Si algo le gusta a Netflix, además de cancelar series con fanbases leales, es encontrar territorios fértiles para sus inversiones. Y qué mejor que México, un país donde la creatividad fluye tanto como los incentivos fiscales y donde, de paso, puede garantizar que su contenido en español siga dominando el algoritmo. Con bombo, platillo y hasta un rebozo de utilería para la presidenta Claudia Sheinbaum, el CEO de Netflix, Ted Sarandos, anunció en la ‘mañanera’ una inversión de 1,000 millones de dólares para producir series y películas en México durante los próximos cuatro años.
El plan es ambicioso: 20 producciones anuales rodadas en suelo mexicano, con un impacto que, según los cálculos optimistas de la plataforma, impulsará la economía local en sectores tan diversos como la hotelería, la manufactura de vestuario y el transporte. Como prueba de este éxito, Sarandos exhibió el caso de Pedro Páramo, cuya producción dejó en México 375 millones de pesos, una cifra que, aunque suene alta, equivale al presupuesto de media temporada de Stranger Things. Pero bueno, algo es algo.
México: ¿El nuevo Hollywood o solo el set barato de siempre?
Netflix no solo apuesta por producciones locales, sino que también quiere traer rodajes globales al país, aprovechando su infraestructura y, sobre todo, sus precios competitivos. La Ciudad de México ya ha captado inversiones millonarias en el sector audiovisual, aunque esto ha venido con un problemita menor: la saturación de locaciones y los retrasos en rodajes, lo que podría traducirse en sobrecostos para las compañías. Pero, tranquilos, que en su infinita sabiduría, las productoras han encontrado la solución: irse a Jalisco, Monterrey y Guadalajara… hasta que también se llenen.
Para cimentar su relación con la industria local, Netflix anunció su colaboración con los Estudios Churubusco, un bastión del cine mexicano que, con suerte, mantendrá su esencia y no se convertirá en la versión latina de los estudios genéricos de Atlanta. También prometió programas de formación para el talento nacional, aunque no está del todo claro si estos cursos serán una rampa de acceso real a la industria o simples talleres para rellenar comunicados de prensa.
Narcos, inflables asesinos y libertad creativa
La gran incógnita, por supuesto, es qué tipo de contenido financiará Netflix con estos 1,000 millones. La presidenta Sheinbaum, conocida por su poco entusiasmo hacia las narcoseries, aprovechó para recordar que no le gusta la idealización del crimen organizado en los medios. “No solo es apología de la violencia contra las mujeres, sino en general a la violencia y a exaltar formas de vida vinculadas con la delincuencia”, declaró en una conferencia pasada.
Pero Netflix, con su inquebrantable compromiso con la “libertad creativa”, no se comprometió a erradicar estos contenidos, solo a diversificar sus apuestas. Lo que significa que, sí, probablemente habrá más series sobre el narco (porque el algoritmo manda), pero también películas de directores prestigiados que compitan en festivales y, esperemos, algo más innovador que la fallida El Accidente, la historia de inflables asesinos que, sin querer, dejó claro que no todo lo mexicano en Netflix es garantía de calidad.
¿Inversión real o solo un gran anuncio?
Más allá de las cifras y promesas, queda la duda: ¿Este dinero realmente fortalecerá la industria cinematográfica mexicana o simplemente convertirá al país en la maquila audiovisual de las plataformas de streaming? Hasta ahora, las producciones locales han sido un éxito moderado en Netflix, con títulos como La Casa de las Flores generando conversación, pero sin alcanzar el impacto global de los productos de sus directores estrella como Cuarón, Iñárritu o Del Toro.
En los próximos años, México verá desfilar cámaras, sets y más promesas de crecimiento económico. La pregunta es: ¿veremos más Romas o más Culiacanazos: Herederos del Narco? Al final, el único que tiene la respuesta es el infalible algoritmo de Netflix, ese que decide si seguimos viendo historias originales o si mejor nos ofrece otro refrito de siempre, pero con acento mexicano.