Si el bourbon pudiera hablar, probablemente pediría una tregua. Lo que hasta hace poco era un emblema dorado de la cultura estadounidense—exportado con orgullo y disfrutado en sofisticados bares europeos—se ha convertido en una víctima más de la política de los aranceles. Una vez más, la industria del whiskey estadounidense enfrenta un golpe directo, cortesía de la batalla comercial que Donald Trump ha decidido reavivar, con impuestos de represalia que podrían convertir cada botella en un artículo de lujo inalcanzable en mercados clave.
El panorama es claro: la Unión Europea se prepara para imponer, a partir del 31 de marzo, un arancel del 50% a las exportaciones de whiskey estadounidense. ¿El motivo? Una vieja disputa sobre acero y aluminio que nada tiene que ver con el bourbon, pero que lo ha atrapado en el fuego cruzado. Lo irónico es que este déjà vu comercial ya sucedió antes, cuando en 2018 la UE aplicó un impuesto del 25% a los destilados estadounidenses en respuesta a los aranceles impuestos por Trump a las importaciones de acero y aluminio. ¿El resultado? Una caída del 20% en las exportaciones de whiskey a Europa y pérdidas millonarias para los destiladores.
Pero como en cualquier buena película de Hollywood, el héroe logra un respiro. En 2021, la UE decidió suspender temporalmente el arancel, permitiendo que las exportaciones de whiskey estadounidense se recuperaran con un aumento del 60%. Sin embargo, con la tregua a punto de expirar, la industria está nuevamente al borde del colapso.
Cuando los aranceles golpean, el whiskey tambalea
Los pequeños destiladores están en crisis, y los grandes nombres de la industria tampoco están a salvo. Empresas icónicas como Brown-Forman (fabricante de Jack Daniel’s y Woodford Reserve) dependen en gran medida del mercado internacional, del cual Europa representa la mayor parte de sus exportaciones. Si el arancel del 50% se materializa, los precios en el extranjero se dispararán, afectando la competitividad del bourbon estadounidense frente a opciones locales y dejando a los destiladores en una situación complicada: ¿reducir producción, despedir empleados o simplemente abandonar el mercado europeo?
“Nos esforzamos mucho para establecer nuestra presencia en la UE”, lamenta Brent Goodin, propietario de Boundary Oak Distillery, una destilería artesanal de Kentucky. “Si nos aplican un 50% de arancel, eso acabaría con el mercado. Prácticamente lo mataría”.
Y Goodin no está solo en su preocupación. Empresas como Brough Brothers, la primera destilería afroamericana en Kentucky, ya han sentido el impacto de los aranceles en el pasado. En 2018, la empresa tuvo que retirarse del Reino Unido, un mercado clave, porque los impuestos hicieron inviable la exportación. Ahora, con el regreso de los aranceles, los sueños de expansión internacional para muchas pequeñas destilerías están en riesgo.
Kentucky: Entre el amor por Trump y el miedo por el bourbon
La ironía del asunto es que Kentucky, hogar del 95% de la producción mundial de bourbon, es un bastión trumpista. En las últimas elecciones, el estado votó abrumadoramente por el regreso del expresidente, a pesar de que sus políticas comerciales han puesto en jaque a una de sus industrias más queridas.
El gobernador demócrata de Kentucky, Andy Beshear, ha advertido que los aranceles perjudicarán no solo a los destiladores, sino a toda la economía estatal, afectando a agricultores, fabricantes de barriles, distribuidores y exportadores. Mientras tanto, el senador republicano Mitch McConnell, aunque fiel a su partido, ha manifestado su escepticismo sobre la efectividad de los aranceles, recordando que, al final del día, quienes pagan el precio son los consumidores.
Pero algunos seguidores de Trump en Kentucky ven los aranceles como una herramienta de negociación válida. “Creo que es momento de que nuestra nación se defienda. Y es lo que estamos haciendo”, dice Gary Chilton, residente de Lawrenceburg. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿qué pasa si la defensa termina destruyendo una de las industrias más rentables del estado?
De las bodegas al limbo: Un futuro incierto para el whiskey estadounidense
Mientras la batalla comercial se intensifica, las destilerías se ven obligadas a adoptar una estrategia de espera y ver. Algunos, como Jeff Quint, fundador de Cedar Ridge Distillery en Iowa, han decidido suspender por completo sus planes de exportación hasta que haya una solución clara. “Expandirse a la UE simplemente ya no es una opción”, afirma Quint.
La industria también está lidiando con otros desafíos internos: el consumo de whiskey en Estados Unidos ha disminuido en un 1,8% durante 2024, en parte debido a la inflación y a un cambio en las tendencias de consumo entre los adultos jóvenes, quienes están optando por bebidas más ligeras o simplemente reduciendo su consumo de alcohol.
Además, la amenaza de represalias comerciales no se limita a la UE. México y Canadá, dos de los principales mercados de exportación de whiskey estadounidense, han estado considerando medidas similares en respuesta a los nuevos aranceles impuestos por Trump a sus productos. Canadá ya había planeado retirar las marcas de licores estadounidenses de las tiendas gubernamentales, aunque por ahora ha pospuesto la decisión.
Un trago amargo para el bourbon
El bourbon siempre ha sido un símbolo del ingenio estadounidense, pero en este momento, más que una bebida premium, se ha convertido en moneda de cambio en una guerra comercial. La industria del whiskey enfrenta un doble desafío: aranceles que amenazan su presencia en el extranjero y un mercado interno en declive.
Por ahora, todo depende de si la administración de Trump logra negociar una extensión de la suspensión arancelaria antes del 31 de marzo o, mejor aún, una eliminación definitiva de estos impuestos. Pero con el historial de idas y venidas en la política comercial estadounidense, los destiladores no están conteniendo la respiración.
Quizá sea momento de que los productores de bourbon se sirvan un buen trago… antes de que los aranceles conviertan cada gota en un lujo inalcanzable.