La muerte feliz, el inicio de Albert Camus | La Columna J por: Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
08/01/2025

La Columna J

La muerte feliz, el inicio de Albert Camus

Estimado lector de este reconocido medio LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, quiero agradecer el tiempo que se toma para seguir esta columna, comienza un nuevo año, un nuevo ciclo, nuevas oportunidades, pero sobre todo el festejo propio de tener tiempo. En esta ocasión, quiero comenzar este mes abordando a un escritor que básicamente me fascina en su prosa y en su postura filosófica, espero que el texto sea de su agrado. 

Albert Camus escribió La muerte feliz en 1935, cuando contaba con solo veintitrés años de edad. Pese a dejar el texto casi terminado, nunca intentó publicarlo y todo indica que lo apartó para volcarse en su siguiente proyecto: El extranjero. Es una obra póstuma publicada once años después de la muerte del escritor, es su primer libro, existe la inédita hipótesis del porqué decidió no hacerla pública, posiblemente le resultó absurdo. 

Esta obra de Camus aporta aspectos puntuales y específicos de su paso por Argelia, del mismo modo su trama y personajes coinciden con toda la tesitura expuesta sobre el ciclo del absurdo y lo que conlleva propiamente. La obra contiene una gran diversidad de exposiciones de un joven muy parecido al escritor, cuya situación alude a la delimitación de recursos, cuya vida estriba en morir pronto, en la misma dimensión que ofrece su retórica de por qué debe vivir y disfrutar al máximo sus días. 

“Meursault, sin levantarse, notó entonces hasta qué punto está la felicidad cerca de las lágrimas, volcado en esa silenciosa exaltación en que se urden la esperanza y la desesperación entretejidas en la vida de un hombre”: Albert Camus.

La obra contiene una línea central que tiene que ver con encontrar la felicidad desde el absurdo, dicho planteamiento permite deshilvanar las trampas que extiende el mundo actual, el sobre entrenamiento y la segregación humana ante la petulancia material. El absurdo nace a partir de la conciencia de que moriremos, y es que, ante tal argumento, la filosofía se concibe de un modo verdaderamente distinto, pero no solo es esa contemplación del saber, es el modo práctico del vivir, del soñar, del retomar los vuelos y construir la vida en una medida fuera de las lógicas dogmáticas preestablecidas. 

Se plantea una muerte natural y una muerte consciente, aunado a la muerte feliz, el personaje principal Meursault, encontró en su trabajo aburrido una salida a su existencia, aunque fuese monótono, él quería reducir la superficie que le representaba al mundo. Contemplativo y parco, le gustaba hacer paseos nocturnos y esas simplicidades le dan un sentido alterno a su vida, aunque la muerte es la parte ancla para la valoración de la vida. Cuando los humanos únicamente se hacen esclavos de la dinámica aburrida que arroja la rutina, el sentido imperativo de la existencia es arcaica y vacía. Porque, sin duda alguna, hay quien vive la vida y hay quien cuenta los días.  

En la conciencia de vivir, se encuentra un problema de altos menesteres metafísicos, ya que el conocerte a ti mismo, es algo individual, no colectivo, no es sistemático, ya para ser feliz se debe ser libre, pero para ser libre se debe de enfrentar con el suicidio filosófico, y con el ejercicio de introspección que derrumba a las personas, tal y como expresaba Hemingway: “La vida te quiebra completamente o te mata”.


Para ser feliz, hay que ser digno de ser feliz, existe una tesitura de confrontación o de evasión. En relación con la felicidad existe un vínculo directo con el tiempo, ya que es una forma de libertad, solo aquellos que tienen este recurso en mayor proporción tienen una posibilidad más elevada para ser felices. “No se vive feliz más o menos tiempo, se es feliz y punto. Y la muerte no impide nada; como mucho es un accidente de la felicidad”.

No se conforma un equilibrio narrativo, ni siquiera es necesario, porque el punto central de la obra es un encuentro, es un tránsito que invita a que se tenga una búsqueda interior, el desafió que envuelve la poesía de la historia de cada persona, no es de impactar, es de adentrarse y convulsionarse, de fluir y disfrutar los amaneceres, pues son los últimos, de confiar nuevamente en la vida, y de acariciar a un animal que está dormido. 

Estimado lector, le saludo la próxima semana, espero que encuentre la felicidad, que su destino sea el éxito que usted proyecte, pero que su camino, que su camino sea siempre feliz. 

In silentio mei verba, la palabra es poder.


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