y sus representantes graviten en la toma de decisiones, serán cúpulas y grupos de poder quienes determinen las decisiones estratégicas.
Un partido u organización política sin órganos de cercana y fuerte representación de la militancia, sin controles y contrapesos democráticos, puede caer aceleradamente en la supeditación vertical a las decisiones de cúpulas y grupos de poder, como antes se ha visto en otras experiencias de propósitos progresistas. Morena aún está a tiempo.