En la conferencia mañanera de aquellos primeros meses de la pandemia de hace 5 años, esa en la que el hablantín se desfogaba dando rienda suelta a su incontinencia verbal, apareció una nueva sección, que informaba del avance de la enfermedad, las medidas a tomar, lo que debíamos y/o no hacer, las cifras cotidianas de contagios y muertos, la adaptación de hospitales que durante esos meses se dedicaron de manera exclusiva a atender a estos enfermos, etc.
Me acuerdo que frecuentemente se hablaba de “llegar a un pico”, a un máximo de contagios, cosa que ocurriría… en mayo, para luego comenzar con el descenso. En la bruma de mis pobres luces me preguntaba: ¿y cómo saben eso?, ¿cuál es el pico? Porque para llegar a esa cúspide había que conocer el proceso completo, donde empezaba y dónde terminaba, y esto último era justamente lo que se ignoraba. En fin, que cada cabeza es una confusión.
¿Y las vacunas? No existían, y entre tanto no había de otra que el aislamiento, el cubrebocas, los remedios contra la gripe que no remediaban nada, o que sólo mitigaban un poco los efectos, hasta que aparecieron las primeras versiones del bioquímico inmunizador, y los dimes y diretes en torno a ellas, que si está servía, que si aquella no; que si la china era comunista y la estadounidense capitalista, y la rusa chafa… ¡Cuánta política para estas gotitas de salud!
En fin, el hecho es que poco a poco comenzó la distribución de los fármacos, y aquí la Universidad Autónoma de Aguascalientes se empleó a fondo para honrar su compromiso de servicio social, juntamente con las instituciones de salud y el ejército. Se lumen proferre, y en verdad que en esos meses la institución irradió salud, generosidad, seguridad, organización.
Los días de vacuna mostraron escenas como esta. La gente en paciente espera, o quizá no tanto. Acudió tanta, que frecuentemente la fila les dio vuelta a los límites de Ciudad Universitaria. Para recibir de la mejor manera posible a las personas se instalaron sillas, sombras, se repartieron botellas de agua para mitigar los efectos de Nuestro Señor El Sol. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).