Donald Trump anuncia aranceles globales recíprocos desde abril: ¿cómo impactarán a México y el comercio internacional? - LJA Aguascalientes
24/03/2025

Si el 4 de julio conmemora la independencia de Estados Unidos, el 2 de abril podría, según Donald Trump, marcar su “liberación” económica. Porque nada dice “justicia comercial” como imponer aranceles globales para equilibrar décadas de supuesta traición internacional. Así lo ha decretado el presidente estadounidense —de nuevo al mando desde enero—, en una cruzada que combina nostalgia industrial, ajustes de cuentas comerciales y un fervor patriótico tan inflamado como su retórica.

Trump ha dejado claro que a partir del 2 de abril entrará en vigor su nuevo arsenal: los aranceles recíprocos. En teoría, estos impuestos “ojo por ojo” replicarán los gravámenes que otros países aplican a productos estadounidenses. En la práctica, funcionarán como una granada económica de fragmentación: impactarán a aliados, socios comerciales, rivales y a cualquiera que haya osado aplicar aranceles, subsidiar industrias o simplemente no haberse doblegado a la lógica “America First”.

El presidente, en su estilo habitual —con mayúsculas emocionales incluidas— ha insistido en que “nos han estafado todos los países del mundo, amigos y enemigos”. Su solución es tan sencilla como eficaz (según él): imponer lo mismo que le imponen a Estados Unidos. Y aunque repite que habrá “flexibilidad”, esa palabra parece tener el mismo nivel de aplicación que los acuerdos climáticos en su primer mandato: simbólico.

¿Quiénes están en la mira? Canadá, México y China lideran el cartel de los usual suspects. Trump acusa a estos países no solo de prácticas comerciales injustas, sino también de permitir el tráfico de fentanilo —una crisis real que él traduce en política arancelaria— y de no detener lo suficiente a los migrantes. Así que, para el mandatario, si no puedes construir un muro, impón un arancel. O ambos.

La industria automotriz es uno de los ejes narrativos favoritos de esta nueva cruzada. Trump celebra que “al menos 4 billones de dólares están llegando de las compañías automotrices” y que muchas de ellas están trasladando su producción a EE.UU. porque él “no quiere vehículos de Canadá ni de México”. Un enfoque que recuerda más a un coleccionista de juguetes nacionales que a un economista global.

¿Y México? Aunque desde Palacio Nacional se insiste en que el país no aplica aranceles a EE.UU. y, por tanto, no debería verse afectado, Trump ya ha mostrado que la lógica jurídica no siempre es la que guía sus decretos. La aplicación de aranceles fue pospuesta previamente tras negociaciones, pero no descartada. De hecho, el “perdón temporal” parece más un arma colgada en la pared que un gesto de buena voluntad.

Por su parte, la Casa Blanca, a través de su vocera Karoline Leavitt, confirmó que “el presidente ha sido particularmente claro sobre sus intenciones para el 2 de abril”. Lo que en Trumplandia se traduce como “no pregunten más, ya lo dijo cinco veces y lo tuiteó diez”. Además, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, mencionó que podrían suspenderse los aranceles si los países dejan de hacer “cosas injustas” como manipular divisas o subsidiar industrias. Es decir, si aceptan los términos de Trump, claro.

La narrativa se completa con la habitual autoconstrucción heroica del presidente: según él, su antecesor, Joe Biden, fue incapaz de revertir las desventajas comerciales. En cambio, Trump ha devuelto el alma a las fábricas estadounidenses, ha rescatado al país de la “estafa global” y, por si fuera poco, ha adjudicado un nuevo avión de combate (el F-47) a Boeing. Porque nada dice “equilibrio económico” como una dosis de gasto militar.

La pregunta inevitable es: ¿es esto realmente una estrategia económica o solo una versión arancelaria del “Make America Great Again”? Lo cierto es que, entre cifras infladas, metáforas beligerantes y una política que castiga incluso a los socios estratégicos, el 2 de abril promete ser un parteaguas… o al menos, otro de esos días donde el mundo contuvo el aliento ante un decreto firmado con entusiasmo y poca fineza diplomática.


Quizá el 2 de abril no cambie el comercio global, pero de que generará titulares, tensiones y más de un meme sobre “la liberación” americana, no cabe duda.

Vía Tercera Vía


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