El problema de Emilia Pérez por: Artemisa Belmonte - LJA Aguascalientes
24/01/2025

El problema de Emilia Pérez

Siempre he creído que una de las funciones del arte es incomodar, que el espectador se replantee situaciones y vea las cosas de otra manera. Obras plásticas como “El Garnica”, de Picasso; la película “La vida es bella”, de Benigni, o piezas musicales como “Canción sin miedo”, de Vivir Quintana, nos llevan a reflexionar y confrontarnos con la maldad del mundo y las formas en que toleramos vivir en él, es decir, cómo la sociedad vive las atrocidades de la humanidad y cómo respondemos ante ellas: con bondad, con empatía, con alegría o amor.

Nada de esto pasa con “Emilia Pérez”. Antes de comenzar mi relato, aclaro que ya vi la película completa y quiero aprovechar este espacio para compartir los problemas que encuentro en esta película y las causas de mi malestar.

“Emilia Pérez” es una película musical que se sitúa en México y cuenta la historia de un capo del narcotráfico que siempre se ha sentido mujer, así que decide realizar su transición y, en este proceso, dejar el crimen. Para ello, contrata a una abogada que le ayuda con la tramitología legal de la “muerte” del temido narco y la existencia jurídica de la mujer que es ahora Emilia Pérez. Pasado el tiempo, coinciden ella y su abogada con una madre buscadora, una mujer que les entrega un volante con la imagen de su hijo desaparecido. Emilia, después de esto busca ayudar a la mujer a través de uno de sus sicarios que está en la cárcel y ubican en donde enterraron al hijo de la madre buscadora. Este hecho le da un nuevo sentido de vida a Emilia así que decide fundar una organización que apoya a los desaparecidos, y logra convertir a los sicarios arrepentidos al bien para ubicar a todas sus víctimas, ella comienza a reparar lo que ella misma causó cuando era hombre, es decir, encontrar a miles de desaparecidos.

La problemática que yo veo -como hija de una mujer desaparecida por el crimen organizado- es que trivializa uno de los más graves delitos contra los derechos humanos, que es precisamente la desaparición de una persona. En la película cantan y bailan acerca de personas corruptas que matan a sus víctimas y las terminan derritiendo en ácido, hablan sobre asuntos que probablemente -y afortunadamente- nunca conocerán: el terror del narcotráfico en México. Simplifican la solución de un problema que sufren más de 120 mil personas desaparecidas, lucran con el dolor de miles de familias mexicanas que, sin apoyo de la justicia, buscan con sus propios medios a sus familiares. El filme nunca toca el viacrucis que es poner una denuncia en nuestro país, recibir copias de los expedientes de las investigaciones, obtener avances y tener certeza de su paradero, sin mencionar las enormes implicaciones emocionales, físicas, económicas y legales de una persona desaparecida y sus familias.

La película, además, plantea lo fácil que sería que la sociedad mexicana, conmovida por los delitos, se involucrara en la búsqueda, como si fuera algo muy sencillo. Como si las madres buscadoras no estuvieran solas buscando con sus propios medios a sus hijas e hijos; como si en las marchas no solo fuéramos las familias, las amigas y amigos de los desaparecidos, como si se tratara solo un tema de convocatoria y no de pavor a las consecuencias de estar tan cerca de la maldad.

La película tiene muchos problemas, que van más allá de los acentos mexicanos falsos y las frases que ningún mexicano diría. Desde mi perspectiva, el problema principal radica en no lograr que alguien simpatice con el dolor profundo de las familias de los desaparecidos; además, no dignifica la vida de ninguna persona desaparecida, pues ni siquiera las toman en cuenta. La película termina con Emilia Pérez muerta y convertida en mártir, la patrona de los desaparecidos. Quiero creer que no pensaron en la burla que nos parecería a quienes hemos buscado a una o varias personas desaparecidas o que sea un narcotraficante el que nos brinde la paz y la justicia que tanto anhelamos.

“Emilia Pérez” no logra más que enojar a quienes aún honramos la memoria de nuestros desaparecidos, no sirve de nada porque no nos ayuda en nada a encontrarlos ni a concientizar a nadie. Es un espacio muerto que solo logra evidenciar la banalidad de Hollywood y los jurados que les otorgan sus laureles.

Mi historia y la de mi familia me han convertido en una activista y afortunadamente Fundación Femmex es mi espacio, el mismo que ahora me brinda la oportunidad de alzar la voz por mi madre y miles de mujeres que cargan con el peso de la búsqueda de sus seres amados. Puedes firmar mi petición en change.org buscando: Ni un premio más a Emilia Pérez.



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