- Antonio Castellanos lleva más de 20 años reparando calzado y destaca la importancia de su oficio ante el alto costo de los zapatos nuevos
- La calidad del calzado ha disminuido con el tiempo, con materiales más sintéticos y menos duraderos
- A pesar de enfrentar problemas de salud, Antonio sigue comprometido con su labor y recomienda la reparación como una alternativa viable y sustentable
Durante más de dos décadas, Antonio Castellanos ha dedicado su vida a la reparación de calzado, un oficio que encontró casi por casualidad, pero que con el tiempo se convirtió en su vocación. Desde su taller, la Reparadora de Calzado El Cerrito, ubicada en el local 50 del mercado del Cerrito de la Cruz, Antonio ha sido testigo de cómo han cambiado los materiales, las tendencias y los hábitos de consumo, pero también de cómo la necesidad de conservar el calzado sigue vigente, especialmente en tiempos en los que comprar un nuevo par se ha vuelto costoso.
“Este es un negocio en el que siempre hay variedad de trabajo. Se arreglan mochilas, bolsas, se cambian suelas, se hacen costuras, hay muchas cosas por hacer”, comenta Antonio, quien comenzó en este oficio después de que un familiar le propusiera ayudar en su taller cuando él se quedó sin empleo: “Me pareció buen negocio y, como en cualquier trabajo, si te dedicas bien a él, puedes vivir de esto”.
Uno de los aspectos que más valora de su trabajo es la independencia que le brinda: “No dependo de un patrón ni de un horario fijo, aunque sí es importante establecer un horario para que los clientes sepan cuándo pueden traer sus cosas. Pero al final, lo manejo a mi manera”. Entre los servicios más solicitados en su taller están el cambio de suelas y tapas, además de la reparación de cierres y costuras en zapatos y tenis.
Antonio ha sido testigo del cambio en la calidad del calzado a lo largo de los años: “Antes todos los zapatos venían cosidos y eran de piel, incluso los tenis. Ahora la mayoría son sintéticos y vienen solo pegados, lo que hace que duren menos y se despeguen más rápido”, explica. En su experiencia, muchas marcas han reducido la calidad de sus materiales, especialmente las de catálogo, aunque algunas han comenzado a mejorar en los últimos años.
Sin embargo, la reparación de calzado continúa siendo una opción viable para quienes buscan ahorrar dinero y prolongar la vida útil de sus zapatos: “Si unos tenis te costaron $1,100 o $1,500 y la reparación te sale en $150, vale la pena arreglarlos, siempre y cuando todavía estén en buen estado”.
A pesar de que actualmente enfrenta problemas de salud y no trabaja al 100%, Antonio mantiene su compromiso con sus clientes y con su oficio: “No les voy a decir que me traigan más trabajo porque sí tengo, pero sí les recomiendo que, si sus zapatos todavía pueden salvarse, los reparen”.
Desde su taller en el mercado del Cerrito de la Cruz, Antonio Castellanos demuestra que la reparación de calzado no es solo un oficio, sino una alternativa sustentable y económica en un mundo donde la calidad del calzado ha cambiado, pero la necesidad de conservarlo sigue más vigente que nunca.