Hasta hace unas décadas, el sueño mexicano de “salir adelante” estaba vinculado directamente con un título universitario colgado en la sala de casa, cuántas veces escuchamos decir a nuestros padres y abuelos: “estudia para que te vaya mejor” o “un título te asegura una buena vida”. Pero en el mundo actual, donde las startups tecnológicas y los influencers de redes sociales rompen paradigmas laborales, los jóvenes de la Generación Z se preguntan si vale la pena endeudarse durante años por un papel que, según ellos, ya no garantiza ni estabilidad ni éxito.
Diversos estudios han explorado las percepciones de la Generación Z respecto a la educación superior y su relación con una vida exitosa, algunos de ellos concluyen que para los miembros de esta generación es importante priorizar la experiencia por encima de la estabilidad, buscan impactar en el mundo, son sensibles a la crítica y tienden a realizar el esfuerzo mínimo para cumplir con lo solicitado, rasgos que se manifiestan incluso desde su etapa de estudiantes, lo cual influye directamente en su valoración de la educación formal, haciéndolos cuestionar si esta es realmente necesaria para lograr sus objetivos, especialmente en un mundo en el que, para aprender algo, basta con googlear un tema para acceder a la formación práctica. Un estudio de Pew Research Center de 2022 destaca que el 46% de los jóvenes de entre 18 y 25 años consideran innecesario un título universitario para tener éxito, una opinión respaldada por el auge de carreras no tradicionales en tecnología, diseño y creación de contenido digital.
Sumado a esto, las cifras pintan un panorama complicado para quienes eligen el camino de la educación tradicional en México. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2023, sólo el 25% de los egresados universitarios trabajan en algo relacionado con su carrera. Aún más alarmante, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) revela que el salario promedio de un egresado universitario es de 11 mil pesos mensuales, muy por debajo del salario promedio para tener una vida digna en México, el cual está alrededor de los 16 mil pesos. Esto, claro, si consiguen empleo formal, porque la tasa de desempleo juvenil sigue siendo una de las más altas en el país.
La “trampa” del pragmatismo
Por otro lado, expertos advierten que no contar con un título universitario podría limitar gravemente las oportunidades laborales a largo plazo. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) establece que en países como México, las personas con educación superior tienen 2.5 veces más probabilidades de acceder a empleos bien remunerados que quienes solo concluyeron la preparatoria.
“No se trata solo de aprender contenidos específicos, sino de desarrollar habilidades como el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas complejos, algo que las empresas buscan constantemente”, comenta Alejandra Mendoza, especialista en desarrollo laboral del Tecnológico de Monterrey.
El discurso de figuras públicas también ha polarizado la conversación. En 2021, Elon Musk declaró que “un título universitario no es necesario para trabajar en Tesla”, siempre y cuando se tenga experiencia y talento comprobables. Por su parte, empresas como Google y Apple han eliminado en muchos casos el requisito de contar con una licenciatura, priorizando habilidades específicas sobre credenciales académicas. Sin embargo, en México, el panorama no es tan flexible. Muchos reclutadores aún valoran el título como un “filtro” inicial, una herramienta para reducir el volumen de candidatos en procesos de selección.
¿Un título o un TikTok viral?
Y es que la generación Z, también conocida como la primera que no recuerda un mundo sin internet, está redefiniendo lo que significa “tener éxito”. Para muchos jóvenes, la idea de pasar cuatro o cinco años (o más) en una universidad para obtener un título suena tan anticuada como usar jeans ajustados. Según el informe “Education in the Digital Age” (2022), realizado por la consultora Deloitte, más del 60% de los jóvenes de esta generación en América Latina considera que el éxito profesional no está necesariamente ligado a un título universitario. En México, este pensamiento se refleja en la creciente tendencia de optar por cursos cortos, emprendimientos digitales y oficios especializados como alternativas para generar ingresos.
Los también llamados Centennials argumentan que las plataformas de aprendizaje en línea, como Coursera, Udemy o Khan Academy, ofrecen alternativas accesibles y específicas para el desarrollo profesional. Pero, ¿es realmente suficiente? Aunque estas herramientas son valiosas, no reemplazan el peso de una red de contactos, las credenciales oficiales y la formación integral que ofrece una universidad, de acuerdo con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Un ejemplo contundente es el sector salud. Difícilmente alguien confiaría en un “médico autodidacta” para una cirugía, lo que subraya la importancia de la educación formal en profesiones altamente especializadas, lo que nos lleva a preguntarnos entonces ¿Toda la oferta de educación superior es realmente necesaria?
La desconexión entre los planes de estudio y las necesidades reales del mercado laboral es uno de los grandes problemas. La Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) ha reconocido que muchas instituciones en México no están preparando a los jóvenes para los empleos del futuro. ¿De qué sirve un título si las habilidades que adquiriste ya están obsoletas al graduarte?
Es aquí donde los modelos educativos alternativos, como las bootcamps de programación están ganando terreno. Con precios accesibles y resultados inmediatos, estas opciones están diseñadas para satisfacer la demanda de competencias específicas, algo que las universidades no siempre logran.
¿Y el futuro?
En un país donde, según cifras del INEGI, el 52% de los jóvenes trabaja en la informalidad, la pregunta no es si vale la pena estudiar una carrera, sino cómo adaptarse a un mundo laboral que cambia constantemente. La educación no desaparece; se transforma. La clave está en encontrar el equilibrio entre la formación académica tradicional y el aprendizaje autodidacta, lo cual depende también del contexto individual y profesional. En sectores como tecnología, marketing digital y artes, el autodidactismo y la experiencia pueden ser más valiosos que un título. Pero en campos tradicionales como la ingeniería, la medicina y el derecho, la educación superior sigue siendo imprescindible.
Mientras tanto, la Generación Z parece decidida a reconfigurar las reglas del juego laboral en México. Tal vez no necesitan un título para tener una mejor vida, pero sí necesitan un plan claro, una buena dosis de resiliencia y, probablemente, una generosa pizca de suerte. Al final del día, la pregunta de si vale la pena o no estudiar una carrera profesional depende de a quién le preguntes: Si planeas ser neurocirujano, la respuesta es un rotundo sí. Pero si sueñas con ser emprendedor o influencer, quizá te baste con un buen plan de negocios y un smartphone. Lo que está claro es que el mundo está cambiando, y la educación debe cambiar con él. ¿Lo hará? Eso queda por verse. Por ahora, toca decidir: ¿universidad o la escuela de la vida?