La historia de Ismael “El Mayo” Zambada tiene todos los ingredientes que harían salivar a cualquier productor de narcoseries: crimen organizado, una detención digna de película (aunque sin balazos), la eterna tensión entre México y Estados Unidos, y una buena dosis de soberanía nacional convenientemente esgrimida según el guión.
Desde su captura el 25 de julio de 2024 en Nuevo México, su caso se ha convertido en un tira y afloja entre ambos gobiernos. La Fiscalía General de la República (FGR) insiste en que ha solicitado su extradición hasta en cuatro ocasiones, pero la administración estadounidense parece haber puesto la solicitud en la bandeja de pendientes. Según el fiscal Alejandro Gertz Manero, el procedimiento “se cumplió con amplitud”, pero la respuesta de Washington brilla por su ausencia. Tal parece que el destino de Zambada está más supeditado a la agenda geopolítica que a la justicia per se.
Un “secuestro” sin pruebas, pero con muchas dudas
El argumento estrella de la defensa de Zambada ha sido que fue “secuestrado” en México y trasladado ilegalmente a EE.UU., un alegato que no solo ha puesto nerviosos a ciertos actores políticos, sino que también ha encajado perfectamente con la narrativa del gobierno mexicano sobre la sacrosanta soberanía. En una carta enviada al consulado mexicano en Nueva York, Zambada advertía que su caso podría colapsar la relación bilateral y que, si no es repatriado, otros mexicanos, incluso funcionarios, podrían sufrir el mismo destino. Un mensaje sutil, sin duda.
A pesar del dramatismo de su denuncia, la FGR ha dejado claro que no existen pruebas de que agentes estadounidenses hayan operado en México durante su captura. El fiscal Gertz Manero, con una precisión quirúrgica, explicó que los datos de prueba “absolutamente clarificados” muestran que Zambada fue “objeto de una operación” en un aeródromo de Culiacán, pero sin pruebas de intervención foránea. En otras palabras, fue un viaje inesperado pero sin testigos incómodos.
¿Repatriación o simple estrategia de supervivencia?
El Mayo no quiere morir en Estados Unidos. Y con razón. Enfrenta cargos que podrían llevarlo a la pena capital, una opción que aún está sobre la mesa en los tribunales norteamericanos. Su abogado ha dejado claro que está dispuesto a declararse culpable si eso significa evitar la pena de muerte. Es más, las especulaciones sobre su posible conversión en testigo protegido han alimentado el morbo: ¿se sumará Zambada a la lista de narcotraficantes que, de enemigos del gobierno estadounidense, se convierten en colaboradores estrella?
Por otro lado, su regreso a México tampoco sería un paseo por el parque. Aunque aquí lo esperan con tres órdenes de aprehensión vigentes, la historia sugiere que los procesos judiciales para ciertos personajes pueden ser largos, flexibles y, en algunos casos, estratégicamente dilatados. La FGR ha dejado claro que si regresa, enfrentará la justicia mexicana y después podría ser enviado de vuelta a EE.UU., como en un trámite burocrático más.
Entre Sheinbaum, Trump y el tablero geopolítico
El caso de El Mayo también ha sido una moneda de cambio en la tensa relación entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump. La presidenta mexicana ha utilizado la carta de la soberanía para defender su posición en la lucha contra los cárteles, mientras que Trump sigue presionando con la amenaza de aranceles y medidas más agresivas contra el crimen organizado. La reciente designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas solo ha avivado el fuego.
Zambada, en medio de este embrollo, parece haber encontrado en su carta una oportunidad para influir en la agenda bilateral. Al señalar que su caso sienta un “precedente peligroso” sobre la violación de la soberanía, no solo se posiciona como víctima de una injusticia internacional, sino que también deja caer un mensaje inquietante: si lo dejan solo, quizá tenga cosas que contar.
El desenlace: ¿Extradición, negociación o sacrificio?
La pregunta del millón sigue sin respuesta: ¿será repatriado Zambada a México, logrará negociar un acuerdo en EE.UU. o se convertirá en el trofeo de caza que Trump necesita para reforzar su discurso contra el narcotráfico? Mientras la FGR y el Departamento de Estado de EE.UU. se pasan la pelota, El Mayo juega sus cartas con la frialdad de quien ha sobrevivido décadas en el negocio más peligroso del mundo.
En esta historia, la justicia parece ser solo un actor secundario.