Año nuevo, mismos retos
Con el inicio del 2025, volvemos a enfrentarnos a los mismos retos sociales, políticos y económicos de siempre, aunque nos quieran vender la idea de que son “nuevos”. En un país como México, tan lleno de contradicciones y dramas perpetuos, hay que estar atentos a los sucesos que marcarán el año. El primero, y quizá el más inminente, es el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Este cambio promete sacudir el tablero geopolítico y, cómo no, poner a sudar al gobierno de Claudia Sheinbaum, que tendrá que lidiar con un tema que ya está levantando pasiones: el narcotráfico.
Trump, fiel a su estilo grandilocuente, ha sugerido declarar como terroristas a los cárteles mexicanos, lo que ha desatado un coro de críticas desde el oficialismo, apelando a la siempre útil bandera de la soberanía nacional. Los de Morena temen que esta medida permita al vecino del norte meterse hasta la cocina con investigaciones y operativos discrecionales. Claro, todo esto es pura especulación, porque la propuesta de Trump, como suele ser su costumbre, carece de detalles claros. Pero, mientras ellos debaten con patriotismo inflamado, los reportajes internacionales no ayudan: fentanilo aquí, comunidades agradecidas con los capos por sus “obras de caridad” allá…
Sin ánimos de sonar alarmistas -aunque vaya que nos gusta-, parece que este año los indicadores de inseguridad podrían tener un repunte notable. Porque si algo sabe hacer México en materia de retos es reciclar los mismos problemas, aderezados con un toque internacional para mantenernos entretenidos.
Respaldan a Sheinbaum
A través de un Comunicado difundido en redes sociales y medios de comunicación, las y los gobernadores emanados de la Cuarta Transformación (4T), así como la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, expresaron su respaldo contundente y firme a la postura de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en relación con la migración, reafirmando que este fenómeno responde a profundas causas sociales y económicas. El tema es por demás complejo y, lejos de resolverse con medidas punitivas, exige un enfoque que atienda las raíces sociales y económicas de la migración. En el Comunicado, podemos apreciar que en lugar de criminalizar el fenómeno, se reconoce la pobreza como la verdadera causante de la movilidad forzada, impulsando la necesidad de crear condiciones de desarrollo equitativas.
Es una postura acertada, pero también incómoda: el reconocimiento de que la solución no está en las políticas restrictivas, sino en la creación de oportunidades y en el combate real a la pobreza. Mientras tanto, el gobierno mexicano continúa defendiendo la soberanía nacional y los derechos de los migrantes, pero también debería considerar que, para que la migración disminuya, las soluciones a largo plazo deben surgir dentro del país, y no solo como reacción a los retos internacionales.
Economía a la baja
Otro desafío que enfrentaremos como país en 2025 será el crecimiento económico, o mejor dicho, la falta de él. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), México tendrá uno de los crecimientos más bajos del PIB en la región, con una proyección de apenas 1.2%. Para ponerlo en perspectiva: incluso economías como las de Bolivia, Panamá y, sí, Venezuela -ese país que mencionamos en todas las comparaciones para sentirnos mejor- nos superarán en términos de crecimiento.
Este escenario debería encender las alarmas y obligarnos a tomar en serio el fortalecimiento de la economía, claro, siempre y cuando pongamos el tema en manos de verdaderos expertos y no de los aprendices que han convertido el manejo económico en un curso eterno de ensayo y error. Porque si seguimos al ritmo actual, para 2026 podríamos encontrarnos en una situación mucho más compleja, con un mercado que ya no sabrá si reír o llorar. Aunque, siendo sinceros, la fórmula parece clara: más discursos grandilocuentes, menos acciones concretas y, por supuesto, una lista infinita de culpables… porque eso sí lo sabemos hacer muy bien.
Peso el más depreciado
Otro dato nada alentador que nos dejó el 2024 es que el peso mexicano se convirtió en la moneda con mayor depreciación a nivel internacional, un fenómeno que no veíamos desde la crisis económica de 2008. Esta caída estrepitosa tiene un efecto directo sobre el poder adquisitivo de las familias mexicanas, que cada vez ven cómo su dinero alcanza para menos. Es decir, mientras las monedas de otros países pueden estar danzando al ritmo de la recuperación económica, la nuestra parece estar ensayando para una obra de tragedia griega.
Pero no todo termina ahí. A este escenario hay que sumarle la creciente deuda pública, que al cierre de 2024 aumentó un 4.3%. Para ponerlo en contexto, 12 de cada 100 pesos que gasta el gobierno federal se destinan al pago de esta deuda. Y aunque el discurso oficial podría intentar vendernos esto como “una inversión en el futuro”, la realidad es que estamos costeando hoy las consecuencias de decisiones que no parecen haber considerado que el futuro llega más rápido de lo esperado. Así que mientras unos celebran el “fortalecimiento de la soberanía económica”, otros estamos ocupados haciendo cuentas para sobrevivir al fortalecimiento de los intereses de la deuda.
Costo de la gasolina sin relevancia para la 4T
Hace unos días, se dio a conocer el elevado costo de la gasolina, y la respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum fue, digamos, digna de un ejercicio avanzado en evasión política: culpó a las leyes neoliberales. Según ella, su gobierno se limitará a “vigilar” que el precio no suba en términos reales, es decir, actuarán como espectadores de lujo mientras los consumidores seguimos pagando el show.
Sin embargo, salió a la luz que el verdadero peso de los elevados precios recae en el propio gobierno. Resulta que el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) impidió que los precios de las gasolinas disminuyeran, incluso cuando los costos internacionales lo permitieron. Para ponerlo en perspectiva, de cada litro de gasolina que pagamos, $10.27 se destinan a impuestos y $11.86 cubren costos de refinación, un recordatorio de que el negocio petrolero nacional sigue oliendo más a problema que a solución.
¿Y Dos Bocas? Esa obra faraónica prometida como la panacea de la refinación tampoco ha dado frutos tangibles. Mientras el gobierno persiste en sostener a PEMEX como si fuera un tesoro nacional (cuando en realidad es un saco roto), el avance hacia energías renovables sigue siendo un sueño lejano. Quizá algún día el gobierno descubra que invertir en el futuro energético es más rentable que seguir exprimiendo el presente. Mientras tanto, la gasolina no solo sigue siendo cara, sino un símbolo perfecto de la resistencia al cambio y la terquedad política.
Décadas de rezago
Así justificó el vocero de Morena en la Cámara de Diputados, Arturo Ávila, el peculiar estilo legislativo de los oficialistas, consistente en aprobar reformas al vapor, muchas veces sin leerlas o entenderlas del todo. Según Ávila, su apresurado proceder obedece a la noble misión de “ganarle tiempo al tiempo”, porque -en sus propias palabras- llevan décadas de rezago legislativo. Es decir, la solución para corregir años de supuesta ineficiencia es legislar con la precisión de un concurso de velocidad, dejando a un lado detalles menores como análisis o debate.
Para rematar, Ávila también justificó que las reformas sigan el capricho presidencial, argumentando que no son más que un “mandato del pueblo”. Claro, siempre y cuando entendamos que “pueblo”, en el diccionario de Morena, significa únicamente el sector que les aplaude y confirma sus dogmas, dejando fuera a quienes, por alguna razón, no encajan en su reducida definición de soberanía popular.
Pero no nos adelantemos: Arturo Ávila parece tener otras prioridades. Mientras se declara paladín del pueblo desde el Congreso, todo indica que su mirada está puesta en algo más grande: la candidatura al gobierno estatal en 2027. Entre tanto, en lo local, Morena sigue jugando a ser oposición, porque parece que es más fácil ensayar discursos que enfrentar la responsabilidad que implica realmente gobernar.