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Bienvenidos a bordo
Cronista del municipio de Aguascalientes
Por fortuna pudimos montarnos en este nuevo año, que inicia su singladura. Bienvenidos a bordo. Ahora a deslizarse sobre las olas, y que la travesía sea tranquila; satisfactoria y pletórica de realizaciones. “El mar de la incertidumbre puede ser tempestuoso, / pero la nave del año nuevo está diseñada para navegarlo”. Pero… ¿Leí bien? ¿Acaso este es el mensaje de este cartel, que vi en una escuela primaria privada?, porque no es lo mismo “Bienvenidos abordo”, que “Bienvenidos a bordo”, que supongo es lo que quiso decir quien escribió estas amables palabras, la maestra del grupo, una persona que estudió la primaria, la secundaria, el bachillerato y tal vez alguna carrera profesional en el área de la educación y quizá hasta una maestría (eso espero).
“Abordo” es el presente del singular de la primera persona del verbo abordar (¡¡¡¡Uffff!!!!), y para el caso, según el diccionario es el “dicho de un pasajero: Subir a un medio de transporte,”, es decir, “bienvenido me subo”… O sea que me subo, me monto, me trepo. Y pues no. Entiendo el punto, pero resulta más adecuado si se escribe “a bordo”, que significa que se es bienvenido a un proyecto, a una empresa, y en este caso a la escuela…
Yo no sé… Es obvio que la persona que produjo el cartel desconoce la diferencia entre ambas maneras de plantear la idea, pero el rótulo estaba tan a la vista del respetable, que de seguro todo el mundo que pasa por ahí debió haberlo visto, ¿y nadie se dio cuenta?; ¿nadie se fijó? ¿la directora del plantel?
El episodio me recordó a aquella niña que hace unos años corrigió al -¡Jesús mil veces!- Secretario de Educación Pública en una ceremonia pública, con aquello de que “no se dice ler, sino leer”. ¿Se acuerda?
Quizá sea un exceso de mi parte semejante señalamiento, pero ¿qué le puedo decir? He dedicado esta vida al cultivo de la palabra; a su servicio, ya sea en la lectura o en la escritura. Aparte de los evidentes y abundantes beneficios que encuentro en semejantes actividades, también han entrenado mis ojos, dotándolos de cierta sensibilidad para percibir los gazapos, esos yerros “que por inadvertencia deja escapar quien escribe o habla”, dice el diccionario. Sin embargo resultan tan abundantes que, bueno, uno termina por acostumbrarse, pero señora, señor: ¿encontrarlos en una escuela, en el establecimiento en el que se enseña a las personas a hablar y escribir correctamente? ¡Es la Iglesia en manos de Lutero!
O a lo mejor todavía creo en los Reyes Magos, y espero contra toda esperanza… Como sea, todos a bordo y a navegar rumbo a 2026; a ver si llegamos, y cómo llegamos.
Por cierto que el fragmento de poema este del mar de la incertidumbre etc., que figura en el primer párrafo, lo escribió una aplicación de inteligencia artificial. Ni modo; se acabaron los poetas. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]).