- Phoenix, un motoclub de Aguascalientes, combina pasión por las motos y compromiso con la comunidad
- Sus miembros realizan actividades altruistas, como llevar juguetes a niños y apoyar al Hogar de la Niña
- Para su fundador, Cuauh, el motoclub es una familia por elección que deja huella en cada rodada
Para Américo Cuauhtémoc, conocido como Cuauh en el mundo biker, el rugir de una moto no solo es un sonido, sino un llamado a la hermandad. Ingeniero en electrónica de profesión y motociclista por pasión, fundó hace tres años Phoenix, un motoclub que no solo crea comunidad entre sus miembros, sino que también busca impactar positivamente en su entorno.
“La idea de crear Phoenix surgió porque mi esposa ya formaba parte de un motoclub solo para mujeres, Águilas Rodantes. Nosotros, los hombres que las acompañábamos, quedábamos en el limbo: ¿los aguiluchos?, ¿los cuervos? Para evitar eso, decidimos formar nuestra propia identidad”, relata Cuauh con una sonrisa.
Hoy, Phoenix es un grupo pequeño, compuesto por solo siete miembros, pero con una visión clara: ser una familia por elección, donde la pasión por las motos sea el punto de partida para un compañerismo inquebrantable.
‘Te puede interesar El PAN puede ir solo, pero no cerramos el diálogo: Javier Luévano’
Aunque las motos son el corazón del club, Phoenix se define por algo más profundo: su compromiso con la comunidad: “Hacemos actividades altruistas cada tres o cuatro meses, como apoyar al Hogar de la Niña o llevar juguetes a niños en diciembre. Siempre buscamos dejar algo positivo en los demás”, explica Cuauh.
El impacto de sus acciones es tangible, especialmente entre los más pequeños: “Cuando los niños nos ven pasar en las motos, algunos aplauden, otros nos piden que aceleremos, y sus caras de emoción son indescriptibles. Esa conexión que logramos con ellos es algo que nos llena”, comparte.
Rodar no es solo un paseo, es un reto físico y emocional que pone a prueba la resistencia y el trabajo en equipo. Uno de los recuerdos más emocionantes para el grupo fue su viaje a Mazatlán: “De ida hicimos 11 horas, pero de regreso fueron 16 horas rodando. Fue agotador, pero también una experiencia inolvidable. Hay un dicho entre Águilas Rodantes que aplica perfectamente: Sin descompostura no hay aventura”, menciona con orgullo.
Sin embargo, mantener un motoclub no es tarea sencilla. Entre las reuniones, la organización de eventos y las rodadas, Cuauh describe la experiencia como “un trabajo adicional, pero que hacemos con gusto”. A pesar de los desafíos, la satisfacción de compartir el camino con su familia biker lo hace valer la pena.
El motoclub Phoenix también tiene un lado nostálgico. Este primero de diciembre, Cuauh y sus compañeros participaron en un homenaje a su amigo Bonilla, un compañero caído que dejó una huella profunda en la comunidad biker: “Es un día especial y triste a la vez. Bonilla inició esta unión entre bikers de diferentes grupos y hoy lo recordamos con cariño y respeto”, comenta Cuauh.
Al final, para este ingeniero convertido en motociclista, el verdadero legado no está en los kilómetros recorridos, sino en las emociones que despiertan. “Mientras un niño sonría al vernos pasar o alguien recuerde que alguna vez soñó con rodar, creo que estamos dejando huella”, concluye.