Estados Unidos está enfrentando una ola antivacunas. Estados como Texas y Nuevo México están viviendo las consecuencias de un brote de sarampión, causando hasta ahora sus primeras muertes por causa de sarampión después de más de una década, incluyendo la de una infancia. La razón es bastante simple: la abundancia de la desinformación sobre el esquema de vacunación está provocando desconfianza por parte de los ciudadanos, por lo que muchos eligen no vacunarse, así como no vacunar a sus hijos. Pero, ¿cómo se llegó a un punto en el que una enfermedad prevenible tenga un rebrote y, en el peor de los casos, sea la causa de muerte de los ciudadanos?
Hasta el momento, se han registrado alrededor de 90 casos de sarampión en Texas, el segundo estado más poblado del país, pero continúa extendiéndose en Estados Unidos, con más de 200 casos registrados en otros 8 estados como Nuevo México, Alaska, California, Georgia, Kentucky, Nueva Jersey, Nueva York y Rhode Island. Lo que destaca sobre estos casos es que la mayoría de los contagios se está dando en personas no vacunadas, además de que sucede en un contexto en el que el movimiento antivacunas está teniendo un resurgimiento, y a su vez, una larga aceptación por parte de los estadounidenses y su gobierno.
Vamos por partes.
¿Qué es el movimiento antivacunas y por qué está resurgiendo en Estados Unidos?
A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define a las vacunas como el mayor avance contra las enfermedades en la historia de la humanidad, hay personas que cuestionan su efectividad, pero más que eso, rechazan la idea de que un esquema de vacunación deba ser obligatorio.
Históricamente, la desconfianza y el rechazo hacia las vacunas se originó desde la primera vacuna en 1796, que tenía como función combatir la viruela. El argumento que más peso tenía, y que aún persiste, viene desde una moralidad religiosa, en donde no se reconoce la vacunación como un proceso natural y que además “interfiere en la voluntad de Dios”. Sin embargo, el discurso de los antivacunas ha escalado a un tipo mi cuerpo, mi decisión, en donde reclaman el derecho a la libertad de controlar su cuerpo y el de sus hijxs ante una obligatoriedad por parte del Estado. A esto, añádele la desconfianza a la medicina, la creencia de que debilita el sistema inmunológico, el miedo generado por teorías conspirativas y la abundancia de desinformación en internet basada en 0 fundamentos reales.
Esta ideología ha resistido entre ciudadanos alrededor del mundo, pues lo que está sucediendo en Estados Unidos no es un caso aislado. En 2019, la OMS declaró el movimiento antivacunas como una de las mayores amenazas para la salud mundial. ¿Y esto por qué? Pues ese mismo año Europa se vio afectada por un aumento de casos de sarampión. “Es inexcusable que, en un mundo tan desarrollado como el nuestro, siga habiendo niños que mueren por enfermedades que deberían haber quedado erradicadas hace mucho tiempo. Y lo que es aún más grave: tenemos la solución en nuestras manos, pero no la aprovechamos plenamente. La vacunación ya evita actualmente entre dos y tres millones de muertes al año y podría evitar otro millón y medio si se aumentara su cobertura mundial.” Mencionó el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker al momento de la crisis.
La decisión de no vacunarse no solo pone en riesgo la salud del individuo, sino también la salud de toda la comunidad que lo rodea, ya que debilita la inmunidad colectiva. Cuantas más personas estén vacunadas contra una enfermedad, menor será su capacidad de propagación.
Ahora, situado en Estados Unidos, las tasas de vacunación han disminuido en el último año y los principales afectados de esta decisión son los infantes. Antes de la pandemia de COVID-19, la tasa de vacunación era de 95%, que es el nivel de cobertura que hace que sea poco probable que una sola infección provoque un brote. Mientras que en el último año esta tasa disminuyó a 92.7%, y continúa en descenso. Aunque los cambios puedan parecer no tan notorios, este porcentaje se traduce en hasta 80 mil niñxs no vacunados, según funcionarios de salud.
La falta de vacunación podría no ser el único problema
Es verdad que a inicios de la pandemia el acceso a la atención médica se convirtió en una problemática más, en donde muchas personas se quedaron sin acceso a medicinas, vacunación y atención médica. Es también durante esta época, que se hizo visible una aceleración en la propagación de desinformación sobre las vacunas. La Dra. Oxiris Barbot, presidenta y CEO del United Hospital Fund hizo énfasis en contar con líderes que dirijan la importancia de la vacunación, así como la facilitación de espacios para que la población pueda hacerlo. “No puedo exagerar en la importancia de eso” recalcó. Tan solo con la llegada a la presidencia de Donald Trump, el actual secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., ha priorizado “tratamientos alternativos”, incluso recomendando en televisión pública el aceite de hígado de bacalao y la vitamina A como remedio contra el sarampión, desviando por completo la atención del problema que está atravesando Estados Unidos debido a la baja tasa de vacunación.
El programa de vacunación infantil lo deciden los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos con el aporte de asesores externos en materia de vacunas. La Academia Estadounidense de Pediatría, la Academia Estadounidense de Médicos de Familia y el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos también aprueban el programa. Según los expertos, las vacunas incluidas en el programa se someten a estudios para garantizar que sean seguras de usar junto con otras vacunas del programa, y los datos de seguridad se evalúan continuamente. Además, se consideran aspectos como cuál es el mejor momento para que las infancias sean vacunadas, cuándo podrán desarrollar mejor inmunidad contra enfermedades específicas y cuándo podrían volverse más susceptibles a las enfermedades.
Con esta misma atención y cuidado, los profesionales afirman que con dos dosis de la vacuna contra el sarampión, es 97% efectivo para prevenir la enfermedad. También afirman que la inmunidad de la inyección es duradera. ¿Entonces por qué está resurgiendo esta enfermedad?
Pues la falta de vacunación no es el único problema. El 25% de los condados de Texas carecen de hospitales, así como de financiación y de recursos materiales en tema de salud pública, no cuentan con suficientes pediatras en el estado y no cuentan con salas de aislamiento adecuadas. Todo esto le añade un nivel de complejidad al caso y el virus sigue propagándose sin control alguno.
Las consecuencias llegan en colectivo
La situación de Estados Unidos ha provocado alerta en la frontera, pues se han detectado casos de sarampión en Chihuahua y Oaxaca, estados de México. Hasta la fecha, la Secretaría de Salud de México no ha emitido una alerta epidemiológica, pero sí ha lanzado un ”Aviso Preventivo de Viaje” para Texas. Además, se han reforzado campañas de vacunación en Tamaulipas, Coahuila y Chihuahua, y se han instalado filtros sanitarios para todas las personas que crucen por esas rutas.
Para construir un sistema de salud eficaz, es fundamental fomentar la investigación, la reflexión y la toma de decisiones informadas. Porque aunque la vacunación es, en la mayoría de los casos, una elección personal, sus efectos trascienden de lo individual a lo colectivo.